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Crítica:LOS CONCIERTOS DEL REAL
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Amando Blanquer y la escuela de Viena

Magnificat, de Juan Sebastián Bach, Orquesta Nacional de España, Coro Nacional y cuarteto solista de Colette Lorand, Bárbara Rabotham, Heiner Hopfner y Jakob Siampfi.Cantata de Nadal, de Armando Blanquer. Coro y Orquesta de RTVE, Conchita. Rafael Endériz, Fausto Puertas y la Escolanía del Recuerdo. Teatro Real.

La música de tiempo navideño resuena todavía en los programas de nuestras orquestas. Así, mientras la ONE, el Coro Nacional, el cuarteto solista formado por Colette Lorand, Barbara Rabotham, Heiner Hopfner y Jakob Stampfli realizaron la preciosa versión que del Magnificat, de Bach, tiene Antoni Ros Marbá, el Coro y Orquesta de RTVE, con Conchita carpintero, Rafael Enderiz, Fausto Puertas y la Escolanía del Recuerdo, estrenaron la Cantata de Nadal, de Amando Blanquer.

A los 45 años, el músico valenciano ha alcanzado el doble prestigio de su obra composicional y de su magisterio pedagógico, ejercido en las aulas y desde su método de contrapunto. Al enfrentarse con el texto poético de Joan Valls Jordá, Blanquer ha pretendido subrayar y llevar a nuevos límites la fuerza expresiva de la palabra en sus distintos valores, sean semánticos o fonéticos. Ha seguido también la organización estructural de las estrofas y el juego de alternativa dramática de unos personajes abstractos (solistas, coros)

Ligado a una tradición en la que se encadenan los nombres de sus maestros españoles y franceses (Asins, Paláu, Lesur, Mesiaen), Blanquer habla en un lenguaje sabedor de la evolución musical y exactamente fiel a sentimientos y modos personales, sin caer -como apunta Coria- en habituales tópicos de la música navideña. Pentagramas eminentemente levantinos, sin alusión folklorística, exhalan un aroma inequívocamente mediterráneo, con lo que poeta y músico se funden en la raíz misma de la «sustancia». Enrique García Asensio, como director preciso y como valenciano, pudo desplegar lo mejor de sí para ofrecernos una «primera» mundial clara, firme, flexiblemente narrativa. El titular y sus colaboradores (solista pífano, Sánchez; orquesta y coros) recibieron largas ovaciones, orientadas por ellos al autor, presente en la sala, Amando Blanquer. Excelente por concepto, densidad sonora y aliento pasional, la colaboración prestada en el concierto de Tschaikowsky a André Watts, pianista de rutilante técnica, grandes efectos exteriores, impresionantes series de «octavas» y variada coloración sonora. Una vez más, Watts puso en pie al auditorio, que convirtió la ovación en aclamación.

Precioso y exigente el programa de Ros Marbá, ya que al citado Magníficat -ahondado en todas sus significaciones, expuesto con naturalidad poética- se añadieron los nombres de la trinidad vienesa contemporánea: Schoenberg, Berg y Webern. En KoI Nidre, Schoenberg acomoda su pensamiento musical a las necesidades de la liturgia judía, con lo que el «narrador» resulta algo bastante distinto al sprachgesang de obras anteriores, aun cuando -como señala Barber- esa experiencia esté en el fondo. El estilo general, a pesar de una deliberada «vuelta a los orígenes», no deja de ser, dentro de la intencionalidad estética y religiosa, moderno, como hijo de quien realizó una de las más trascendentales renovaciones en el devenir de la historia musical. Colette Lorand protagonizó los fragmentos de Wozzeck, la pieza decisiva en la renovación del género operístico y desde la que Aban Berg se alza como gran clásico del siglo XX. El anticipado expresionismo de Büchner transmigra, con gran potencia dramático-expresiva y estructural, a la música de Berg. Pero sólo es posible advertir todos los valores de la obra si se nos da una versión como la de Ros Marbá, a la vez encendida, trascendente y natural. Desde la claridad de concepto y de realización, sentíamos a Berg como último capítulo de un pasado bien conocido: el que va de Wagner a Mahler. En fin, la personalidad de Webern, aun a través de un trabajo sobre Bach (la Ricarcata segunda de la Ofrenda musical), queda iluminada en uno de sus aspectos constitutivos: la utilización estructural del «color» que Debussy quiso ver en Ricardo Strauss y que de verdad se realiza plenamente en Webern. El narrador de Kol Nidre, Gabriel Woolf, la ya citada Lorand y, a más del cuarteto vocal, los solistas instrumentales del Magnificat (Carreres, De los Santos, Tudela, Quintanilla, Fariñas y Montserrat Torrent), el Coro y Orquesta Nacionales y su titular, Antoni Ros Marbá, fueron aplaudidos con cierta tacañería en los «vieneses» y con mayor efusividad en Bach. Lo importante es que consiguieron estupendas versiones de obras infrecuentes y difíciles.

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