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Reportaje:COYUNTURA ECONÓMICA

La crisis y la economía española: el ajuste productivo

La estructura de la producción española ha sido claramente afectada por la crisis, y ello se pone de manifiesto a través del cuadro adjunto.El análisis se ha efectuado distribuyendo el período 1970-1977 en dos subperíodos distintos: el anterior a la crisis (1970-1974) y el posterior a la misma (1974-1977). Respecto a estos dos subperíodos se han analizado los sectores cuya producción ha aumentado de peso relativo en ambos, los sectores cuya producción ha perdido peso relativo tanto antes de la crisis como después de la misma y, Finalmente, los sectores que presentan comportamientos diferentes en cada uno de los subperíodos considerados.

Para los tres grupos indicados de sectores, cuya clasificación encontrará el lector por columnas, se ha analizado también el hecho de si la crisis ha reforzado o atenuado las tendencias anteriormente apuntadas. Los resultados de este análisis son los que se reflejan en las filas correspondientes del cuadro. Así, por ejemplo, la industria química presenta en ambos subperíodos crecimientos en su peso relativo dentro del PIB, pero entre, 1974 y 1977 se ha acelerado notablemente el crecimiento de este sector respecto a la tendencia mantenida en el subperíodo anterior. La crisis, en consecuencia, ha tenido un efecto positivo sobre el mismo.

Una de las preguntas que suelen hacerse no sólo quienes habitualmente se ocupan de los temas económicos, sino también los restantes ciudadanos de nuestro país, preocupados por las continuas declaraciones acerca de la crisis económica y maltratados por los efectos de la misma, es la de si realmente la economía española está respondiendo de modo positivo ante el fenómeno de la crisis o si, por el contrario, permanece estacionada en la situación anterior a su comienzo. En definitiva, todos queremos saber si nuestro país avanza en el proceso de asimilación-superación de la crisis económica o si se encuentra incapacitado para reaccionar positivamente ante ella.

Pero responder a esta pregunta en los momentos actuales resulta, cuando menos, tarea comprometida y, en todo caso, labor compleja que difícilmente puede finalizarse sin mayores perspectivas temporales que las que proporciona el relativamente corto período de los años transcurridos desde 1974 hasta hoy. Posiblemente el lector se escandalice de que los cinco años transcurridos desde el comienzo de la crisis no nos proporcionen todavía perspectiva temporal suficiente para enjuiciar su evolución. Pero cuando la crisis alcanza, como en esta ocasión ocurre, dimensiones estructurales -«geológicas» casi- y su proceso ha de extenderse previsiblemente a la mayor parte incluso de la década que ahora iniciamos, cinco años constituyen, sin duda, un período insuficiente para intentar cualquier análisis con pretensiones de definitivo.

Adelantada esta advertencia, parece que la pregunta con que se iniciaba este trabajo obliga a ofrecer respuesta que la satisfaga, aunque tal respuesta deba necesariamente plantearse desde la perspectiva de un cuadro de hipótesis no totalmente contrastadas. Por otra parte, como en otros trabajos recientes del Equipo de Coyuntura Económica ha comentado los aspectos más relevantes del ajuste en el ámbito de los precios, que está siendo muy positivo, y en el de otras variables financieras, nos limitaremos en éste al análisis del ajuste de producción a las cambiantes condiciones impuestas por la crisis a la economía esnañola

Tecnología, petróleo y crisis

Intentar a estas alturas ordenar de algún modo razonable las causas y orígenes aparentes o reales de la crisis que hoy sufre la economía mundial quizá parezca tarea inútil a quienes durante los últimos años no han dejado de recibir cada día diagnósticos y opiniones más o menos fundamentadas sobre el origen, las causas y el sentido de la crisis actual.

Sin embargo, sin una hipótesis de partida acerca de esas causas, difícilmente puede responderse con sensatez a la pregunta de si la economía española está adaptándose a las mismas v superando sus efectos en el ámbito de la producción. En definitiva, si lo que constituye ese entramado profundo que los economistas denominamos estructura productiva está alterándose en nuestro país, como consecuencia de la crisis, en el sentido que conviene a su superación.

