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El amateurismo, un interrogante sin resolver

Dwight Stones, norteamericano que cumplirá veintiséis años el próximo día 6 de diciembre, fue el primer atleta en el mundo que superó la barrera de los 2,30 metros en salto de altura. Entre 1973 y 1976 dominó su especialidad con una autoridad casi total, aunque sólo pudo obtener medallas de bronce en los Juegos Olímpicos de Munich, 1972, y Montreal, 1976. Su proceder contestatario y anárquico le provocó siempre numerosos problemas, pero el principal fue la suspensión el 29 de junio de 1978 por quedarse con más de dos millones de pesetas ganadas en un concurso televisivo.

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Su rehabillitación, eljueves pasado, ha vuelto a poner de actualidad la difícil frontera amateurismo-profesionalismo. Ser deportista olímpico-coubertiniano a sólo veinte años del siglo XXI es ya una quimera o, como poco, un alarde circense entre mago, prestidigitador y equilibrista.El Comité Olímpico Internacional, máximo organismo rector del deporte mundial, se ha enfrentado (como se enfrenta ahora) a muchos problemas a lo largo de su historia. En la actualidad, tal vez sean las injerencias políticas las que acaparen la atención, pero antes de ello su gran caballo de batalla ha sido, desde siempre, la definición del amateurismo. Si en los primeros tiempos olímpicos era relativamente fácil ser lo que se entiende normalmente como deportista amateur, es decir, aquel que no percibe dinero alguno por realizar ese ejercicio físico, con el paso de los años las complicaciones -sin soluciones claras nunca- fueron cada vez mayores.

Jim Thorpe, atleta indio, sioux, norteamericano, ganó el pentatlón y el decatlón en los Juegos Olímpicos de 1912, en Estocolmo, pero antes, incluso, de la entrega de medallas se las negaron, acusado de haber sido profesional, durante tres meses de 1909, en el fútbol americano. Aunque años más tarde fue rehabilitado, Thorpe, considerado como uno de los más grandes atletas de todos los tiempos, no se recuperó ya de una de las mayores injusticias cometidas jamás con un deportista, y acabó muriendo en la miseria.

Otros descalificados famosos

A continuación de Jim Thorpe, sólo dos atletas más, campeones olímpicos, han sido descalificados por problemas de profesionalismo. En 1932 lo fue Paavo Nurmi, «el finlandés volador», como se le conocía, primer rey del medio fondo y fondo mundiales, antes de la aparición del checoslovaco Emil Zatopek. En 1976, a mediados de noviembre, el francés Guy Drut, ganador de la medalla de oro en los 110 metros vallas de Montreal. Otros atletas famosos, implicados igualmente en el tema, fueron el francés Jules Ladournegue, en 1932, como Nurmi, o los suecos Gunder Haegg, en 1945, y Dan Waern, en 1961, todos ellos mediofondistas y recordinen del mundo.

El 29 de junio de 1978 la AAU, Unión Atlética Amateur federación de Estados Unidos que controla siete deportes, entre ellos el atletismo y la natación, descalificó a perpetuidad a Dwight Stones, ex recordman del mundo de salto de altura, con mejor marca de 2,32 metros en 1976, por quedarse el dinero ganado en el programa Superstars de televisión; Kate Schmidt, ex recordworrian mundial de lanzamiento de jabalina, la pentatleta Jane Frederick y la mediofondista Francie Lameu fueron recalificadas casi inmediatamente al devolver sus sumas, muy inferiores a las de Stones, que obtuvo más de dos millones de pesetas en una ocasión y la mitad poco tiempo después. El saltador, contestatario largo tiempo de la AAU con sus exigencias de libertad de acción -en Montreal pidió llevarse a la villa olímpica a su novia, por ejemplo-, se enfrentó a los federativos y entabló querella sin devolver el dinero. Ahora, al cabo de dieciocho meses sin que haya variado su postura, al menos que se conozca, se le ha rehabilitado sospechosamente, cuando flotan en el ambiente norteamericano los deseos de revancha a todos los niveles con la URSS, gran triunfadora en los pasados Juegos Olímpicos de Montreal. VIadimir Yaschenko, nuevo recordman mundial, con 2,34 metros al aire libre y 2,35 en pista cubierta, que sufrió recientemente una operación de rodilla, continúa siendo el gran favorito para Moscú; pero Stones podría así tomarse la revancha de Munich y Montreal, donde sólo obtuvo terceros puestos.

El caso, sin embargo, aunque nuevo por sus características -en los Superstars Stones participó en varios deportes, pero no en atletismo-, no ha hecho más que recordar el verdadero problema de un amateurismo imposible de mantener en los tiempos actuales por los atletas de élite. Sin salirse en este caso del atletismo, es notorio que las principales figuras cobran sumas importantes en las reuniones internacionales y por declararlo fue descalificado Guy Drut. Recalificado parcialmente después, también acabó por retirarse. Hasta el año pasado «lo legal», según la IAAF, federación internacional, era dar a cada atleta invitado cinco dólares -350 pesetas- como dietas, un máximo de cien -7.000 pesetas- como premio en regalos (no en dinero) y gastos de desplazamiento durante 45 días. Ya en Edimburgo, en octubre de 1978, se debió tapar el escándalo porque hasta cuarenta atletas se embolsaron grandes sumas especulando con los viajes. Ahora, en 1979, las cifras han sido de diez dólares -setecientas pesetas-, 250 -17.500- y sesenta días. En cualquier caso, estas cifras no se cumplen y todo se tapa. Sólo casos como el de Stones o Drut se toman como cabezas de turco, pero el interrogante sobre el tema sigue sin contestación válida

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