Catolicismo y divorcio
He leído en la edición de EL PAÍS del miércoles 12 de septiembre, un artículo firmado por Manuel de la Cámara Alvarez, que, bajo el título de «La Iglesia católica y el tema del divorcio», expone una serie de argumentos con los que intenta defender su postura divorcista, atacando de forma casi infantil a la Iglesia católica, a la vez que cataloga de «incultos» a sus miembros, por el mero hecho de serlo.Me gustaría dejar claros unos puntos en relación con el tema:
La Iglesia católica tiene su doctrina, su moral, sus dogmas, que afectan, en primera instancia, a las «convicciones íntimas de la persona». Estas convicciones íntimas se reflejarán, después, en el comportamiento externo, a poco coherente que esa persona sea consigo misma.
La Iglesia católica no «estimula a adoptar públicamente una postura», sino más bien recuerda a quienes profesan dicha religión cuál debe ser su criterio en temas que, como el matrimonio (que para
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un católico sigue siendo un sacramento), afectan a lo más íntimo de la persona.
En cualquier país, esté o no implantado el divorcio, la Iglesia católica sigue y seguirá recordando que el mismo va contra la ley natural y divina, y no con ánimo de «seguir siendo uno de los poderes fácticos más influyentes de la sociedad secular», sino con el de guiar a las almas (fin primordial de la misma), según la doctrina de Jesucristo que, en relación con el tema que nos ocupa, está bastante clara.
La Iglesia no «coarta la fibertad de pensamiento» ni de este pueblo ni de ningún otro, y esa supuesta «injerencia en asuntos puramente temporales, bajo el pretexto de sacralizarlos», es más bien la actuación lógica y coherente de los católicos, que, como ciudadanos de pleno derecho que son, pueden ejercer libremente.
Por último, no entiendo bien eso de que «un pueblo es inculto por ser católico o que es católico por ser inculto». Me recuerda aquella carta que salió publicada en este mismo diario hace unos meses, en la que se decía que los catóficos eran unos «señores bajitos».
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