La inexplicable muerte de un niño
Era un niño sano, gracioso y juguetón como todos los niños que están bien de salud.Padecía, como es corriente entre ellos y con alguna frecuencia. de amigdalitis, por eso sus padres le llevaron a consultar a un especialista, quien dispuso operarle también de vegetaciones y para mayor facilidad y evitarte el dolor correspondiente, le pondrían anestesia general.
El 13 de noviembre pasado le llevamos a un sitio desconocido para él, con objeto de realizar dicha operación. Le introdujeron en el quirófano y comenzó a llorar.
Efectuada la operación, salió el médico a comunicarnos que todo había ido muy bien y que pronto podríamos llevárnosle a casa.
Unos minutos después volvió a aparecer y nos dijo: «Hay problemas, ha tenido un paro cardíaco.» Pasan una o dos horas y el suspense es terrible. Otra vez el médico nos comunica que es imprescindible trasladarle a otro centro, pues en éste no hay Unidad de Vigilancia Intensiva para niños. A pesar de todas las circunstancias graves que concurren le trasladan a un centro en el que sí hay dicha unidad infantil.
Al llegar la ambulancia a este hospital. el médico anestesista nos solicita insistentemente, con urgencia, le entreguemos el cheque correspondiente, diciendo: «¡Denme el cheque! Si no, Yo no puedo cobrar mi trabajo en la sociedad.» Inmediatamente le entregamos dicho documento, pero, ¿no es más importante la atención a un niño muriéndose que la preocupación por cobrar?
Por fin, ingresa en la UVI, y allí permanece desde el martes día 13 hasta el sábado 17, que falleció.
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Primero: nuestro niño. Segundo: la llegada del otorrino o anestesista. Confiábamos nos explicaran y aclararan todos los puntos oscuros que hacían sufrir a nuestra imaginación. También ese consuelo que sabe prodigar el médico que lo es por verdadera vocación.
El día 21 de diciembre seguimos sin recibir ninguna explicación de quienes han sido los protagonistas de este drama.
¿Habrá habido falta de prevención? Lo ignoramos, y nos duele por el concepto que tenemos de los médicos, a los que acompañan siempre esos valores humanos inherentes a su profesión. (abuelo paterno),
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