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Crítica:ZARZUELA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Revision de "La bruja" de Ramos Carrión y Chapí

Con La tempestad, La bruja cimentó la fama de un Chapí que cuando no pisaba el terreno de la ópera se acercaba mucho a ella. Pues esto es la llamada «zarzuela grande»: una suerte de ópera «a la española», que, con frecuencia, tenía más de lo primero que de lo segundo. Pintaba «nacionalismo», «casticismo» y «sainete», y un músico del talento y la gracia de Ruperto Chapí alcanzó por esa vía los triunfos que le dieron mayor popularidad y permanencia: La revoltosa, El tambor de granaderos, y tantas más.Extraordinario, cuando practicó un casi operetismo, de gran finura de trazo, Chapí dejó, en El rey que rabió, la muestra más granada de su ingenio. Con las dos «zarzuelas grandes» citadas, Curro Vargas completa la trilogía más interesante del Chapí maduro. A propósito, no me explico cómo no se repone la última obra citada, a pesar de haber tenido defensores de autoridad y competencia, tal Oscar Esplá o Julio Gómez, quienes la sitúan, con razón, en la misma antesala del Falla de La vida breve.

Teatro de la Zarzuela

Compañía Lírica Titular. Director: Joaquín Deus. La bruja, de Ramos Carrión y Chapí (nueva versión de Ramos Durán y Moreno Buendía). Intérpretes: J. Meneses, R. Jiménez, C. Decamp, M. Grijalba, A. Font, J. y R. Castejón, E. Gimenez. Coro titular. Director: José Perera. Ballet. Director: A. Lorca. Escenarios: Francesch. Figurines: Cornejo. Representación de referencia: 15 noviembre.

No escaseó el. entusiasmo, en críticos, profesores y público, para la partitura de La bruja, de cuyo papel central masculino hacía creación Miguel Fleta. Y es que aquí todos los rasgos característicos del músico alicantino -popularismo, humor, lirismo de alto empaque, buena construcción teatral, refinada instrumentación y hasta, a veces, un punto de hinchazón retórica- aparecen fundidos para servir un argumento muy del gusto de la época, largamente desarrollado por Miguel Ramos Carrión y extensamente musicado por su colaborador.

La bruja, estrenada en la Zarzuela en diciembre de 1887, pasó pronto a Hispanoamérica, e incluso, a finales de 1895, despertó el entusiasmo del público de Praga. Hacía bastante tiempo que no se daba La bruja en Madrid (quizá desde que la cantó Pedro Lavirgen) y ahora vuelve en versión más que actualizada, reducida, trabajo en el que Miguel Ramos Durán, nieto de Ramos Martín, y el director y compositor Moreno Buendía, han demostrado respeto y sentido práctico. El «tempo» de los espectáculos actuales exigía la remodelación, sin que, por otra parte, «se perdiera ni una sola de las bondades de la obra».

Yo diría que hasta se ha conservado cierta dosis de ingenuidad, y que, a pesar de la síntesis, siempre conveniente, no será el interés del argumento, adornado por una presentación acertada, dentro de la línea ingenuista, y el concurso de varios números de «ballet». Nada de eso ha hecho «buen teatro», en tanto la música de Chapí -jota, romance, aria de Leonardo, conjuntos- es no sólo lo mejor del todo, sino lo más teatral.

Cantaron Josefina Meneses, con delicadez y frescura de matices; el tenor Ricardo Jiménez (sí, el de la televisión), mejor en lo más lírico que en lo dramático. Con ellos, Carmen Decamp, Grijalba, la Font, los Castejón y un amplio reparto, bien ensayado y conjuntado por Buendía, en lo musical; Deus, en lo escénico, y Lorca, en lo coreográfico.

Ya hemos aludido a los «escenarios» de Pere Francesch. Sólo queda anotar la ferviente acogida del público en la noche de la reposición. A buen seguro, el teatro de la Zarzuela se verá concurrido durante semanas. No en vano La bruja es capítulo importante en la historia del género lírico nacional. Debe conocerse.

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