El déficit vaticano asciende a 1.360 millones de pesetas anuales
El comunicado final de la reunión plenaria de los 122 cardenales de todo el mundo, clausurada ayer en Roma por el papa Juan Pablo II, ha ofrecido por vez primera en la historia cifras oficiales acerca de las finanzas del Vaticano. El documento, hecho público por la oficina de prensa vaticana, cifra en torno a los 17.000 millones de liras (unos 1.360 millones de pesetas) el déficit previsto para 1979. Añade que, presumiblemente, este déficit aumentará en 1980. El Papa, en su discurso de ayer, dijo que «la fábula difundida acerca de las finanzas vaticanas ha hecho no poco daño».
El déficit de la Santa Sede ha podido cubrirse hasta ahora gracias a las ofertas voluntarias llegadas del mundo católico, en particular por el óbolo de San Pedro. Se trata del dinero que llega al Papa de todo el mundo y que depende, como ha probado el periodista Beni Lay, autor de Finanzas y financieros vaticanos entre los siglos XIX y XX (véase EL PAIS del 31 de julio), de la simpatía y de las tendencias de cada Papa: con Juan XXIII habían aumentado, con Pablo VI habían disminuido mucho y ahora empiezan a aumentar de nuevo.El comunicado afirma que a los cardenales se han dado las cifras de los últimos años. Es una de las cosas secretas. La conocen sólo el Papa y el sustituto de la Secretaría de Estado.
El comunicado afirma tajantemente que las ganancias del patrimonio inmobiliario y mobiliario de la Santa Sede y las otras fuentes institucionales de ganancias son «absolutamente insuficientes» para cubrir los gastos del gobierno central de la Iglesia y del ministerio de caridad universal del Papa.
El documento añade que «en el curso de las asambleas ha sido discutida también la posibilidad de que se considere a su tiempo favorablemente la propuesta de dar una información pública sobre esta materia de las finanzas vaticanas».
Por lo que se refiere al problema de la cultura y la Iglesia, los cardenales afirman que se ha puesto de relieve que «la Iglesia no se debe ocupar de cultura sólo a título apologético, sino también para favorecer el desarrollo del conocimiento del mundo creado por Dios y para ofrecer a la sabiduría humana, ante los graves problemas que debe afrontar, la ayuda de la sabiduría divina contenida en la revelación».
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Los cardenales apoyan vagamente una reforma de la Curia romana
(Viene de primera página)Por tanto, se ha apoyado, dice finalmente el documento, la necesidad de que la Iglesia «continúe intensificando su apoyo tradicional a todo el mundo de la cultura, no sólo a través de un contacto permanente y confiado con hombres de la ciencia y del arte, sino también modernizando las instituciones culturales existentes y, eventualmente, promoviendo otras nuevas».
Y por lo que se refiere a una posible reforma de la Curia romana se afirma en el documento muy vagamente, que «se han presentado propuestas encaminadas a introducir algunas mejoras deseadas en el funcionamiento de algunos organismos curiales». Un observador, leyendo el texto del documento, afirmó con cierta ironía: «Se ve que el comunicado lo ha redactado un hombre de la Curia.»
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