En un apretado resumen, seguramente dos factores se disputan la primacía respecto a las causas de la crisis actual: los precios del petróleo y el cambio tecnológico. Incluso si este resumen se efectuase atendiendo a la prioridad temporal de estas hipótesis explicativas, fácilmente se comprobaría cómo la opinión más generalizada ha comenzado achacando la crisis económica mundial a la elevación de los precios del petróleo, para posteriormente, y de modo limitado, añadir el cambio tecnológico como elemento esencial y factor desencadenante del proceso de crisis.

Sin embargo, el análisis más actualizado comienza ya a coincidir con la apreciación de que la profunda revolución tecnológica que ha venido experimentando la economía mundial en las últimas décadas -prácticamente desde el principio de la década de los años cincuenta- ha conducido a unos procedimientos de producción y a una estructura del consumo basados esencialmente en la energía. La energía se ha convertido así en el factor clave -y quizá también en el elemento más representativo- de nuestra civilización. De esta forma. consumos de energía rápidamente crecientes no han podido menos que conducir. en un mundo de recursos energéticos limitados, a fuertes tensiones. que han acabado por traducirse en impactos brutales sobre los precios de estos productos en 1974 Y en los meses finales del pasado año.

Las fuertes elevaciones en los precios de la energía están, a su vez, constituyendo el germen de un nuevo y profundo proceso de cambio tecnológico, espoleado por las tensiones provocadas por tales precios. Cambio tecnológico- y precios de la energía no son, en definitiva, más que aspectos distintos de un largo e intenso proceso de innovación en los procedimientos de producción y de cambio en la estructura del consumo, que se autoalimenta a sí mismo, y que ha tenido una eclosión violenta en 1974 y en 1979, a través del fenómeno alarmante de la escalada -inconcebible quizá hace escasamente un quinquenio- de los precios de los productos petrolíferos.

Resulta necesario subrayar que esta interpretación de las causas de la crisis añade una importante consecuencia a todo el proceso: la aparición de un nuevo capital cada día más productivo por unidad de su propio coste -consecuencia del profundo y extenso proceso de innovación tecnológica- ha ocasionado una amplia obsolescencia de los antiguos equipos de capital. Además, la obsolescencia del viejo capital se ha visto también acrecentada por los cambios en los precios relativos de los distintos inputs producidos, en buena parte, por los procesos inflacionistas derivados de los nuevos precios internacionales de la energía.

Como consecuencia inevitable de ese acelerado proceso de obsolescencia del stock de capital la inversión, e incluso la propia estructura del comercio exterior. han experimentado también profundos cambios. a los que necesariamente habría que referirse para comprobar hasta qué punto la economía española ha respondido a lo largo de estos años al reto que la crisis mundial le ha impuesto.

En definitiva, la adaptación a la crisis está exigiendo a la economía española cambios profundos en sus procesos de producción, y estos cambios tienen un reflejo claro, tanto en la diferente combinación de inputs que todo proceso de producción consume como en la estructura de outputs oproductos que se obtienen del mismo. Detectar, en consecuencia, si durante los últimos años ha cambiado apreciablemente tanto la composición de los inputs utilizados en la producción española como la de los productos obtenidos, constituye un camino razonable para averiguar hasta qué punto se está llevando a término el proceso de ajuste productivo requerido por la crisis.

Crisis y utilización de factores productivos

Resulta casi un tópico decir que la crisis ha producido un cambio profundo en las posibilidades de empleo de la economía española. Desde los 13,2 millones de puestos de trabajo que nuestra economía venía absorbiendo en 1974 hasta los 12,4 millones de empleos que ha suministrado en 1979, existe una pérdida de más de 800.000 puestos de trabajo, que constituyen un pasivo imputable -desde luego con razón- a la crisis y cuyas consecuencias de todo orden está experimentando día tras día el ciudadano español. de una forma cada vez más próxima e inmediata. La pérdida de oportunidades de empleo constituye -junto con las tensiones inflacionistas- el fenómeno más claramente perceptible de entre los que han caracterizado la situación de crisis en estos años.

Sin embargo, esta realidad innegable ha de contraponerse a,otro fenómeno quizá menos evidente. Desde 1974 hasta 1979 la economía española ha aumentado el volumen de su producción en más de un 11 % en términos reales, lo cual significa que ha venido creciendo acumulativamente por término medio a un ritmo del 2,2% anual, mientras que el empleo se ha reducido, por término medio, a un ritmo acumulativo anual del 1,3%.

