Defensa de Rafael Gómez Parra
Soy el padre de Rafael Gómez Parra, periodista detenido en dos ocasiones en el espacio de seis meses por la Brigada Operativa, y mantenido incomunicado por diez días la primera vez, y tres días la segunda, y ambas veces el juez correspondiente decretó la libertad sin cargo alguno.Cuando han pasado dos semanas de la última detención, aún no sabemos el motivo ni qué cargo se le hizo, ni la primera ni la segunda vez (¿será la última?), y en la familia estamos totalmente desconcertados.
Suponemos que sólo hay una causa; su pluma, cuyo contenido quizá moleste y deteriore o pueda deteriorar imágenes.
Cuando mis hijos eran pequeños, yo procuraba en mis comentarios irles inculcando lo grandioso que resultaba la libertad de expresión en una ideal sociedad de respeto mutuo.
Recuerdo ahora las inquietas horas que siendo Rafael estudiante de Periodismo nos hizo pasar al no querer admitir su inquietud humana y rebelarse ingenuamente contra aquellas prohibiciones totales. Luego, ya en sus primeros años como profesional, coincidiendo con la última etapa del anterior régimen, su que hacer profesional le hizo vivir en un constante peligro, pues su honestidad profesional era grave delito y le acarreó los primeros problemas.
No entiendo que ahora, cuando se presume en los más altos niveles haber superado aquella etapa, cuando se refrenda una Constitución en este proclamado Estado de derecho social y democrático, cuando la libertad de expresión es el título de orgullo para gobernantes y gobernados, se puede seguir deteniendo a altas horas de la madrugada en su domicilio o en la calle a pleno día, reducido por cuatro expertos funcionarios, esposado y conducido a la Dirección General de Seguridad, incomunicado y sin asistencia alguna de abogado ni familia.
Es no sé si ya sorprendente que durante quince horas la familia vivamos en la más terrible duda sin saber si le ha detenido la policía o ha sido asesinado, o tenido algún otro accidente, ni dónde puede aparecer, y al final de ese largo período de horas enterarnos que se halla detenido como cualquier peligroso criminal.
Me consta que no pertenece a ningún partido político, aunque como es lógico, piense de alguna manera, y que, como la Constitución permite, pueda profesionalmente plasmar en artículos su opinión, que puede o no ser acertada, pero creo que nunca perseguida.
Y entre tanto, sin la más mínima explicación, esperando que, o deje la profesión, o no escriba lo que piensa, porque el más grave peligro está a la vuelta de la esquina autorizado por una aplicación demasiado flexible de la ley Antiterrorista que permita salvar el impedimento que la bonita constitución pueda oponer como el más elemental derecho social y humano.
Así, parece que el tiempo no ha pasado, ni que hayamos ganado la orilla de ese nuevo Estado de derecho social y democrático con que inicia su texto la Constitución enviada gratuitamente a todos los españoles para su conocimiento.
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