Nuevos datos sobre Ias finanzas del Vaticano
El tema de las finanzas vaticanas se ha puesto de actualidad de nuevo, a raíz del último consistorio. Hoy ya podemos disponer de algunos datos de gastos vaticanos y del Instituto de Obras de Religión que sin ser totalmente suficientes pueden dar alguna perspectiva en esta nebulosa de cifras que se barajan e hipótesis que se manejan. EL PAIS puede ofrecerlos en exclusiva, dado que han sido recientemente desclasificados.
El movimiento de unificación de Italia surgido en la primera mitad del siglo XIX tiene su culminación con la entrada en Roma de las tropas del rey Víctor Manuel II, de la dinastía de Saboya. El papa, Pío IX, con ello, perdió su soberanía sobre los antiguos Estados Pontificios. El nuevo Estado italiano procedió a suplir de algún modo esta conquista haciendo que se votase la ley de Garantías, en virtud de la cual se reconocían al Pontífice los derechos de soberano y la inviolabilidad de su persona, se dejaban al Papa los palacios vaticanos San Juan de Letrán, Castelgandolfo, una oficina propia de correos y telégrafos y se fijaba una dotación de 3.225.000 liras. Pero esta ley no fue aceptada por Pío IX. La llamada cuestión romana quedó resuelta con los Acuerdos de Letrán, firmados por el papa Pío XI y el duce, Benito Mussolini, el 11 de febrero de 1929.Estos acuerdos tenían dos partes: el tratado político, con cuatro anejos, y el Concordato. En el anejo cuarto venía establecida una convención financiera en virtud de la cual el Estado italiano aseguraba a la Santa Sede un capital de 750 millones de liras y una renta anual de cincuenta millones de liras, procedente de la colocación de otros mil millones de liras en títulos de renta fija.
Estas cantidades sirvieron para la construcción de nuevos edificios, realización de mejoras dentro de la ciudad del Vaticano y la nueva orientación de las actividades financieras e inversoras en Italia y en Europa. Durante el pontificado de Pío XI se pudo ya comprobar que la aceptación de títulos de renta fija no había resultado un buen negocio, pues la inflación disminuyó notablemente en una década los ingresos reales.
La segunda guerra mundial
Con el inicio de la segunda guerra mundial, y en contra de lo que la literatura al respecto ha afirmado, la Santa Sede trasladó prácticamente todos sus capitales a Estados Unidos y transformó sus activos extranjeros en dólares americanos, si bien no existen datos sobre su cuantía. El Vaticano asimismo procedió a interesar al presidente de Estados Unidos F. D. Roosevelt para la concesión del permiso de transporte y depósito de una cantidad de oro en barras que no quería vender. El Vaticano obtuvo el permiso deseado y en el mes de julio de 1940 abría una cuenta en oro con el Banco de la Reserva Federal de Nueva York, por un valor de 7.665.000 dólares, transforman do otra cantidad del oro transportado en moneda americana mediante su venta en el mercado de Nueva York. Para sortear la orden del ejecutivo n.º 8.389, que prohibía las transferencias con individuos o firmas de países beligerantes del eje, ya que casi todos los domiciliados en el Vaticano eran italianos, el departamento del Tesoro aprobó la licencia general n.º 44, que permitía este tipo de operaciones de una forma bastante amplia para el caso de la Santa Sede. El Vaticano por ello, pudo centralizar sus operaciones en el mercado norteamericano y proceder a la transferencia de fondos según sus necesidades, si bien con el permiso y la cooperación del Gobierno de Estados Unidos en el cambio de moneda y transferencias a países cuyos activos habían sido congelados o países invadidos por Alemania.En 1941 el Vaticano obtuvo un permiso de gastos y transferencias de fondos en estos países por un valor de 1. 186.000 dólares. En 1942, el delegado apostólico en Washington, monseñor Amleto Cicognani, procedió a solicitar el cambio de 1.300.000 dólares en las siguientes divisas: 971.000 dólares en francos suizos; 214.000 dólares en escudos portugueses; 60.000 dólares en francos franceses y 55.000 dólares en pesetas españolas.
En el memorándum que incluía el delegado apostólico se adjuntaba un presupuesto de gastos en Suiza, Dinamarca-Noruega, Polonia, Bélgica-Holanda, Hungría-Rumanía-Bulgaria-Eslovaquia, Yugoslavia- Bohemia-Moravia, Portugal y territorios, España y colonias, Estonia-Lituania-Letonia-Finlandia. El resumen, y a efecto de rápida exposición, agrupado en totales, era el siguiente:
El presupuesto de gastos del Vaticano para estos años puede cifrarse alrededor de los dos millones de dólares.
De las partidas arriba citadas, la más curiosa e interesante a nuestros efectos es la de 300.000 dólares para transacciones, que implican la protección del principal, reinversiones, transferencias del principal, etcétera. He aquí una buena referencia al famoso Instituto de las Obras de Religión, que aparece precisamente en Suiza, con lo cual ya tenemos una pista importante. A través de este Instituto, se hacía constar en un memorándum, la Santa Sede había recibido en depósito de diócesis, instituciones religiosas, organizaciones y comunidades, fondos varios que se administraban de acuerdo con los términos contenidos en los diversos contratos. En unos depósitos era necesario pagar un interés; en otros, depósitos de valores, un beneficio; en otros, en fin, al ser de tiempo limitado, había que proceder a la devolución del principal.
