Los españoles juegan 6.500 millones más que el año pasado
Un total de 41.600 millones de pesetas se juegan los españoles en el sorteo extraordinario de lotería de Navidad que se celebra hoy: 6.500 millones más que en 1978, todo ello a golpe de paro, crisis y subida de los precios del petróleo. Todo un récord, incluso para un país de jugadores empedernidos. Solamente Madrid juega el 25% del total de la emisión. Los españoles siguen queriendo redimirse a través del juego. Unos pocos lo conseguiltán. Los demás tendrán que esperar a otro sorteo.
En el sorteo del año pasado solamente fueron necesarios 139 minutos para repartir algo más de 24.000 millones de pesetas en premios. Este año, minuto más, minuto menos, el tiempo será el mismo, pero no lospremios, que ascenderán a 29.120 millones de pesetas. Si Carlos III, el monarca inventor de la lotería, levantase la cabeza...Toca a muchos y a todos beneficia. Es el eslogan poco ocurrente del Ministerio de Hacienda, a quien sí beneficia de verdad. Un 30% de lo recaudado por la venta de la lotería va a parar al Tesoro. Este año, la friolera de 12.450 millones de pesetas, porque se ha vuelto a batir el récord: 41.500 millones de pesetas, frente a los 35.000de 1978.
País de jugadores. En 1,979, cada español jugó 4.500 pesetas en lotería. Y las previsiones hechas por el Servicio Nacional de Lotería auguran un nuevo incremento para, 1980, uno de cuyos sorteos, el del 12 de abril, estará dedicado al Mundial-82.
Suena a tópico, pero sigue siendo una verdad tan grande como una catedral: los españoles quieren redimirse por el juego. Sóla unos pocos lo conseguirán. La mayoría, casi todos, seguirán siendo fresadores, torneros, periodistas, ejecutivos, albañiles o alguno de los mil oficios existentes. De cualquier forma, uno de estos cinco niños será el culpable de que usted pueda ser millonario en la mañana de hoy, o por el contrario, tenga que esperar al sórteo del Niño, o a cualquiera de los cincuenta sorteos que se celebrarán en 1980: Juan Carlos Pérez Julíán, Daniel Ollero Gutiérrez, Joaquín Sánchez Rodríguez, Benjamín Alonso Pedreira o Francisco Carmeina Isarría, todos ellos del colegio de San Ildefonso;
Uno de estos cinco niños, en medio de una cantilena monótona y aburrida, a base de muchos cien-mil-peesetaas, gritará, ligeramente acongojado, a pesar de los dos meses que llevan practicando: doscientos - milloones - dee- peseeetas.
El año pasado, también el 22 de diciembre, le tocó cantar el gordo a José Ramón Hierro Flores, que es te año cantará números en lugar de premios. Lo hizo exactamente a las 10.46 horas de la mañana, rompiendo un tanto la tradición de los gordos madrugadores. A los her manos Caballero -Ernesto, Víctor, Amalia y Rafael-, a los trabajadores de la empresa Entre canales y Tavora, a- los de Electro do, Infilco, Academia Manjón y Muebles Malia, entre otros muchos, les había costado una hora y media convertirse en millonarios. No mucho, la verdad.
José Ramón cantó los doscientos - milloones - dee - peseeetas cuando su compañero había sacado la bola 15.640. En sus casas, de Madrid y Sevilla, José Luis Díaz y José Ramírez de Arellano tuvieron un ligero sobresalto. En particular el segundo, porque le hablan tocado veinte millones. El 15.640 había sido también el gordo de Navidad en 1956. En aquel año, José Luis Díaz, niño de San Ildefonso entonces, cantó el gordo. «Con mucha naturalidad», dijo veintidós años después. Le dieron entonces 5.000 pesetas, un vaso de leche y la promesa formal de costearle una carrera. Eligió la de sacerdote, pero después la dejó, se casó, tiene hijos y trabaja en Nutricia Ibérica. El mismo dinero, 5.000 pesetas, le dieron el año pasado a José Ramón. No ha pasado la carestía de la vida por el salón de loterías de la calle de Guznián el Bueno.
José Ramírez de Arellano se quedó de piedra cuando supo que le hablan tocado veinte millones de pesetas en el 15.640, el, mismo número con el que veintidós años antes se había hecho rico su padre. La administración de loterías número 8 de Sevilla, donde la familia está abonada desde siempre, repartió los dos gordos. La historia, en la lotería, también se repitió dos veces.