La situación qpe acaba de describirse es, sin duda, una situación nueva. En épocas anteriores a la crisis económica los crecimientos en la producción se alcanzaban en nuestro país mediante crecimientos en el empleo. A partir de la crisis económica los crecimientos en la producción se alcanzan pese a la existencia de reducciones en el nivel de empleo. Ello evidencia que algo está cambiando profundamente en la estructura de los procesos productivos.

Pero el análisis no quedaría completo si no se observase también lo que parece haber ocurrido con el otro factor que interviene en la función de producción de cualquier economía: el capital. Pudiera suceder que la reducción en el volumen de empleo de la mano de obra hubiese sido compensada por una mayor utilización de capital, lo cual justificaría los crecimientos observados en la producción, pero sin que pudiera concluirse que se estaba llevando a término un cambio profundo en la estructura de los procesos productivos del país. Para expresarlo en términos precisos, cabría pensar también que los cambios anteriormente indicados estuviesen originados por una simple sustitución de factores dentro de la misma estructura de producción, pero no por un cambio más profundo en la propia estructura de los procesos de producción.

Los datos relativos a la evolución del stock de capital de la economía no parecen autorizar el mantenimiento de la hipótesis que acaba de indicarse. Por el contrario, más bien parecen apuntar al hecho -todavía no totalmente demostrablede que se está produciendo un cambio más profundo en los procesos de producción que una mera sustitución de factores.

En efecto, diversas estimaciones del stock de capital de la economía española están poniendo de manifiesto que entre 1974 y 1979 el aumento de ese stock se ha venido produciendo a un ritmo acumulativo anual próximo al 7,5%, mientras que en los cinco años anteriores a la crisis -es decir, entre 1969 y 1974- el ritmo de crecimiento del stock de capital fue del 10,1% anual. En consecuencia, entre 1974 y 1979 la economía española no sólo ha reducido en términos absolutos su nivel de empleo, sino que, además, ha reducido también sustancialmente su tasa neta de acumulación de capital y, pese a todo ello, ha seguido aumentando su producción en términos reales, aunque, sin duda, a ritmos más reducidos.

Los datos que acaban de exponerse parecen apuntar hacia el hecho de que algo está cambiando en los procesos productivos de la economía española. Ese cambio en los procesos de producción, todavía no completamente definido, pero ya claramente perceptible, constituye uno de los principales indicios disponible de absorción de la nueva tecnología, cuyo desarrollo y aplicación está siendo, a su vez, aceleradamente incentivado por la crisis y las tensiones por ella originadas.

El segundo de los aspectos que deben analizarse para averiguar hasta qué punto la economía española está respondiendo y asimilando las tensiones provocadas por la crisis es el de las variaciones en la estructura de la producción; es decir, los cambios ocurridos en el peso relativo de los distintos sectores productivos dentro del PIB.

El gráfico adjunto señala cómo ha variado la producción entre 1970 y 1977 y, a través del mismo, fácilmente se comprueba cómo la industria textil, la de la construcción, la industria alimentaria, el comercio y los restaurantes y los restantes servicios han experimentado descensos de cierta consideración en sus pesos relativos dentro de la producción española. Por el contrario, la industria de la energía y el agua, la producción y primera transformación de metales, la metalurgia de transformación, las restantes industrias manufactureras, la extracción y transformación de productos minerales, la industria química, las instituciones financíeras y los seguros, los transportes y comunicaciones y, finalmente, la construcción de material de transporte, han ganado en importancia relativa dentro de la estructura de la producción en los últimos años.

En definitiva, los datos disponibles demuestran que a lo largo de estos años ha cambiado sustancialmente la estructura de la producción. Pero estos cambios, de algún modo, son también una prueba de la respuesta de la economía española a las tensiones originadas por la crisis. A este respecto, en el cuadro adjunto se refleja la incidencia específica de la crisis en la estructura de la producción para esos sectores, que se han clasificado en tres grupos: primero, aquellos cuyo peso relativo en la producción ha ido en aumento a lo largo de todos los años considerados; segundo, aquellos otros sectores cuyo peso relativo dentro del PIB ha ido en descenso a lo largo del período 1970-1977, y, finalmente, los sectores que presentan cambios en la tendencia evolutiva de su peso relativo dentro de la producción, si se considera esa evolución a lo largo de dos subperíodos distintos, separados por la crisis (1970-1974, de una parte, y 1974-1977, de otra).

