Atentado contra la factoría que repara el generador de la central de Lemóniz
En una operación que se prolongó durante cuatro horas, con el secuestro de once personas, el robo de tres coches y la circulación de rehenes y terroristas por casi cien kilómetros de carretera general, cinco jóvenes armados de metralletas y pistolas colocaron en la noche del domingo dos potentes bombas en la factoría de Equipos Nucleares, de Santander, cuya explosión ocasionó daños valorados en doscientos millones de pesetas. Los terroristas intentaban destruir el generador que Equipos Nucleares está reparando para la central de Lemóniz por un valor de unos trescientos millones, pero erraron en el emplazamiento de los cincuenta kilos de goma-2.
Hacia las ocho de la tarde del domingo dos jóvenes de unos veinticinco años vestidos deportivamente, tomaron un taxi en el centro de Santander. Llevaban un paquete cada uno de unos veinticinco kilos de peso y pidieron al conductor que les acercara a Maliaño. Antes de llegar, uno de los ocupantes simuló estar mareado, momento que aprovechó el otro para encañonar al taxista con una pistola diciéndole que continuara viaje hacia la factoría de Equipos Nucleares, localizada en un descampado de Parayas. Poco antes de llegar, subían al taxi otros tres jóvenes.Llegados ante la puerta principal de la fábrica, uno de los terroristas conversó con el guarda de entrada, al que explicó que tenían una avería en el coche y que necesitaban hablar por teléfono. En ese momento, descendieron los otros jóvenes del taxi y, encañonando al guarda y a una pareja de novios que hablaba con él, les informaron de lo que se trataba y que debían colaborar. Minutos después, fueron desarmando al resto del personal de vigilancia y mantenimiento que se encontraban en el interior de la factoría, sin que en ningún momento se hiciera uso de las armas o de otro tipo de violencia.
Como a aquella hora se hacía el cambio de turno, los terroristas consiguieron secuestrar a las cuatro personas que salían del trabajo y a otras tantas que entraban, la mitad en misiones de vigilancia y otros dos trabajadores dedicados al mantenimiento. Además, quedaban como rehenes el taxista, una hija de un empleado y el novio de ésta. Once personas en total que no habían de quedar libres hasta la una de la madrugada, a cien kilómetros de Parayas, en una Carretera nacional de Somorrostro.
Serían las diez de la noche cuando, dos horas después de iniciada la espectacular operación, el grupo de terroristas y sus rehenes penetraron en las naves de fabricación de elementos nucleares después de preguntar por el generador de vapor en reparación para la central de Lemóniz. Bien porque los secuestradores no conocían su emplazamiento, bien porque les engañaron, los terroristas confundieron su objetivo y terminaron colocando los paquetes de goma-2, unos unto al puente-grúa y otro en uno de los extremos de la nave principal. Un mecanismo de relojería haría explosionar los potentísimos artefactos a las doce menos cuarto de la noche, escuchándose la explosión a veinte kilómetros a la redonda.
Los terroristas, terminado su trabajo, intentaron encerrar a los secuestrados en una habitación, optando al final por introducirlos en tres vehículos, el taxi y dos coches de los trabajadores, dirigiéndose hacia Bilbao. En uno de los automóviles viajaba un solo terrorista que hacía de conductor y vigilante al mismo tiempo, mientras que sus cuatro compañeros se repartían en los otros dos vehículos.
Durante el viaje, hasta Somorrostro, los jóvenes discutieron con los rehenes de política; atacaron duramente a Suárez y a Felipe González; insistieron que no permitirían la construcción de la central de Lemóniz; dijeron que no eran españoles, sino vascos y, a objecciones de uno de los secuestrados sobre alguna acción concreta de ETA, insistieron que el militante socialista asesinado días pasados era un confidente de la policía.
Antes de liberarlos, los terroristas entregaron a sus rehenes 3.000 pesetas para gasolina, ordenándoles que no salieran a la carretera general hasta pasada media hora, mientras, ellos seguían viaje en el taxi hasta Portugalete, donde apareció el vehículo en la mañana de ayer.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.