Los hermanos Caballero
A los hermanos Cáballero, de Muebles Caballero, les vino Dios a ver en la mañana del 22 de diciembre de 1978. La tienda de muebles de la calle del Conde de PeñalVer, 68, iba bien. Con sólo un dependiente, Angel, y una encargadado tenían problemas laborales. Pero la fábrica de muebles Malia, propiedad de la familia, situada en el kilómetro 18 de la carretera de Pinto a Fuenlabrada, era lo que se puede llamar una ruina. Ernesto, Víctor, Amalia y Rafael llevaban ya muchos días estrujándose el cerebro y los bolsillos para poder pagar la extraordinaria de Navidad a los casi noventa empleados. Y no había dinero.
Esa misma mañana, Enrique Barrio, entonces conductor de Malia, había acudido a la fábrica dispuesto a exigir la extra o, de lo contrario, a encerrarse en la fábrica con muchos de sus compañeros. Como Francisco Rodríguez, cincuenta años, casado, oficial de segunda, que entonces cobraba algo menos de 40.000 pesetas. Poco les duró su actitud, porque antes de las once eran millonarios y decidieron abandonar el encierro. Cinco millones cada uno, por participaciones de quinientas pesetas. Poco dinero, dirían luego, porque Enrique no podría alcanzar su objetivo de irse a vivir tranquilo al pueblo de su mujer, al lado de Gredos.
Ernesto, Víctor, Amalia y Rafael no quieren saber nada de periódicos ni periodistas. Tampoco confiesan cuánto les tocó en la pasada Navidad. Pero se cree saber que habían comprado cinco series enteras del número 15.640 en la administración de Doña Amparito, en Conde de Peñalver, 21. En total, 100.000 pesetas; esto es, mil millones en premios. Repartieron participaciones entre todos los empleados de Malia que quisieron jugar. Algo menos de la mitad. Los otros declinaron la oferta. Y eso les creó algo de mala conciencia a los Caballero, dos meses después, cuando decidieron acogerse al cierre patronal, no se sabe por qué mecanismo, y clausurar la fábrica de muebles. Entonces, además de I.a indemnización correspondiente, regalaron a los empleados a quienes no habla tocado la lotería un donativo, que en algunos casos alcanzó la cifra de 150.000 pesetas. Todos, los noventa empleados muchos de ellos hasta con diez millones, fueron a engrosar las filas del seguro de desempleo. Los Caballero sólo mantienen ahora la tienda de Conde de Peñalver y no se les conocen otros negocios, porque, como dice Angel, el empleado a quien no tocó la lotería, «los jefes son muy reservados para los asuntos del dinero. Ni nosotros, que somos de confianza, sabemos cuántos millones ganaron».
A la misma hora en que los empleados de Malia abandonaban el encierro, hace ahora un año, los trabajadores de Electrodo, en Capitán Haya, 43, descorchaban botellas de champán, compradas con premura en la tienda de la esquina. Codorníu, recuerdan. Habían caído casi 150 millones, a reparticiones entre los veinticinco trabajadores. La suerte la llevó Juanito Nevado, cobrador de la empresa, cincuenta y pico años. Era el 23.489, que cayo íntegro en Madrid. Juanito le propuso a Matéu, el jefe de personal, comprar el número. Le cayeron once millones. A Matéu, siete y medio, como a Corredor. A los demás, dos, tres, cinco millones. «Nadie ha dejado la empresa», cuenta Matéu. «Cada uno sigue en su puesto.» Juanito Nevado se compró un piso en Leganés y un taxi, y su única liberación ha sido dejar el turno de tarde. «Sólo hace el horario de la mañana.» «Los demás», añade, «me parece que no han hecho nada especial con el dinero. Algunos lo han utilizado para ayudarse a comprar un piso o un coche. Yo tengo los millones amartillados en el banco, a plazo fijo.»
Tampoco los delineantes de la empresa Infilco dejaron su trabajo por los millones que les tocaron en la lotería, como los de la cafetería Nebraska o los 33 empleados de la Confederación de Cajas de Ahorro de la calle de Alcalá.
Doña Amparito
Amparo Doménech Herrero, doña Amparito, dueña de la administración de loterías número 56, Conde de Peñalver, 21, a sus 72 años. aspira a alcanzar en poco tiempo la fama de doña Manolita. «Bueno, es difícil», reconoce. El año pasado vendió veinte de las veintitrés series del primer premio, y eso, también lo reconoce, es el mejor reclamo publicitario para la venta. Este año ha vendido 260 millones de pesetas en billetes. Sesenta más que el pasado. «Y eso porque nos equivocamos en el cálculo y tuvimos miedo de quedarnos con billetes, porque el 1 de diciembre se nos acabó la lotería. Hemos estado vendiendo lotería de otras administraciones durante las últimas dos semanas», dice.
Ha dado el gordo de Navidad en cuatro ocasiones, y el del Niño en cinco. La primera vez, en 1957. Once años después de venirse de Granada con los hijos y montar la administración. «Estuvimos once años sin dar el premio gordo. Creíamos que eso no existía. Pero, en fin, por eso digo a las loteras jóvenes, de cuarenta o 45 años, que tengan paciencia, que algún día empezarán a dar los premios gordos.»
