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"Ayatolla" Chariat-Madari: "la extradición del sha no es un asunto tan esencial"

Al principio de este año, muchos velan en él un hombre clave de la revolución iraní. Su liderazgo religioso hacía pensar que lograría un lugar destacado en el nuevo régimen. Sin embargo, el ayatollah Chariat-Madari, después de dar varias muestras de disconformidad, prefirió ocupar uno de los márgenes del proceso revolucionario. Su rostro ya no aparece en la televisión ni en los periódicos. Sólo se puede ver en los tenderetes de vendedores de posters que rodean la gran mezquita de Qom. Según él, la revolución iraní no ha seguido la senda correcta que marcan los preceptos islámicos.

«Por ahora, Jomeini ocupa el primer lugar en la política, pero en el aspecto religioso hay otros líderes además de él.» El ayatollah Sayed Kazem Chariat-Madari tiene una sonrisa más traviesa que maliciosa. Habla con voz débil y calmada. Sus ojos pequeños no son ambiciosos como los del ayatollah Bejesti, ni coléricos como los de Jomeini. Tiene una dulzura en su rostro semejante a la del extinto Talegani. La luz, amarilla, entra por la ventana y rebota en las paredes gris perla, dando un aspecto de extraño halo a las hebras blancas de su barba.La habitación en que nos recibe, al enviado especial de la agencia Colpisa y a mí, está desprovista de cualquier objeto. Sólo dos alfombras cubren el suelo. Desde unas cuantas habitaciones desnudas corno esta se derribó el trono del Palio Real de los Pahlevi.

Chariat-Madari estaba destinado a suceder, en la cabeza de la jerarquía chiíta al ayatollah Burudjerdi, muerto en 1961. Hasta entonces, nadie había escuchado hablar de Jomeini. Chariat-Madari fue, hasta la vuelta del exilio del actual líder iraní, la cabeza espiritual de la ciudad santa de Qom.

Desde la pobre mezquita situada frente a su casa, Charial-Madari repitió llamamientos a la prudencia en vísperas de la caída del sha: parecía escandalizado por tantas muertes en las calles.

Durante pocas semanas, Chariat-Madari formó parte del primer Gobierno de la República Islámica. Admirado por sus grandes conocimientos, fue nombrado ministro de Cultura. Poco después, dimitió. Hace ya años, eran proverbiales sus deseos de modernización. Chariat-Madari no ponía tanto énfasis en la necesidad del uso de la vestimenta tradicional y buscaba hacer conocer el Islam a través de los nuevos medios de comunicación.

Cuando el Consejo de la Revolución era todavía un órgano absolutamente anónimo, se pensaba que Charlat-Madari era uno de sus miembros. Sin embargo, no es así. Anteponiendo la práctica espiritual a la política, Chariat-Madari dice hoy: «Creo que ahora estoy en una posición más importante que la de miembro del Consejo de la Revolución.»

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«Sólo se dedica a la oración»

Cuando en Teherán se pregunta por Chariat-Madari, la respuesta es siempre: «Está en Qom. Sólo se dedica a la oración.» «Yo intervine en la revolución, pero no soy responsable de lo que se ha hecho», afirma. Chariat-Madari, uno de los pocos iraníes que se resisten en dar a Jomeini tratamiento de imán, suspendió sus meditaciones el viernes pasado para recibir al enviado especial de EL PAIS.

«Estoy muy preocupado», dijo Chariat-Madari, «pero creo que, con la ayuda de Dios, se terminará haciendo la paz.»

En un principio elude la pregunta: Si su santidad hubiera estado en el lugar de Jomeini, ¿habría aprobado la ocupación de la embajada norteamericana? «Yo no he estado ni estoy en el lugar de Jomeini», contesta. Pero luego añade: «Bueno, le voy a responder. Si yo hubiera estado en el lugar de Jomeini, tal cosa no habría sucedido, porque hay gente que ha metido las manos en nuestras cosas y ha interferido en estos tenias. Son esas las mismas personas que han empujado a la gente para que considere esencial la extradición del sha. Parece que ésta es la máxima aspiración de los iraníes, pero yo creo que no es un asunto tan esencial.»

«La ocupación de la embajada se ha hecho en nombre de la revolución, no en nombre de las leyes islámicas. Estas cosas pasan en todas las revoluciones. Habrá compromiso si los americanos actúan razonablemente. Estados Unidos sabe bien lo que deberían hacer, pero no me pregunten a mí qué es lo que debe hacer Estados Unidos, porque, si dijera algo, no valdría para nada», añade.

«La revolución debería haberse hecho según las reglas del Islam»

¿Ha ido la revolución demasiado deprisa? «Sobre esto hay diversas opiniones», dice. «Yo creo que debería de haberse hecho según las reglas del Islam. De todos modos, cada revolución tiene cosas buenas y cosas malas. La misma palabra revolución significa inestabilidad. Ya he dicho que yo aconsejé en un principio, pero no me he visto envuelto en la práctica, mi silencio se debe a que creo que Irán está pasando por un momento muy delicado... Hay dificultades en el presente y las habrá en el futuro. Por ahora, los problemas económicos son muy graves... Si digo lo que pienso, podría haber divergencias. Yo tengo mi opinión sobre lo que pasa, pero no la doy. Repito: traería problemas. Somos varios los ayatollahs que estamos en esa misma posición.»

Fuera, en la calle, miles de iraníes han aprovechado el día de descanso semanal para visitar la gran mezquita de la ciudad santa de Qom. En los tenderetes se ofrecen látigos penitenciales con mango de plástico y enormes fotos con las figuras de Jomeini, Talegani y Chariat-Madari. Aún menos que en Teherán, en Qom no se respira ninguna tensión, casi no hay carteles políticos y sólo se ven hombres armados enfrente de las casas de Jomeini y Chariat-Madari.

¿Es posible la guerra? «No, la guerra no estallará. Cada guerra tiene sus particulares razones. Yo creo que Estados Unidos no atacará. Después del triunfo de la revolución, todos los iraníes desean vivir en libertad. ¿Por qué Estados Unidos va a querer quitamos la libertad lograda? ¿Qué quiere América, atacar a Irán o recuperar sus rehenes?», dice Chariat-Madari.

Aprovechando el tiempo que ocupa la traducción entre pregunta y respuesta, Chariat-Madari va hojeando un libro que tiene todo el aspecto de acabarle de llegar. No ha perdido la sonrisa hasta la última pregunta: ¿Qué le parecieron los ajusticiamientos dictados por los tribunales revolucionarios?

El rostro del ayatollah se entristece: «Dios quiera que estos tribunales no vuelvan a funcionar.

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