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Vuelta a las posturas críticas

A los actuales estudiantes en la Universidad Autónoma de Madrid los relojes eléctricos se les habían parado a las 6.30, como a sus antecesores se les pararon en Joan Báez y en Pete Seeger. Uno de los primeros días de la transición a la democracia un estudiante contestatario dijo por última vez antes del advenimiento de los nuevos sindicatos: «Los estudiantes, con sus representantes.» Y se calló hasta ahora. Hasta el Estatuto de Autonomía, como llaman popularmente al proyecto de ley de Autonomía Universitaria.Según todos los indicios, las manifestaciones contra el proyecto son el tránsito desde el pasotismo hasta la movilización. Las escaramuzas que se produjeron después de la muerte de Arturo Ruiz y de la invasión de la facultad de Derecho de la Universidad Complutense por un grupo ultraderechista fueron en los últimos años los únicos gritos de alarma de un sector de la vida española conceptuado hasta entonces como especialmente contestatario. Pero la aparición del Estatuto provocó la inmediata organización de comités y juntas y la convocatoria de huelga previa a la manifestación. Como primeras reacciones, fueron suprimidas las clases y las sesiones de laboratorio,

En una semana han vuelto las viejas asambleas, hoy con resabios de congreso, gracias a las asequibles instalaciones electrónicas caseras, y han vuelto los eslóganes, construidos casi siempre en pareado y en tono humorístico, al viejo estilo. Los estudiantes parecen haber incorporado las nuevas claves del marketing a la difusión de sus reivindicaciones, como demostraba el siguiente dialoguillo inserto en un cartel: «¿Sabe usted que habrá manifestación?» «Sí.» «¿Y a quién se lo dijo?» «A mi vecina Nicolasa y a mi sobrina Pepi.» Sin embargo, la consigna que simplificaba el sentimiento de los huelguistas resultaba más expeditiva: «La ley de Autonomía es una porquería.»

A las 12.30 de ayer, varios miles de alumnos de la Universidad Autónoma se congregaron en el pabellón polideportivo para recomponer los planes. Las tasas académicas, la amenaza que entrevén con la institución de las universidades privadas, la pérdida de capacidad directiva ante la figura de un consejo social cuyas atribuciones rebasarían al claustro y otras aportaciones del Estatuto de Autonomía han supuesto el regreso a una época en la que la universidad asumía posturas críticas vanguardistas.

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