¿Sovietización de la cultura española?
En la Universidad Autónoma de Barcelona y en el Festival de Cine de Valladolid mis recientes declaraciones provocaron un impacto que no podía imaginar. La violencia, su transfiguración, su sacralización o su disimulación fue el tema que traté con prioridad. Repetí una y mil veces que la humanidad no podrá sobrevivir a esta época sin renunciar de forma definitiva a la violencia (no a la firmeza, naturalmente); tenemos, expliqué, la obligación de reconciliarnos sin pasar por una etapa de sacrificios rituales que nos proponen las ideologías en crisis pero no extinguidas.Según mi criterio, la libertad y el respeto a la vida son los dos valores esenciales del hombre. En una España en la que algunos utilizan la virulencia o el terror como gatera o escotillón hacia un «mundo más justo», quiero que se oiga la palabra de Jesús: «Lo que hicieres a la más humilde de las criaturas me (te) lo haces a mí (tí mismo).» La psiquiatría moderna, en la misma línea, asegura que la violencia engendra la angustia y el sentimiento de culpabilidad tanto en la víctima como en el agresor.
Muy a menudo me referí a la religión, relegere, es decir, unir, reunir: lo bueno es lo verdadero y lo bello y lo útil. (Al contrario: en España se silencian los crímenes totalitarios -la verdad- bajo el pretexto de que el describirlos ayudaría al enemigo -lo bueno.) Jesús dijo: «Soy el Camino, la Verdad y la Vida» e, incluso, como todo es uno, es también la libertad. No olvidemos que Dios es el único «amo» que pudiéndolo, nunca quiso ser tirano, proponiendo un anarquismo a lo divino, puesto que dio a sus criaturas la posibilidad de escoger entre el bien y el mal.
Opino que las ideologías totalitarias (fascistas o marxistas) arman moralmente a los desgraciados militantes (Dios les ilumine un día) que practican el crimen como báscula para conseguir el «paraíso en la tierra». No en balde todos los grupos terroristas que actúan en el país, sin excepción, estiman aplicar correctamente una u otra de estas dos ideologías.
A aquellos que admiran la ocupación del palacio de Allende por los tanques de Pinochet no podemos creerles cuando condenan otras formas de terror, ante las que sólo pueden jugar el papel de víctimas. Paralelamente, aquellos que celebran el terror rojo leninista con el exterminio de la familia real (niños incluidos) están dando el argumente más precioso al terrorista: le están galvanizando.
Un hombre que, como yo, considera el respeto a la vida como fundamental, no puede aceptar la premisa que sirve de base al marxismo: la lucha de clases, ei decir, la creación de racimos humanos de chivos expiatorios que urge sacrificar como preambulo a la construcción de la sociedad ideal. Una vez más, los poeta judíos y Jesús han dicho lo esencial: «Ama a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a tí mismo.» Como corolario, el marxismo exige otra claudicación inaceptable: el ateísmo, mutilación espiritual y tentativa de empobrecer el pensamiento del hombre (y esto sin hablar de las persecuciones y martirios de que han sido o son objeto los hombres religiosos en los países en que el marxismo tomó el poder).
La intentona de sovietización de la cultura española. De los treinta millones de españoles mayores de dieciocho años, tan sólo dos votaron comunista. A contrapelo de esta minoría que, con generosidad o idealismo (aunque en mi opinión erradamente), luchan por una España «mejor», se sitúa el aparato dirigente de este partido.
