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Diego Blanco, primer premio Reina Sofía de guitarra

El español Diego Blanco, de veintinueve años de edad, discípulo de Grenholm y Williams, se alzó con el triunfo en la especialidad de guitarra del II Concurso Internacional de Interpretación Musical Reina Sofía, según la aclamada decisión del jurado al término del concierto celebrado en el Teatro Real, el pasado día 13, con la participación de la Orquesta Sinfónica de la RTVE, dirigida por su titular, Odón Alonso.El segundo premio recayó en la estadounidense Sharon Isbin. Los dos galardonados, así como la concursante francesa Mariam Renno, interpretaron el Concierto de Aranjuez, de Joaquín Rodrigo, mientras que el alemán Jürgen Schollmann abrió la velada con el Concierto, de Villalobos, obra que, por cierto, llegaba a los atriles de nuestra Orquesta por vez primera. Schollmann y Renno recibieron sendas menciones honoríficas.

Diego Blanco confirmó plenamente la sensación que había dado en la semifinal: musicalidad muy correcta, técnica limpia y auténtico temple de concertista. Quede como muestra de esto último el decidido e impecable arranque de su Aranjuez, que captó inmediatamente al público y lo mantuvo hasta el fin atento y ajeno a las lógicas tensiones que dudas y tropiezos suelen acarrear en este tipo de conciertos, tan comprometidos para los jóvenes artistas.

Por su parte, Sharon Isbin había interesado vivamente al jurado (que integraban los señores Tansman, Lanza, Marco, Ohana, Ponce, Rodrigo y Vidal) desde la primera prueba eliminatoria, y tanto ésta como la semifinal fueron tenidas en cuenta -lógicamente- a la hora del veredicto. La americana posee un temperamento artístico-musical muy notable, y quienes la hemos escuchado en diversas actuaciones y repertorio variado, estamos seguros de que no ya mañana, sino hoy mismo, en situación más relajada, puede dar de sí más de lo que dejó traslucir en su actuación con orquesta, en la que hubo ciertas lagunas de tipo técnico.

La «benjamina» del cuarteto de finalistas, Mariam Renno -dieciocho años-, dejó gratísima impresión a lo largo de las tres pruebas por su fina musicalidad: sólo una comprensible falta de aplomo y seguridad le privó de algún premio efectivo, premio que sin duda alcanzará cualquier día, si se lo propone. En cambio, no le faltó aplomo a Schollmann, pero sí volumen sonoro, a lo largo de toda su actuación: cuando este problema no existió -esto es, en la cadencia-, el alemán mostró calidades guitarrísticas indiscutibles.

La orquesta y su director llevaron muy bien el concierto, nada fácil el capítulo Villalobos, y nada cómoda la reiteración del Aranjuez. Mención obligada para el corno inglés y un sonoro !bravo! Para Pedro Corostola, por su breve (pero triple), lección de hondura y profesionalidad al interpret ar su solo de violonchelo del primer tiempo de la obra de Rodrigo, con calidad realmente insuperable.

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