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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La crisis de Irán

DETRAS DE la rudeza, de la violencia con que se está desarrollando la crisis entre Estados Unidos e Irán, y de términos mayores, como es la declaración por Carter del estado de emergencia nacional, parece vislumbrarse el tema de ambas dos partes por llevarla demasiado lejos. Carter -o el grupo que está dirigiendo esta crisis en Washington- parece tener un cuidado especial en no emprender ningún tipo de acción que ponga en riesgo la vida de los rehenes. Cuando no hay posibilidades de fuerza física para responder a ese tipo de acción, lo que se impone es una forma de respuesta que no olvide nunca el riesgo de la vida de los rehenes. Pero no hay una fórmula escrita sobre cómo obrar en cada caso. Es un problema de inteligencia política y diplomática.Algunas noticias parecen indicar el juego de una negociación implícita. Así, el anuncio de que el sha saldrá de Estados Unidos en un plazo de diez días. Lo que piden los iraníes, sin embargo, es la entrega pura y simple del sha, y no su envío a otro país -México ha evacuado sus ciudadanos y su embajada en Teherán, como preparativo para volver a recibir al sha-; lo que pide Estados Unidos es la liberación imnediata de todos los rehenes y el regreso de la embajada de Estados Unidos a todas sus condiciones de extraterritorialidad. Ahora bien, el control, cuando se ponen en marcha grandes fuerzas, escapa siempre del aprendiz de brujo. La muerte de uno o varios de los rehenes, el exceso en el tratamiento a los estudiantes y a los militares iraníes en Estados Unidos o cualquier clase de incidente inevitable en una situación de tensión volvería a lanzar el tema a una fase más aguda.

Parece que la respuesta de Carter, al renunciar a la adquisición de petróleo iraní y al bloquear los fondos del Gobierno de Teherán antes de que éste cumpliera su amenaza de transferirlos a países extranjeros, no solamente tiene la intención de evitar el nuevo descenso del dólar en los mercados internacionales y de suponer una cierta cobertura de los rehenes, sino que también permite a Estados Unidos recuperar una cierta iniciativa, que había perdido desde el principio de la crisis. Completa esta acción con la obstrucción de la reunión del Consejo de Seguridad, que había pedido Irán. Con lo que evita, por una parte, que se discuta, al menos, la legalidad de bloquear los fondos depositados en bancos americanos y la de la presencia del sha en Estados Unidos, y, por otra, la internacionalización del conflicto, que quiere conducir exclusivamente desde Washington.

Con independencia de que la crisis se suavice o se agrave en los próximos días, hay una serie de hechos irreparables ya. Uno de ellos es la nueva sacudida en el mercado mundial del petróleo, con el consiguiente terror de los compradores occidentales. El otro -que incidirá finalmente en lo mismo- es la radicalización del régimen del ayatollah Jomeini, que ha utilizado esta crisis para desprenderse definitivamente de Bazargan y los débiles, para galvanizar unas masas, ofreciéndoles un objetivo directo y, desde luego, para entusiasmar a los hermanos musulmanes de otros países, que ven con alegría cómo Estados Unidos es desafiado y amenazado directamente por uno de los suyos. El caso de la embajada de Teherán es solamente la punta emergente de un iceberg. cuyas cuatro quintas partes están sumergidas. Si la anécdota ofrece un riesgo inmediato, lo más grave es que la otra crisis, la profunda, apenas ha hecho más que empezar.

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