Para estos tres grupos de sectores se ha analizado, además, la incidencia de la crisis en su peso relativo dentro de la estructura de la producción y las conclusiones se ofrecen en el referido cuadro. A través del mismo puede comprobarse cómo la crisis ha afectado de modo diferente a los distintos sectores, potenciando o reduciendo, en algunos casos, la tendencia observada respecto a la producción de los mismos y, en otros, alterando totalmente el sentido de esa tendencia. La respuesta de la economía española a la crisis, reflejada a través de los cambios que se han producido en la estructura sectorial del PIB queda, de este modo, claramente señalada.

La inversión y el ajuste productivo

Otro aspecto en que se manifiesta el ajuste de la economía española ante la crisis son alaunos de los fenómenos que se han presentado en el ámbito de la inversión. La información disponible es muy escasa -por no decir inexistente- y difícilmente puede formularse a través de ella una versión completa de las alteraciones que se han venido produciendo en esta pero existen aspectos sobre los que interesa insistir bajo esta óptica.

Las hipótesis que habitualmente se manejan cuando se estima el Stock de capital de una economía son muy simples y parten de la información que suministra la contabilidad nacional. De este modo, y tomando como valor inicial la estimación del stock de capital para un año determinado, se corrige esa estimación para los años sucesivos mediante la adición de las inversiones brutas en cada año y la deducción de las amortizaciones estimadas para los mismos. Cuando no existen otros problemas, la estimación de las amortizaciones suele efectuarse en función del volumen de la producción y del propio stock de capital existente, y los resultados obtenidos pueden considerarse más o menos aceptables, aunque no pueda perderse de vista el hecho de la relativa heterogeneidad de las sucesivas adiciones anuales al stock inicial de capital.

Pero, si bien la metodología descrita puede ofrecer, en condiciones normales, resultados aceptables, es evidente que, cuando se produce un intenso proceso de obsolescencia, la valoración de las amortizaciones conforme a las hipótesis descritas pierde todo su sentido y las cifras del stock de capital resultantes no pueden considerarse significativas.

Como es conocido, la obsolescencia no representa más que la pérdida de valor del capital antiguo, como consecuencia de la aparición de nuevos bienes de capital con mayores capacidades productivas, lo cual hace que, automáticamente, ese capital ya existente pierda parte de su valor. Puesbien. este es Posiblemente uno de los fenómenos más típicos de la crisis actual, en cuyo fondo y origen se encuentra un intenso proceso de renovación tecnológica.

Pero la obsolescencia no se limita a desvalorizar el stock existente de capital, sino que, debido a esa desvalorización. produce también un fuerte efecto negativo en la inversión, pues quienes tienen queinvertir son, en buena medida, también propietarios del antiguo capital devalorizado. Además, si el proceso de cambio es muy rápido -como ahora ocurre-, la incertidumbre de los inversores aumenta notablemente. Por ello, no es de extrañar que los procesos de inversión de toda economía se vean especial y negativamente afectados por tales circunstancias y los instrumentos habituales de la política económica para incentivar las inversiones pierdan la mayor parte de su eficacia.

La atonía inversora de la economía española a partir de la crisis refleja en buena medida el conjunto de fenómenos que acabamos de describir. Mientras que en 1969 la formación bruta de capital alcanzó el 25,7% del PIB, y en 1974 tal porcentaje se elevaba ya al 28,1%, en 1979 sólo representó un 21,2% del PIB. Detrás del hundimiento de la inversión en nuestro país es necesario buscar como causas, en absoluto despreciables, la del intenso proceso de obsolescencia del stock de capital existente y la de los restantes fenómenos que acompañan a tal proceso.

