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Juan Pablo II subrayó en estambul los puntos de contacto ente el cristianismo y el Islam

Juan Arias

Juan Pablo II, en la capital turca, dirigiéndose a la minúscula comunidad de católicos, citó ayer el Corán, al que llamó «el libro sagrado de los musulmanes». Leyó el sura 32,8, que dice: «Al hombre, aunque está hecho de polvo, Dios le ha soplado su espíritu y le ha dado oído, vista y corazón», es decir, comentó el Papa, «inteligencia». Comparó estas palabras de la «Biblia islámica» con el libro del Génesis, donde se dice que «el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios».

Hablando a estos católicos, que pueden celebrar su culto religioso sólo en algunas embajadas occidentales, el Papa no les invitó a ser «misioneros» para «convertir» a los musulmanes. Ouedaban muy lejos, oyendo hablar ayer a Wejtyla, los tiempos tristes de las cruzadas y de las guerras santas entre católicos y mahometanos. El Papa les dijo a los católicos turcos que «la fe profesada en común por los descendientes de Abraham -cristianos, musulmanes y hebreos-, cuando se vive con sinceridad y encarnada en la vida, es un fundamento seguro que da la dignidad, la fraternidad y la libertad de los hombres y principio de recta conducta moral y de convivencia social».Puso también de relieve el Papa que el Concilio habla ya declarado que «la Iglesia mira con estima a los musulmanes, los cuales adoran, junto con los cristianos, el dios único, viviente, subsistente, misericordioso y omnipotente», y les recordó que los mahúmetanos «ven a la madre virginal María y hasta la rezan y esperan, también, en eljuicio universal».

Dirigiéndose no sólo a los musulmanes turcos, «sino también al vasto mundo islárnico», el Papa afirmó: «Yo, hoy, de nuevo, desde esta tierra, expreso la estima de la Iglesia católica por estos valores religiososde los musulmanes ».

Tensa visita a Santa Sofía

La visita a Santa Sofía del Papa era esperada con gran expectación y mucha- preocupación por parte del Gobierno turco. Las autoridades pidieron al Papa que no hiciera ningún gesto religioso en la ex basílica cristiana que fue conquistada y destruida por los musulmanes, convertida luego en mezquita y mausoleo de los sultanes, y que hoy es sólo un museo. El gesto de Pablo VI, que en 1967 se arrodilló para rezar en el centrode la ex iglesia cristiana, desencadenó entonces manifestaciones airadas de jóvenes musulmanes. Hoy, una actitud similar habría podido ser aún peor, dada la tensión que existe.El papa Wojtyla entró casi empujado y en vilo por los fotógrafos y periodistas. Un experto de arte del Gobierno, acompañado por el ministro de Asuntos Exteriores, hizo de cicerone del Papa. Juan Pablo II miró todo.

Cuando llegó al punto en donde hace doce años se arrodilló Pablo VI hubo un momento de suspense. El papa se detuvo. Se quedó inmóvil. Levantó los ojos y los clavó en el bellísimo mosaico bizantino de la Virgen que tenía ante su vista. Y se quedó así, sin parpadear, durante dos minutos exactos de reloj. El cicerone tuvo que dejar de explicar. El ministro turco se puso muy nervioso. El sustituto de la Secretaría de Estado, monseñor Martínez Somalo, sonrió. El cardenal Casaroli, secretario de Estado, miró al suelo.

El Papa, después de estos dos minutos, y como saliendo de una larga distracción, se puso a andar de nuevo, como si no hubiese pasado nada. Al salir del museo, en la puerta, volviéndose de repente, repitió el gesto, quedándose fijo, mirando a la Virgen sin moverse, Por si alguien no lo había entendido.

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