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Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
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Miguel Bosé

Miguel Bosé nos está resultando el Raphael del postfranquismo. Raphael, cuando los festivales benéficos de Navidad en el Calderón, presididos por la hoy señora de Meirás, antes señora del Pardo y antes señora de su casa, Raphael, digo, era el pobre niño rico al que se le absolvía con la absolución franquista la duda nada metódica sobre su condición de puericantor que quizá cantaba mejor, como algún pájaro, porque le habían sacado los ojos, sometido a mutilaciones. La ambigüedad moza de Raphael se correspondía muy bien con la ambigüedad política de la democracia orgánica.Contradicción de términos en el cantante y en el dictador.

Los fans a sueldo hacían siempre corrillo a la puerta de su casa, como criadas despedidas, y en su estudio secreto de María de Molina vi una vez muchas fotos de doña Carmen Polo y algunos cuadros de Tino Grandío.

Miguel Bosé, que se ha comprado esta semana una blusa de escote en pico, sin mangas y con lunares de diversos colores, es la ambigüedad efébica de la democracia cañí que nos traemos. Profesionalmente, técnicamente, está muy por debajo del pobre niño rico que fuera monacillo en Linares y novia apócrifa en Copenhague, según las telecrónicas menos veraces, pero en cambio Miguel Bosé va con la estética de los nuevos tiempos franco rupturados, demo reformados, transicionales, tiene en su melena la chispa de la vida y en su mandíbula la geometría masculina de UCD.

La prensa del corazón y de más abajo lucubra mucho sobre el sexo de los ángeles del hit, pero a mí eso me tiene sin cuidado: lo que ahora quiero decir y digo es que la ambigüedad de la imagen pública del cantante, del chico/poster, del niño/camiseta, del Superbosé, se corresponde asimismo con la ambigüedad de la nueva situación, a la que le hemos metido una cierta rotundidad mandibular (Suárez, Ferrer Salat, Miguel Bosé), que contrasta con la fisonomía indefinida y políticamente pícnica de Franco, Silva Muñoz y Raphael.

Por eso parece en la televisión (sólo en la televisión) que somos más demócratas e incluso que somos más hombres, pero habrá que convenir entonces en que la democracia euroespañola está cambiando de sexo y de voz, que la democracia misma se ha vuelto hermafrodita, efébica y morbosa. Sólo los currantes que quieren levantar un farallón de silencio y huelga ante la ola de erotismo empresarial y plurisexual que nos invade presentan el mentón de acero, la barba azulenca, recién afeitada en la chabola con una cuchilla de muchas semanas.

Acabo de hacer en esta columna una defensa del derecho a la expresión y legalización de los homosexuales (los otros derechos y desahogos, más interiores, no van a poder retardárselos por falta de tramitación de la instancia), pero esto no basta para que uno utilice el sintagma sociológico de Miguel Bosé, un sintagma en camiseta de lunares -¿actor, cantante, star, mito, qué, nada?- como dato a interpretar. Bob Dylan, que ahora entra en religión, ha sido seguido por toda la juventud anglosajona, no sólo por su voz, pero primero por su conducta/ ideología/ rebeldía. Nuestra juventud conformista/ inconformista, confortabilizada, motorizada por papá y financiada por mamá, ¿qué rayos sigue en un cantante que no canta nada ni canta a nada?

A mí me da igual el chico, claro, pero cuando estrenó Sentados al borde de la mañana con los pies colgando hice alguna crónica, más que sobre el filme (inexistente), sobre la guerra fans/macarras que se montó en aquel cine de la Gran Vía. Hace poco me ha escrito el productor de la película, otro joven que va de nada y titanlux, lamentándose de mi dureza para con la cinta. I'm sorry. Quiero decir, en fin, que las juventudes euroamericanas nos van por delante incluso en la industria del redondo y el plástico, exigiendo del mogollón pop/rock una rebeldía, siquiera sea coreográfica, una propuesta moral. Aquí, inmensas hectáreas de juventud, hipotéticamente delineadas entre UCD y FN, sólo consumen música en la música, ruido en el ruido. Sólo consumen Bosé en una canción de Miguelito.

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