Un aspecto adicional que cabe destacar en el comportamiento de la inversión es el del cambio de protagonsmo que se ha producido en el ámbito de esta variable. Mientras en 1969 la inversión de las administraciones públicas sólo representaba el 9,8% de la formación bruta de capital de la economía española, y en 1974 este procentaje se reducía al 8,6%, en 1979 la in versión de- las administraciones públicas alcanza ya un 11% del total de la formación bruta de capital. El cambio de tendencia que muestran tales porcentajes cómo la crisis de la inversión a partir de 1974 se ha producido esencialmente en el ámbito de la inversión privada, más fuertemente sometida al conjunto de fenómenos antes descritos.

¿Cabe esperar algún cambio sustancial en el comportamiento de la inversión en los próximos años? La pregunta ofrece gran interés, pero, desgraciadamente, a la misma no puede darse en estos momentos una respuesta concluyente. Las estimaciones para 1979 parecen apuntar bien hacia una contención de su caída o hacia una relativa recuperación de nuestras inversiones, apoyada en el comportamiento de la inversión pública, pero fundamentada básicamente en una aparente recuperación de las Inversiones privadas.

Por otra parte. el componente de inversiones extranjeras dentro de la inversión total de nuestra economía ha crecido espectacularmente y éllo puede considerarse como indicio racional suficiente de que el proceso de innovación tecnológica que gerieralmente incorpora la inversión extranjera se está acelerando en los últimos meses. El crecimiento de la inversión española en el extranjero permite -junto con los datos de inversión extranjera en España- fundamentar también la hipótesis de un cierto deslizamiento tecnológico entre países, lo que cuadraría además con los cambios en la estructura de la producción que anteriormente hemos comentado. Lamentablemente, la información disponible en este ámbito no permite más que avanzar hipótesis aparentemente razonables, pero no establecer conclusiones más concretas respecto al sentido e intensidad del proceso de ajuste real de la economía española a las nuevas condiciones impuestas por la crisis.

Ajuste productivo y política economica

Al principio de este trabajo se formulaba una pregunta acerca de si la economía española estaba ofreciendo, en sus aspectos productivos, signos suficientes de haber iniciado, al menos, el proceso de adaptación y superación de la crisis. Aunque la evidencia disponible no es muy extensa -como el lector, sin duda, habrá advertido-, los intensos cambios que se han producido en la estructura de la producción, las nuevas relaciones que pueden ya detectarse en la utilización de la mano de obra y del capital y los signos que comienzan a intuirse, más que a comprobarse, en el ámbito de las inversiones, hacen pensar en una respuesta positiva a la pregunta inicialmente formulada. Por debajo de nuestros actuales problemas de coyuntura, originándolos en buena medida y, sobre todo, agravándolos notablemente, la economía española está iniciando el camino de una respuesta definitiva a los retos de la crisis.

Terminar aquí este artículo deJaria posiblemente al lector en una situación de duda razonable acerca de dos aspectos de cierta trascendencia. El primero, respecto a la capacidad de la economía española para reaccionar ante la crisis con relativa rapidez. El segundo, sobre las causas que están provocando la reacción que a lo largo de este artículo se ha tratado de describir. La respuesta a ambas preguntas tiene un común denominador, y éste no es otro -para desesperación, quizás, de liberales a ultranza- que la política económica.

La respuesta de la economía española a la crisis, si bien se ha retrasado más de tres años después de comenzada ésta, no se ha caracterizado por su lentitud, sino por su rapidez, pues ese retraso no es achacable a nuestra economía, sino a la inadecuación de la política económica aplicada durante los primeros años de la crisis. En definitiva, tal respuesta no pudo ponerse en marcha hasta que una nueva política económica permitió al fin que la no despreciable flexibilidad de nuestra economía se manifestase.

Del mismo modo, los ajustes productivos que aquí se han señalado han respondido también a una razonable política económica que ha facilitado las condiciones para que, en un marco de mayor libertad, el mercado pudiese desempeñar su cometido, y que ha impulsado, además, responsablemente esos cambios al potenciar sin interferencias la transmisión de los mensajes implícitos en las variaciones de los precios relativos. Perseverar en una política económica de tales características ampliandó su contenido e intensificando muchos de sus aspectos constituye, sin duda, requisito indispensable para proporcionar una respuesta ajustada a las exigencias que la crisis nos impone.

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