La reina Isabel II de Inglaterra nombra sir a Alfred Hitchcock
Alfred Hitchcock es ya caballero de la Orden del Imperio Británico, por lo que estrena el año llamándose sir Alfred Hitchcock. A los ochenta años, que cumplió el pasado mes de agosto, el veterano director de cine ha sido honrado por la reina de su tierra natal, Inglaterra, con un galardón que le resuelve el último suspense de su vida: los británicos, en efecto, no se han olvidado de él, a pesar de que, como Charles Chaplin, abandonó su nacionalidad natural para hacerse norteamericano.
La lista de honores de la reina Isabel II fue, como la que todos los años firma fa soberana tras escuchar el consejo de su Gobierno, amplia y sorprendente. Con Hitchcock comparten galardones el cantante Cliff Richards (el Raphael inglés) y el futbolista Enilyn Hughes, antiguo capitán del Liverpool y actual jugador del Wolverhampton Wanderers.Hitchcock, el director de Psicosis y Pájaros, recibe su galardón después de seis décadas de trabajo en el cine, y lo ha celebrado en Los Angeles, donde vive, comiendo lo de todos los días: una hamburguesa con papilla. Lo mismo hizo cuando el American Film Institute celebró, ante él, el ochenta aniversario de su vida. En esa ocasión, aparte de comer, Alfred Hitchcock hizo una de las frases que mejor definen la síntesis de su carrera: «No sólo de miedo vive el hombre.» Es un hombre que no ha hecho frases, sino situaciones, pero aquella sentencia era también una biografía.
Alfred Hitchcock nació en el extremo oriental de Londres, en el seno de una familia de clase media, cuyo responsable era un tendero. En su origen, tanto Hitchcock como Margaret Thatcher, la primera ministra, hija de un tendero de Grantham, han corroborado otra frase célebre, aquella en la que Napoleón aseguraba que Inglaterra estaba habitada, sobre todo, por tenderos. Lo que no anunció Napoleón fue lo que podía hacer la descendencia de esa población mediocrática.
Reprimido y tímido, como católico perdido en un barrio de judíos pobres, pero ascendentes, Alfred Hitchcock ha sido un trabajador infatigable, al que le ha gustado poco hablar sobre la vida que desarrolla cuando no está detrás de las cámaras, o delante de ellas, para hacer un fugaz guiño al espectador de sus historias de suspense. La única biografía que ha autorizado se publicó en octubre, en Londres, y la hizo un británico. Como los periódicos que lee, sus biógrafos han de ser británicos. Recibir un galardón inglés, por tanto, ha sido para él una satisfacción definitiva. Fue aquel biógrafo británico, John Russell Taylor, quien contó lo que más le preocupaba a Hitchcock de su vida: que funcionara bien la anestesia local que iba a servir para extraerle una piedra del riñón, una operación que iba a prevenirle de llevar a cabo la rutina más deliciosa, aquella que le llevaba todos los jueves, a la misma hora, a cenar en el mismo restaurante de Los Angeles. Es, como Graham Greene, un británico de costumbres fijas y de calidad invariable.
Alfred Hitchcock, que ahora rueda su película número 54, se resiste a convertir su vida en una película, e insiste en que su vida está en el cine, en lo que ocurre cuando filma. Ahora se convierte además en un inglés de clase media al que la reina Isabell II acaba de armar caballero.
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