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Dudas en Estados Unidos sobre la situación política en Corea del Sur después de la muerte de Park

El Gobierno norteamericano expresó oficialmente ayer su «impresión y su condolencia» por la muerte del presidente surcoreano, Park Chung Hee, sin comentar las circunstancias de la misma. Pero a nivel privado, en los medios gubernamentales de Washington, se recibió con total escepticismo la versión sobre la muerte «accidental» difundida por Seúl.

La declaración hecha por el presidente Carter califica a Park como «un firme amigo de Norteamérica, un aliado leal y un líder capaz». Sin embargo, hace menos de una semana que el secretario de Defensa, Harold Brown, había enviado una carta al presidente surcoreano en la que expresaba la preocupación de Carter por la forma en que Park estaba tratando a la oposición y por su constante política represiva.Los escándalos provocados por el descubrimiento de que la CIA coreana sobornó a varios congresistas norteamericanos hace tres años y la constante disputa sobre los derechos humanos mantenida desde la llegada al poder de la Administración Carter fueron dejadas de lado ayer y Washington puso en estado de alerta a sus tropas y advirtió contra cualquier intento de aprovecharse de la situación por fuerzas externas.

Pero por debajo de esa postura oficial un mar de dudas se agitaba ayer en círculos de la Administración Carter. La posibilidad de que la muerte de Park obedezca a un golpe disfrazado parecía cada vez más evidente.

El nuevo presidente provisional, Chol Kyu Hah, fue calificado ayer por un periodista surcoreano opuesto al régimen como un «ciego y obediente servidor» de Park Chung Hee. Una ojeada de su historial político confirma esa tesis, y la opinión mas extendida ayer era que Chol actuará como hombre de paja durante una temporada para salvar la cara de una solución acorde con la Constitución.

En cuanto al jefe de la CIA coreana, Kim Jae Kyu, a quien se acusa oficialmente del asesinato de Park, en el curso de una disputa, los datos existentes le configuran también como un hombre de la máxima confianza del dictador surcoreano. Kim dirigió los servicios de inteligencia militar, que tienen por misión básica el vigilar a las propias fuerzas armadas, y desde 1976 estaba al frente de la CIA coreana, la policía política del régimen.

Los primeros análisis de la versión oficial de la muerte de Park ofrecen tales incongruencias que recuerdan una mala novela policiaca en la que el autoriza demasiado el rizo. Por ejemplo, está la cuestión del arma empleada. Si Kim Jae Kyu portaba un revólver como se dice, que tiene seis balas, como se sabe, y Park recibió do tiros, aparte de uno cada uno de lo otros cinco muertos en la «disputa», las cuentas no salen.

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Los guardaespaldas muertos eran expertos en artes marciales e iban armados. ¿Cómo es posible que ninguno reaccionara ante el ataque? Además, el jefe de la CIA coreana iba normalmente desarmado, según sus conocidos. Por otra parte, existen versiones que dicen que los guardaespaldas fueron asesinados fuera del restaurante en el que murió Park.

Por último, la participación militar en la «disputa» no está clara, pero existen indicios de que el jefe del Estado Mayor está detrás de algún tipo de movimiento, cuya naturaleza se desconoce aún. Kim Jae Kyu parecía opuesto última mente a la brutal política represiva de Park

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