Su vida, paralela a la de su administración de loterías desde 1946, está llena de anécdotas. Como la de aquel tercer premio del sorteo de Navidad de 1957, que se lo había vendido a unos madrileños que a los pocos días se fueron a Cuba y se quedó sin cobrar. O como el pasado año, según recuerda Rafael, hijo de doña Amparito, que dieron más de seiscientos millones en premios a una peña de la Academia Manjón, muy repartidos, entre ellos a un hermano del actor Máximo Valverde, que se presentó a los pocos días en la administración con un abrigo de visón, como no había visto otro igual en mi vida», para dar las gracias.
En 1967 dio nueve veces el gordo y catorce veces el segundo premio. En este último mes ha dado tres primeros premios de los cuatro sorteos celebrados. Numerosos empleados de la empresa de Entrecanales y Tavora han venido este año a comprar importantes cifras de lotería y a felicitar a doña Amparito, porque el pasado año les hizo ganar nada menos que ochocientos millones de pesetas. Muy, muy repartidos, eso sí.
El 2, número maldito
Toda la emisión de billetes se ha agotado prácticamente. Más de un 95%, según estimaciones del Servi cio Nacional de Loterías. En total, 32 series de 65.000 billetes cada una 2.080.000 billetes, que contrastan con el 1.755.000 que se jugaron los españoles el 22 de diciembre de 1978. Un total de 41.600 millones de pesetas invertidas en lotería, como ya queda dicho.
Como en años anteriores, la lotería sigue siendo centralista. En Madrid se ha vendido más del 25% de la emisión. Le siguen en venta, a bastante distancia, Barcelona, Valencia, Vizcaya, Alicante, La Coruña, Zaragoza, Sevilla, Málaga, Guipúzcoa y Oviedo. Las provincias donde menos lotería se ha jugado: Ceuta, Melilla, Soria, Telm ruel, Segovia y Cuenca, por este orden.
Madrid sigue teniendo la fama (el año pasado jugó más del 25% y recibió más de la mitad de los premios), aunque también carde un poco la lana: una gran parte de los premios correspondientes a los billetes vendidos en Madrid se fueron a provincias; es decir, sus portadores los compraron o encargaron en administraciones de lotería madrileñas. El español sigue siendo supersticioso y es más que corriente que los provincianos que vienen a Madrid hagan una paradita en la Puerta del Sol, en la administración de los herederos de Doña Manolita, o en las aledañas, para comprar unos décimos.
En total, este año, como el anterior, se reparten 10.149 premios (incluidos los populares reintegros y pedreas) por cada serie: más de novecientos millones.
De todos los números vendidos, 385.909 son de abonados. De gente que juega siempre el mismo número. Está claro que este es un país de supersticiosos. Los hay, con mucha frecuencia, que compran números que terminan en dos. Hay muchos amantes de las estadísticas que saben que la unidad dos no ha salido en el sorteo de Navidad desde hace cincuenta años. «Alguna vez tendrá que salir», se dirán. La cifra final que más veces se ha repetido es el cinco: veintisiete veces en total, aunque nunca terminó en 25. La cifra menos repetida en las unidades es el uno, que ha salido aún menos veces que el dos.
El gordo nunca ha terminado en los siguientes números correspondientes a decenas y unidades: 09, 10, 13, 21, 22, 25, 31, 34, 41, 42, 43, 51, 54, 59, 67, 72, 78, 82, 83 y 96. Claro que hoy se puede romper la racha. Las terminaciones de dos cifras más repetidas son 57 y 85, seis veces, y 75, cinco veces. Se han repetido las tres cifras finales, siempre del gordo, en los números 457, tres veces, y en el 094, 297, 400, 452, 515, 704, 758 y 892, en dos ocasiones.
Las cifras correspondientes a los millares que nunca han obtenido el primer . premio son las siguientes: 27, 37, 39, 41, 44, 51, 54, 56 y del 60 al 65. En cuatro ocasiones, el gordo ha correspondido a números terminados en tres cifras iguales: 25.444, 25.888, 35.999 y 55.666. En las cuatro ocasiones el número de la unidad de millar fue el cinco, que parece configurarse como el número de la buena suerte de la lotería española. Por lo menos el .más solicitado, al decir de representantes del Servicio Nacional de Loterías.
El sorteo comenzará a las ocho y media de la mañana, como en años anteriores. Casi setecientas personas (la capacidad del salón de loterías) podrán presenciarlo en directo. La suerte estará una vez más en los veinte niños del Colegio de San lldefonso, de huérfanos de funcionarios, que cantarán los premios. Son los niños del colegio más antiguo del mundo, fundado en 1478, catorce años antes de que Colón descubriera América.
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