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Viaje del presidente Suárez a Francia

Suárez abordará en París temas relativos a la candidatura de España a la CEE, Sahara, Guinea Ecuatorial y País Vasco

El presidente del Gobierno, Adolfo Suárez, inicia mañana en París una visita oficial, de día y medio de duración, y en la que se abordarán, entre otras, tres cuestiones de especial interés para España, como lo son la candidatura al ingreso en las comunidades europeas, la crisis del Saltara y la situación del País Vasco. El presidente Suárez, que llega a París con un año de retraso según el calendario previsto por el presidente Valery Giscard d'Estaing, y mientras continúa sin solución el secuestro del diputado de UCD, Javier Rupérez, viajará acompañado de los ministros de Asuntos Exteriores, Comercio, Industria, Relaciones con la CEE y Agricultura, y no se excluye que a esta comitiva se sumen también los titulares de Transportes y Trabajo.

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Un año de retraso en este viaje a París, ofrecido por el presidente Giscard d'Estaing en Madrid, en junio de 1978, para intentar institucionalizar dos encuentros anuales hispano-franceses al más alto nivel y siguiendo la pauta actual de las relaciones París-Bonn, ha sido la causa formal para situar las relaciones transpirenaicas en un momento dificil en el que la tensión y la frialdad podrían quedar resumidos en la idea de que, hoy por hoy, impera la desconfianza entre ambos Gobiernos. Por ello, el objetivo esencial del viaje no es otro que la ruptura del hielo y la búsqueda de una nueva etapa en las relaciones de ambos países, que se espera habrá de comenzar a partir del próximo martes, cuando concluya el encuentro.A la vista de la importante delegación ministerial que acompaña a Suárez -la más amplia que jamás asistió al presidente en sus desplazamientos- es de esperar que tanto el ternario de las conversaciones como sus resultados sea tan político como técnico. En los últimos meses y semanas hubo una intensa preparación de este encuentro en la cumbre que tiene en su programa temas bilaterales y multilaterales y, entre ellos, uno esencial que incluye esta doble perspectiva: la candidatura de España al ingreso en la CEE, vista a la vez desde la órbita comunitaria e hispano-gala. Mucho se ha insistido en Madrid y París en que los debates sobre el tema comunitario no constituyen un doblaje o sustitución de las negociaciones que España mantiene con el Consejo de Ministros de la CEE, asistido por la Comisión Europea, en Bruselas. Pero la realidad es que, en definitiva, se suplantan parte de las funciones del ejecutivo comunitario y que este ejemplo corre el riesgo de ser repetido con otros países si los demás Estados de la CEE piden al Gobierno español igual trato para dirimir a los dos contenciosos bilaterales del ingreso en la CEE.

Es cierto que este tema tiene en Francia una especial dimensión por sus repercusiones en la política interna gala, y ello es la excusa o argumento que justifica, en parte, este diálogo. Ahora, en París, a donde viajará Leopoldo Calvo Sotelo acompañando a Suárez, pueden surgir tres temas concretos: los plazos de la negociación y de las adaptaciones transitorias una vez que España ingrese en la CEE, los problemas agrícolas y los trabajos del llamado comité de sabios o notables, creado por el Consejo Europeo a instancias de Francia.

Sobre el primer tema, calendarios, son conocidas las posiciones de partida. España desea que se garantice la fecha de 1983 como tope para el ingreso en la CEE y pide, a partir de entonces, un período transitorio único y global que equilibre cuestiones dispares y de distintos intereses, como podrían ser mano de obra y agricultura frente a industria y siderurgia, por ejemplo. Francia no quiere pronunciarse sobre la fecha de 1983 -las declaraciones de Barre abundan en esta idea, que podría comprenderse más si se recuerda que en 1981 habrá elecciones presidenciales en Francia- y desea, por el contrario, varios períodos transitorios, tipificados por temas y breves en tiempo. España desea también conocer la posición francesa sobre la actual reforma de la Política Agrícola Comunitaria (PAC) y, por último, recibir información sobre los trabajos del comité de notables, en el que participa el francés Marjolin. Teme España que estos estudios del comité soliciten una reforma de los Tratados de París y Roma de la CEE y, por ello, constituyan la causa formal de un retraso importante para el ingreso hispano en las comunidades.

