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Incertidumbre sobre los resultados de las elecciones suecas de mañana

Aproximadamente seis millones de votantes concurrirán mañana a las urnas para decidir sobre qué partido o bloque de partidos recaerá la responsabilidad de conducir la política general del país en los próximos tres años. Cerca de un millón lo ha hecho ya por correo, ya que este excelente servicio sueco agrega a sus múltiples funciones la de servir de receptor de votos desde algunas semanas antes del día, fijado para la elección.Quizá nunca en las elecciones de este país la incertidumbre sobre sus resultados ha sido tan grande. El pasado miércoles, SIFO, un instituto de investigación de la opinión pública. al que se le atribuye un gran margen de fiabilidad, dio a conocer los resultados de su última encuesta, efectuada dos semanas antes, y de acuerdo a ellos, una diferencia de sólo un 0,3% a favor de los partidos denominados «burgueses» separa a éstos del bloque socialista que forman la socialdemocracia y el partido de izquierda de los comunistas.

Estas cifras modifican el panorama que mostraba una encuesta efectuada quince días atrás, que arrojaba una ventaja de un 1,5% para el bloque socialista.

En este nuevo y último muestreo preelectoral, las preferencias del electorado se distribuyen de la siguiente manera: 19,2% para el Partido Conservador (Moderaterna), que aumentó un 3,6% con relación a las elecciones de 1976; 18,1%, para el Partido del Centro (Centerpartiet), que descendió un 6% respecto a 1976, y 11,1%, para el Partido Liberal (Folkpartiet), que se mantiene estacionario con relación a la misma fecha.

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Las elecciones suecas de mañana se decidirán por un estrecho margen

(Viene de primera página)Dentro del bloque socialista, la socialdemocracia aparece con el 42,49% -0,3% menos que en 1976-, y el Partido Comunista (VPK) registra un 5,7%, con un crecimiento del 0,9 respecto a la elección anterior.

Los pequeños partidos -trece en total- recogen, según la encuesta de SIFO, el 3,5% del total de votos, registrando un aumento del 1,8% respecto a 1976. Dentro de éstos, algunos, como el Partido de la Salud y el Medio Ambiente, se presentan por primera vez a las elecciones y usufructúan sentimientos muy vivos en Suecia, como lo es la preservación de la calidad de la vida.

Ninguno de estos partidos, sin embargo, tiene posibilidad de alcanzar el 4% de votos necesarios para tener representación en el Parlamento. No sería extraño, sin embargo, que gran parte de estos votantes se canalicen en el último momento hacia los grandes partidos, decidiendo así por escaso margen la elección.

Crecimiento conservador

El hecho más notable que registran las últimas encuestas es el crecimiento sostenido del Partido Conservador, el más derechista de los partidos burgueses. Ello puede resultar extraño si se tiene en cuenta que la puesta en práctica de su proyecto económico-político constituye una concreta amenaza para el nivel de vida de la mayoría de la población y eventualmente para las tradicionales libertades de ésta, según el grado de respuesta popular a los planes de «austeridad» de los conservadores.

Esto puede explicar que no sean los trabajadores la fuente que nutre el crecimiento conservador, pero el hecho de que sea este partido el único con un proyecto definido, que no lo disimula ante sus electores, le ha permitido captar votantes de otros sectores. Sin duda, de los otros dos partidos burgueses, mucho menos definidos en problemas concretos, y muy probablemente también del sector derechista de la socialdemocracia.

Otra explicación del auge conservador la encuentran os observadores remitiéndose a recientes elecciones en países de Europa occidental donde la crisis económica ha favorecido a las agrupaciones de derecha ante la ambigüedad de los partidos de izquierda, que han optado por colocarse a la defensiva.

La crisis socialdemócrata

Lo anterior debe vincularse con la crisis que afecta a la socialdemocracia. Sea por el desgaste inevitable que apareja una larga permanencia en el poder, sea por sus carencias, lo cierto es que el partido de Olof Palme se ha visto sacudido en los últimos tiempos por fuertes tensiones internas. El enfrentamiento entre el sector más radical, que reclama una política más agresiva en el programa socializante, y el ala conservadora del partido se ha dado, en más de una ocasión, por problemas concretos.

Hasta ahora esas discrepancias no han tenido la entidad suficiente como para provocar escisiones, pero éstas están latentes. Sin duda, la reconocida capacidad del líder ha jugado un papel preponderante. Pero no es exagerado afirmar que la imagen de Palme se ha ido desgastando ante sus electores, y a nadie se le oculta -menos al propio Palme- que su liderazgo no sobreviviría a una nueva derrota.

Un destacado comentarista político sueco atribuye a Palme el haber arrojado bajo la alfombra, en esta campaña electoral, los problemas más espinosos, escamoteando deliberadamente definiciones categóricas. La observación puede hacerse extensiva a todos los demás partidos, con excepción del Conservador.

La pregunta que muchos se formulan es si esa táctica elusiva, cuando los problemas no dejan de existir porque no se les mencione y están en la preocupación de los ciudadanos, puede dar buenos resultados. Por no querer asustar a eventuales votantes moderados de difícil captación, se corre el riesgo de perder a los sectores más avanzados de las propias bases.

En épocas de prosperidad tales ambigüedades pueden disimularse. Pero no es ésta la situación de Suecia en estas elecciones.

Tradicionalmente estos comicios, que se celebran el tercer domingo de septiembre cada tres años, han sido vistos como un componente natural del paisaje político sueco y parte consustancial a una democracia de continuada estabilidad. Y si bien el porcentaje habitual de votantes -89,9% en las de 1976- marca un nivel que es casi un récord mundial, ello debe atribuirse más al sentido de responsabilidad del pueblo sueco respecto a sus derechos, que a un acto de militancia.

En esta oportunidad, sin embargo, diversos factores concluyen para adjudicarle a las elecciones una significación especial, que excede a la de un simple cambio de Gobierno. La imagen de «oasis de bienestar» relativamente compartido por todas las capas sociales, que ostentaba Suecia hasta hace muy poco tiempo, comenzó a deteriorarse. Se atribuye este hecho a la crisis económica que afecta al mundo capitalista y efectivamente sus efectos se han hecho sentir en la industria, en las exportaciones, en el nivel de ocupación. Pero sería minimizar el problema limitarlo a esos aspectos.

Desconfianza

En los medios más lúcidos del país se advierte una creciente toma de conciencia en cuanto a que hay algo más profundo que no funciona bien en esta sociedad, que tiene que ver con la filosofía de los valores sobre los que se sustenta.

El deterioro progresivo se manifiesta en diversos órdenes de la vida social, en la enseñanza en todos sus niveles, en la desorientación de la juventud, en la evasión de impuestos, que ya no es privilegio de los grandes magnates de las finanzas, en el abuso creciente del alcohol y las drogas y en otras manifestaciones de la vida colectiva, entre las que debe incluirse la política. En este último aspecto hay una creciente desconfianza del pueblo sueco hacia los políticos, a los que cada vez se identifica menos con el bien colectivo.

La crisis económica habría operado como un detonante de todas estas tensiones subyacentes de tiempo atrás en la sociedad sueca, que afloran ahora a la superficie. Que ellas incidirán en el comportamiento electoral del pueblo sueco, lo prueban distintas investigaciones, así como los datos de las últimas encuestas.

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