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Suárez, satisfecho con la actitud francesa ante el problema del terrorismo en el País Vasco

El presidente del Gobierno español, Adolfo Suárez, comentó ayer en privado, en París, que regresaba a Madrid «satisfecho con la actitud del Gobierno francés ante el problema del terrorismo en el País Vasco». El presidente Suárez, después de eludir ante los informadores la cuestión vasca y de insistir en que «se ha roto el hielo en las relaciones hispano-francesas», añadió sobre el tema más importante de su visita oficial a Francia: «Era impensable que en el momento actual español, mientras Javier Rupérez permanece secuestrado, este tema no fuera tratado en profundidad. Yo marcho satisfecho a Madrid», insistió Suárez.

Se ha roto el hielo, desaparecieron los malentendidos, «si es que los hubo»; se ha establecido un nuevo clima muy cordial entre París y Madrid, y todo ello en cuarenta y ocho horas o en menos tiempo incluso, como puntualizó el propio Suárez en una conferencia de prensa con la que cerró su visita oficial a Francia. Podría afirmarse incluso, a la vista de las declaraciones oficiales de ambas partes -los portavoces franceses calificaron las conversaciones de Suárez en París de muy positivas-, que se ha realizado un milagro transpirenaico, cuyas claves se desconocen.A pesar del optimismo oficial imperante, en el plano de los resultados concretos y tangibles escasean los datos o las pruebas. Sobre el terrorismo, Suárez se limitó a decir en público que informó a las autoridades francesas de la preocupación hispana sobre el terrorismo internacional y, en particular, sobre el que asola al territorio español, y se negó a decir si Francia hizo algún gesto o dio respuesta (sólo en privado confirmó estar «satisfecho de la actitud gala»). En relación con la crisis del Sahara, Suárez dijo que no hay concertación París-Madrid, y recordó las divergencias en la cuestión, como el reconocimiento por España del derecho de autodeterminación saharaui. Silencio sobre Guinea Ecuatorial, a pesar de que se anunció una concertación entre ministros de Exteriores, y confirmación de que en el camino que ha de llevar a España a la CEE «existen problemas, pero no obstáculos». Por último, Suárez dijo: «No se ha establecido un eje París-Madrid.»

¿Qué es lo que se ha construido entonces en esta visita a París de día y medio? Dos días antes del viaje, los portavoces del Elíseo y de la Moncloa insistían en que las cosas estaban mal, que el hielo estaba duro, y, por parte hispana, se recordaba que ETA se paseaba con facilidad por el País Vasco francés. Ahora, de pronto, el cambio. Suárez sonrió cuando se le interrogó sobre si el hielo o los problemas rotos en este viaje eran «personales o de protocolo» (cortas alusiones a supuestos celos en el diálogo privilegiado que mantienen los palacios del Elíseo y de La Zarzuela, o al deseo hispano de que las conversaciones de ejecutivo a ejecutivo entre ambas capitales discurran entre Giscard y Suárez). ¿Era este solo el problema? Sería muy difícil creerlo, ante la larga lista de temas pendientes a uno y otro lado de la cordillera pirenaica.

Además, el propio Suárez, que comio primero en el Elíseo con Giscard, como deseaba, ha rechazado la idea de un diálogo privilegiado y a nivel de «cumbre» con París -el portavoz de Raymond Barre también suprimió el térinino «cumbre»-, que al final quedó reducido en un intercambio anual de visitas entre el jefe del Gobierno español y el primer ministro de Francia.

En todo caso, parece cierto que en París se tratará, en el aspecto formal, a España de tú a tú. Suárez dijo: «El diálogo ha discurrido de igual a igual y sin ningún tipo de complejos por parte española.» Suárez, para empezar, saludó a los políticos franceses con un castizo Ça va?, e incluso, invitó a Giscard d'Estaing, en el Elíseo, a visitar su pueblo natal, Cebreros, en la provincia de Avila.

Todo ello puede ayudar a entender el ailibiente ciertamente más relajado que otras veces, aunque los problemas perduran. Permanece el tema vasco y queda también en pista la cuestión del ingreso de España antela CEE. Se ha buscado una nueva fórmula para explicar este segundo tema: se habla de problemas y no de obstáculos, se dice que no se dialoga cara a,cara, sino uno al lado de otro, y ambas partes tienen mucho cuidado en señalar que quien negocia es el Consejo de la CEE, para no levantar resquemores en Bruselas, adonde Suárez viajará antes de finales de año para saludar a Roy Jenkins y para, también, romper el hielo y los equívocos, aunque sean menores.

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Por lo demás, España apoyará a Francia en la idea de celebrar una nueva Conferencia Europea de Desarme, al término de la próxima reunión en Madrid de la Conferencia Europea de Cooperación y Seguridad. Suárez reiteró su discreto «no» a la OTAN, por el momento. con la frase de hay que darle «tiempo al tiempo», y se declaró satisfecho de las posibilidades de cooperación de las políticas exteriores de ambos países en Europa, Africa e Iberoamérica. También agradec ló a Raymond Barre, invitado oficial a Madrid, para 1980, la carta por la que garantiza a los emigrantes españoles un trato especial, al margen de la nueva y dura legislación gala, de la que también son excluidas otras comunidades migratorias,como griegos, portugueses y oriundos del Magreb.

Regreso a Madrid

El presidente Suárez regresó anoche a Madrid y fue recibido, en el aeropuerto de Barajas, por el vicepresidente primero del Gobierno, el ministro del Interior y los miembros de la Junta de Jefes de Estado Mayor. Tras una breve conversación con las personalidades que habían acudido a recibirle, Suárez hizo una declaración a los periodistas en la que destacó la existencia de un clima «óptimo» en las relaciones Madrid-París.

Al insistirle los informadores sobre nuevos detalles en torno al tratamiento dado a la cuestión terrorista, el presidente contestó: «He dicho en la conferencia de prensa en París que, evidentemente, no haría más comentarios sobre este tema.» Se limitó a indicar que había realizado, junto con las autoridades francesas, un análisis de dicha situación.

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