Los organismos rectores del Partido Comunista de España y de Comisiones Obreras actúan, según mi opinión, como correas de transmisión del imperialismo soviético o de sus satélites vietnamita o cubano. Para ellos, pues, la defensa de la política exterior de Moscú, y el silencio sobre sus desafueros, es de primerísima importancia. Liberation (el periódico francés más izquierdista) no ha dudado en afirmar que la política internacional parece escrita y descrita, en la prensa española, al dictado de las embajadas cubana y soviética. Exageración manifiesta..., aunque cabe consignar que las noticias sobre los desmanes y genocidios que actualmente perpetran en el mundo las fuerzas pro soviéticas, o hay que buscarlos con lupa en nuestros órganos de opinión, o sencillamente no se publican. Señalemos los más notorios:
Camboya: a causa de la miseria y de la guerra que impone el imperialismo sovieto-vietnamita, y a causa también de las secuelas del régimen precedente -asimismo comunista- están a punto de desaparecer (nos informa la Cruz Roja y la Unicef) todos los niños de menos de cinco años, y, además, la mayoría de las mujeres son ya estériles. Una parte importante del país ha perecido con el infierno comunista (la tercera parte del país según Hanoi, la mitad según Pekín; el príncipe Siannouk asegura que existen hornos crematorios, etcétera)..., y es de temer que el invasor vietnamita haya decidido rayar del mapa y de la historia un pueblo tradicionalmente hostil. El terror en el sureste asiático que impusieron los comunistas es tan espantoso (no olvidemos los millones de vietnamitas que huyen en cáscaras de nueces), que las «autoridades» religiosas, universitarias y culturales del mundo se han insurgido indignadas. En Francia, por ejemplo, se han unido en una acción humanitaria para intentar que cese lo que estiman el mayor holocausto del siglo, desde Jean Paul Sartre hasta el defensor de la economía liberal Raymond Aron, olvidando por vez primera la viva enemistad y el enfrentamiento constante que mantuvieron durante los últimos treinta años. Si España y sus «autoridades» morales permanecen al margen de este genocidio, ante el estupor del mundo y la vergüenza de los emigrantes, es a causa de que los hombres del PCE, o bien han logrado silenciar o limitar las noticias, o bien han repetido el infundio de que decir la verdad no es bueno para la causa. Ignorando que Gramsci dijo: «La verdad es siempre revolucionaria.» En realidad, el aparato dirigente del PCE teme que digamos con Jesús, «conocerás el árbol por sus frutos», o con Marx, «no oigas lo que digo sino observa lo que hago».
América Latina: afortunadamente los intelectuales españoles multiplican las peticiones a favor de las víctimas de las tiranías fascistoides latinoamericanas. Todo lo que se haga por condenar tan siniestros regímenes es poco, digámoslo y repitámoslo; para mí esto cae de su peso, puesto que no dejé un momento de oponerme al franquismo. Pero, ¡oh escándalo!, no he visto ningún texto colectivo firmado por españoles en contra de la intolerancia que probablemente bate todos los récords de barbarie en el continente: el castrismo cubano. Recordemos una cifra que esconden los dignatarios del PCE, al colocar a Cuba en cabeza de lista de los premios para la tómbola del partido: el 15 % de la población ha escapado al terror castrista, en un país en que está prohibido, el derecho de viajar: unos lo han hecho en el tren de aterrizaje de un avión, llegando a Madrid congelados; los más huyen en lanchas minúsculas a través de un mar infestado de tiburones y patrullas castristas armadas con ametralladoras. Para darnos una idea del cataclismo tendríamos que imaginar, en plena pesadilla, que España sufriera un régimen tan despiadado e impopular que seis millones de españoles hubieran preferido escapar, a riesgo de sus vidas. ¡Pobre pueblo cubano!
Otro tabú: las biografías de los dirigentes del PCE. Cada vez que me referí a ellas en la televisión o ante la prensa, o bien mis palabras fueron censuradas (TVE) o bien mis comentarios no se publicaron (periódicos). Las biografías de los dirigentes de un partido que pretende desempeñar papel en la historia de España deben ser conocidas de todos los españoles. ¿Cómo no ver en transparencia, bajo la imagen de los actuales dirigentes del PCE, los rostros de Comorera, Monzón, Nin y tantas otras víctimas? Explíqueseme cómo puedo olvidar que, tras el asesinato, a puñaladas, del miembro del Comité Central Gabriel León Trilla, en el campo de las Calaveras, el actual secretario del partido escribió: «Lo hemos ajusticiado.» ¿Cómo puedo borrar de mi memoria que el delito de este militante, Trilla -como el de tanto, otros mártires-, fue el de «ser» ur perro titista»... cuando el actual secretario del partido pasa su, vacaciones con el propio Tito. Esta situación me parece inaceptable para la dignidad de España ( ... y no hablemos de la de los militantes de base), estas biografías nos manchan a todos: sobre todo, a los «camaradas», obligados a cubrir, mentir, silenciar o calumniar para protegerse. Hay países en los que un presidente puede ser destituido por espiar a sus adversarios y otros en que se puede dar lecciones de moral en pleno Parlamento, tras haber ordenado «ajusticiar» a sus enemigos políticos. La presidenta del partido (que tan campante pasa sus vacaciones en la Rusia de cinco millones de presos) y el secretario del Partido Comunista merecen salvarse y que la gracia les ilumine; puedo asegurar que no albergo hacia ellos ningún otro sentimiento que no sea la piedad y el amor. Bastante castigo reciben los que no respetando a los demás no se respetan a sí mismos. Tenemos la obligación de reconciliarnos sin venganza de ningún orden, rehabilitando a las víctimas y pidiendo perdón por nuestros crímenes. Uno de los momentos de mayor tensión en Valladolid acaeció cuando afirmé que rezo por Carrillo como lo hago por Pinochet o Breinev (en la clase del mal que los aqueja, las diferencias cuantitativas no cuentan). Pienso que el verdugo sufre tanto o más que la víctima y necesita tanta misericordia como ella. Compárese a este respecto la serenidad luminosa del poeta católico cubano Armando Valladares, encerrado en un campo de concentración desde hace veinte años a causa de su fe, torturado hasta perder el uso de sus piernas y sin derecho ni a visita, ni a correr, ni a un defensor..., con la histeria agresiva de un Castro o un Stalin en lucha con ellos mismos.