Si consideramos el dato escueto de los 300.000 dólares, no es fácil establecer unos límites aproximados del pasivo de esta institución financiera que se ha llegado a afirmar que en la actualidad cuenta con 7.000 clientes y un «dinero» o un «capital» (suponemos que el pasivo propio y de terceros) que se hace variar entre 40.000 y 150.000 millones de pesetas para los más moderados. Otros, como la Tribune de Lausanne, lanzaron, en 1970, la cifra fantástica de más de dos billones de pesetas. La realidad es que, hoy por hoy, salvo los datos arriba expuestos, no existe ningún balance, ni siquiera aproximado, de esta institución financiera ni se dan las razones que hayan motivado la deducción de estas cifras.
Antes de proseguir conviene dejar bien sentado, por su interés, que, a pesar del desglose monetario anteriormente citado, es casi seguro, dados otros documentos posteriores, que la cifra total de los 1.300.000 dólares se cambió en francos suizos. Además, está el dato del acuerdo comercial entre el Vaticano y España de 1942, que por su interés someramente enunciaremos.
La comisión de compras vaticana y los organismos sindicales correspondientes concluyeron unos contratos para el suministro de aceite de oliva (200 Tm), vinos generosos y comunes (tres millones de liras), hierro laminado y en barras (un millón de liras), conservas de pescado en aceite (cinco millones de liras), tejidos de lana negros para trajes talares (50.000 metros). En el acuerdo se especificaba que el 90% de la deuda se ingresaría en la cuenta del Instituto Español de Moneda Extranjera con la Societé de Banque Suisse, en Zurich, en francos suizos. (Para esta breve exposición de la segunda guerra, véase F. D. Roosevelt Library, Morgenthau Diaries, Book 264, 285, 517, 562, 570, 615.)
Estos datos aportados, muy insuficientes, son, a pesar de todo, más importantes que la mayoría de la literatura escrita sobre las finanzas vaticanas. Nos permiten poder asegurar, frente a otras tesis, que los depósitos en el Instituto de Obras de Religión devengan interés y, casi con toda certeza, que el eje de las actuaciones financieras e inversiones a partir de la segunda guerra mundial se centró en Estados Unidos y Suiza, y que este eje, con la innovación que supuso la recuperación italiana tras la posguerra y las inversiones, sociedades, bancos y negocios vaticanos en Italia, se mantuvo fundamentalmente inalterado, con aperturas a los centros tradicionales inversores vaticanos: La City y París, durante el pontificado de Pío XII. Años que han sido caracterizados posteriormente por algunos sectores católicos italianos como de fuerte especulación inmobiliaria.
El pontificado de Pablo VI supuso un intento de reestructuración económica. El Papa, que, como antiguo Sustituto, de la Secretaría de Estado, conocía con más o menos detalle el movimiento y problemática económica del Vaticano, procedió, una vez finalizado el Concilio Vaticano II, a una remodelación de todos los organismos autónomos de ámbito económico de la Santa Sede. Así surgió la prefectura económica de la Santa Sede, dirigida por una comisión de tres cardenales, que empezó a actuar como un auténtico tribunal de cuentas para todos los organismos económicos, salvo el Instituto de las Obras de Religión, que siguió una vida independiente. En estos años es cuando el mito de las finanzas vaticanas cobra más auge y cuando la prensa se hace eco de inversiones, carteras mobiliarias fabulosas, de todo un entramado de conexiones financieras y movimiento de capitales, que dieron una imagen supercapitalista y escandalosa del Vaticano, con inversiones en consorcios de múltiples actividades, que en algún caso -se dijo- incluían la fabricación de armas, la producción de películas (la Paramount Pictures) o la fabricación de anticonceptivos (Serono), siendo de destacar en esta serie de informaciones, y casi como colofón corroborativo, el affaire Sindona, donde, de nuevo, los diversos escritores no se han puesto de acuerdo ni sobre los fines que llevaron al papa Pablo VI a ponerse en manos de este oscuro personaje, las cantidades en juego y las pérdidas que el crack de 1974 dejó a las finanzas vaticanas (¿el 10 %de los capitales en juego? ¿ 15.000 millones de pesetas? ¿30.000 millones?). La hipótesis a nuestro juicio más probable es la de que los movimientos del pontificado de Pablo VI, independientemente del incremento de gastos en la administración vaticana, se deben a un intento de deshacerse por motivos políticos y económicos de ciertos negocios e inversiones.
El tema de las finanzas vaticanas, por más que se diga que el presupuesto de la Santa Sede es deficitario en 1.360 millones de pesetas, y menor que la diócesis de Nueva York, no deja de plantear interrogantes, por actuaciones, negocios, personas o intereses que puedan moverse a su alrededor que deberían también clarificarse.
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