Fuerte descenso de la popularidad del presidente francés
La caída de la cota de popularidad del presidente francés, Valery Giscard d'Estaing, que se repite mensualmente desde principios de 1979, ha batido todos los récords en el último sondeo de la opinión pública, conocido ayer. Paralelamente, pero de manera más pronunciada, el primer ministro, Raymond Barre, alcanza la cumbre de la insatisfacción de sus conciudadanos.Los hombres políticos de este país y, más aún, los líderes de la mayoría gobernante, como los de la oposición, afirman siempre públicamente que los sondeos sobre su popularidad realizados por los institutos de opinión son «una fotografía del momento», influenciada por factores psicológicos diversos, pero que, en definitiva, no les importan.
La verdad es sensiblemente diferente y ellos mismos se contradicen en público cuando echan mano de todo tipo de sondeos para apoyar o ilustrar sus argumentos; y a medio plazo son los propios « barómetros» de popularidad quienes imponen su veredicto. Es lo que ocurre actualmente, como ya sucedió a lo largo de las prolongadas vísperas de los comicios legislativos de 1978. Cuando todos los sondeos crearon aquella atmósfera de «muerte del Giscardismo» que, tras la derrota de la Unión de la Izquierda, se revolvió a favor del presidente.
La figura de Giscard d'Estaing, revitalizado por el fracaso de la izquierda, duró hasta principios del año en curso. Desde enero último, el reflujo de los « satisfechos »- se acentuó, hasta llegar al 40% de los franceses, alcanzando a un 44% de descontentos en el sondeo conocido ayer, que es el más negativo de los que el mismo Instituto de Opinión (Ifop) le ha dedicado a la popularidad presidencial desde hace dos años.
El caso del primer ministro (26% de satisfechos contra 57% de descontentos) es más «dramático», pero menos sorprendente. La impopularidad ha sido su «dama de compaña» desde que, hace tres años, asumió sus funciones e impuso a los franceses el célebre y austero plan Barre, destinado a conjurar la crisis económica, pero sin que hasta la fecha se haya evidenciado como terapéutica apropiada, sino todo lo contrario.
En este inicio de la «temporada» político - sindical - escolar, la creciente descomposición de la imagen del presidente y la confirmación por enésima vez de la impopularidad del primer ministro coinciden con la configuración de una atmósfera que recuerda a la que precedió a las legislativas de 1978: «El giscardismo se desdibuja y el señor Giscard puede perder las presidenciales de 1981.»
La diferencia respecto a las vísperas de marzo de 1978 consiste en que la izquierda hoy no existe.
Al presidente, como entonces, se le acusa de practicar con exceso «la literatura referente al tercer milenario» y de descuidar los problemas acuciantes del día.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.