Televisión, Gobierno y monopolio en Francia
«La independencia y el pluralismo de la información en Francia no están asegurados y esto daña la igualdad de expresión», estima el informe de la Asamblea Nacional que acaba de hacerse público tras varios meses de investigación. Los gaullistas se han unido a socialistas y comunistas de la oposición para denunciar la «giscardización total» de los media, muy particularmente la radio y la televisión.Desde que el actual presidente, Valéry Giscard d'Estaing, entró en funciones en 1974, los partidos de la oposición, como los gaullistas, integrantes de la mayoría gubernamental, cada cual por su lado han multiplicado las críticas contra «la transformación del monopolio de radio y televisión en agencia de propaganda al servicio de los intereses presidenciales ». Por fin, en marzo último, la Asamblea, tras un debate sobre el tema, nombró una comisión que, anteayer, presentó la investigación que ha realizado sobre las condiciones en las que la Administración desarrolla su tutela sobre los establecimientos públicos o parapúblicos de información.
Las protestas y condenas de la oposición se repiten desde que, hace veinte años, el gaullismo fundó la V República. Ahora, cuando los gaullistas han perdido los resortes fundamentales del poder, en manos del giscardismo, lo novedoso son las acusaciones mutuas de las dos tendencias de la mayoría que ha gobernado el país desde 1958 y que, en definitiva, los dejan a todos al descubierto ante la opinión pública: «De la voz de su amo», comentó un diputado gaullista, «la información en Francia ha pasado a ser el espíritu de su amo. »
En tiempos del gaullismo beligerante, en efecto, el monopolio radiotelevisado era «la voz de Francia», es decir, del Gobierno, según definición del fallecido presidente Georges Pompidou. Hoy, desdeñosos e irónicos, los gaullistas se insurgen contra el «espíritu» giscardiano que, según ellos, «desinforma al país».
El informe en cuestión detalla la evolución del monopolio y de las empresas paraestatales de prensa: la agencia France Presse, la agencia Havas, las llamadas radios independientes: Europa 1, Radio-Tele Luxemburgo y Radio Montecarlo. En todas ellas se observa cómo los hombres clave, a nivel ejecutivo o puramente periodístico, han sido reemplazados por allegados al presidente, señor Giscard d'Estaing; «directa o indirectamente han sido expulsados (los gaullistas) por el Gobierno».
Los giscardianos se asombran del asombro de los gaullistas. En primer lugar, afirman que, desde los orígenes de la V República, «el período giscardiano es el que ha ofrecido una información más libre, tanto por su diversidad, como por su volumen».
Los diputados del presidente se asombran igualmente de que los gauilistas apedreen a los hombres-clave impuestos por el Gobierno: «Esto es lógico, porque, según la ley, el Estado y el Gobierno deben nombrar a las personas que consideran oportunas según sus criterios. »
Esta «franqueza» giscardiana hace pensar, una vez más en este país, que antes o después, teniendo en cuenta que el monopolio lo monopoliza en su favor quien ocupa el mando, la privatización de los media estatales acabará por imponer su propia ley.
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