Sabara y Guinea Ecuatorial

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En el plano de la política exterior -no comunitaria- se cree que el diálogo, en el que ha de participar Marcelino Oreja, discurrirá por los siguientes temas: crisis del Sahara y de Oriente Próximo, ambos a la luz de los últimos acontecimientos y de la visita de Arafat a Madrid, situación y padrinazgo de España en Guinea Ecuatorial, participación hispana en la cumbre de los no alineados, preparativos de la Conferencia Europea de Seguridad y Cooperación y reciente visita a Madrid de Andrei Gromiko. Aparte de los datos específicos de cada una de estas cuestiones, y de otras que, como la crisis iraní, pueden surgir en el diálogo, a Francia -como a muchos otros países, España aquí incluida- le interesaba conocer las reales intenciones de Suárez en política exterior y su posible ubicación o no en el bloque atlántico. En París, como resultado concreto de este diálogo, podría nacer una concertación sobre el Sahara, ahora que los dos Estados parecen defender el papel de no intervencionistas.

En el terreno de las relaciones comerciales, el ministro García Diez no deberá encontrar temas de enfrentamiento con su amigo Deniau. Está, eso sí, la cuestión latente del déficit comercial galo frente a España; la marcha de los trabajos de la Tokio Round sobre reforma del GATT, y la segunda convención de Lomé, que ya forma parte del acquis (activo) comunitario que España deberá aceptar con el ingreso en la CEE.

El capítulo del ministro de Industria, Carlos Bustelo, será mucho más amplio. Se analizará la posible cooperación hispano-francesa en el terreno de la informática y de las aportaciones que Francia tendría en este terreno para abastecer a la Administración española de cerebros electrónicos que desempeñen el papel de banco de datos. También está aquí la industria del automóvil. Preocupa en Francia la presencia en la península de Ford y General Motors y se desea conocer la actitud del Gobierno hispano sobre el futuro de Motor Ibérica, que está en franca crisis, y sobre cuya renovación pugnan varias firmas internacionales en busca de su espacio comercial. El tema de las centrales nucleares que España no quiso comprar a Francia también podría renovarse en este diálogo.

El ministro de Transporte, Salvador Sánchez Terán, que se espera se incorpore a la comitiva, tiene varios temas en su cartera: conflicto entre Iberia y Air France; línea férrea de Canfranc; autopistas hispano-galas y en especial la del valle de Arán; análisis de la marcha de la cooperación Airbus, y posiblemente sobre el cohete Arian, y la pesca. Sobre este último tema, Francia dirá en este caso que es competencia comunitaria.

Por su parte, el titular de Agricultura, Jaime Lamo de Espinosa, recibirá cuestiones tradicionales relativas al futuro de la leche de la cornisa del norte de España y a sus derivados (mantequilla, quesos, etcétera), importaciones hispanas de Estados Unidos de soja y maíz, y de carne de Argentina y Uruguay. Asimismo, han de surgir interrogantes sobre el vino y el futuro de los nuevos regadíos en el sur de la península.

El ministro de Trabajo, Calvo Ortega, podría incorporarse desde Bruselas para hablar de la ley de emigración Stolery, aunque se cree que Francia dará a España un trato especial en este apartado, como país candidato al ingreso en la CEE.

Por último, nos queda el tema del País Vasco. Es duro, para Suárez, mantener un viaje a París cuando el jefe de las relaciones exteriores de UCD, Javier Rupérez, permanece preso. Es duro y demuestra un gesto implacable del presidente que posiblemente aborde el tema en su conversación privada con Giscard d'Estaing, a media mañana del lunes. Se sabe que los franceses no desean confirmar que el tema ETA les concierne, y Suárez, al declararse satisfecho de la actitud gala, les ha dado parte de razón. Pero la cuestión está ahí y latente y deberá recibir un nuevo impulso en la capital francesa, donde Madrid espera que se inicie un diálogo de igual a igual, y donde .París comprobará si los españoles están dispuestos a aceptar este reto sin complejos.

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