Otro caballo de batalla de la sovietización: Israel. Aún no he logrado que se conozca mi opinión sobre el tema: la prensa y la televisión han censurado, bajo la presión comunista, sistemáticamente mi criterio: ¿cuál es el argumento para que España, que tiene relaciones diplomáticas por Africa del Sur y con Chile, por Angola y con la Rusia del Gulag, no las tenga con Israel? Personal. mente, yo añadiría un argumento de, orden espiritual: ¿cómo negarse a tener relaciones de amistad, por lo menos, con un centro cultural y religioso -Israel- que ha formado la parte más origina de nuestra cultura, heredera de Jesús y de los profetas judíos ¿Tendremos un día que rompe nuestras relaciones con la literatura española de la Edad de Orc por lo que tiene de judaica, pari satisfacer a Moscú?
Proclamar lo que yo creo mi cuatro verdades frente a la intimidación del aparato dirigente del PCE, como en su día frente z franquista, me va a ocasionar algunos problemas menores y hasta quizá algunos quebrantos, en lo que algunos llamarían «mi carrera»... Pero, al mismo tiempo, me va a dar una satisfacción moral que no tiene precio. Franco pudo prohibir toda mi obra, afirmar que atacaba sus instituciones para «llamar la atención», difamarme, e incluso vetar mis películas para que no representaran a Francia en el Festival de Cannes (pongo por ejemplo)... Hoy los representantes del nuevo totalitarismo sólo podrán conseguir tristes atropellos de este tipo: es decir, nada que toque a lo esencial de mi vida y de mi dignidad.
El público de Valladolid me dio la impresión de que acogía mis palabras favorablemente, incluso a menudo sonaron los aplausos. El 10% de la sala (más o menos) era marxista: durante la primera hora y media me escucharon como anonadados; tras este período, los militantes se alzaron rabiosamente y durante la media hora final, sin permitirme la menor respuesta, me insultaron de la manera más jocosa, en mi opinión, a pesar de la saña con que se expresaban: «iIuminado», «chivo barbudo», «mesías», «enano», «francés», «profeta», etcétera. Más o menos, y sin querer compararme con él, recibí los insultos que pudo leer Solyenitsin en España cuando, a la muerte de Franco, estableció con rectitud, en TVE, las diferencias existentes entre la tiranía de Brejnev y la monarquía de Juan Carlos. (¿Cuándo vamos a realizar un acto de desagravio a este hombre, al que con tal odio se insultó en España?) Y volviendo a mi modesta persona: ¿cómo es que sólo se supo replicar a mis argumentos y quejas con injurias? Dado el cariz que tomaron los acontecimientos, los organizadores hubieron de acompañarme, protegiéndome, al coche, «no fuera a ser que un exaltado... »
Corno este grupo airado no aceptaba el diálogo, tuve que abandonar la sala sin poder decir ni siquiera unas palabras finales. Les hubiera asegurado -a estos militantes- que no quería herirles, que si el haberme insultado les dio algo de sosiego, celebro haber colaborado en ello, y que, de todas formas, pido a Dios que nos ayude a todos: a ellos y a mí, para conseguir la paz con nosotros mismos. Y así lo hice, por cierto, cuando entré en el coche. Sé muy bien que la gente «realista», que busca «soluciones» eficaces y prácticas para problemas «concretos», puede tacharme -en su óptica- de «iIuminado». No olvidemos que muchos pidieron a Jesús que fuera un líder político y les solucionara el problema que tenían con los romanos. Cuando Jesús dijo: «Mi reino no es de este mundo» estimaron que era un peligroso agitador. Es obvio que al cabo de los mil años la misma respuesta a la misma pregunta provoca las mismas reacciones. Sin embargo, esta respuesta sigue siendo la única válida... ¡Eterna juventud del Evangelio! Y aún me hubiera gustado decir en Valladolid -si me hubieran permitido seguir hablando- que Jesús dijo también: «No vengo para tranquilizar, sino para dividir.» Y hasta me hubiera encantado concluir con un juego de palabras: El capital no es el Evangelio, pero el Evangelio es capital.
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