El portavoz
Ya ve usted, don Cierva, las vueltas que dan la vuelta: ayer portavoz del PCE y hoy viviendo aquí, en las páginas amarillas, cobijado en las páginas amarillas del periódico. Y digo amarillas porque las noticias amarillecen pronto, pierden actualidad, y porque a mí mismo me gusta hacer de cuando en cuando periodismo amarillo, amarillismo. El amarillismo es al periodismo lo que el estupro a la petición de mano: una sublimación.A mí me gusta seguir a veces esas vías cortas, malditas y eficaces, desde la violación nocturna a la calumnia-que-algo-queda, porque la calumnia, como decía Ruano, no es sino una verdad intuida. No hay calumnias incoherentes, porque no funcionan. La eficacia de la calumnia está en su posibilidad. En su coherencia con el calumniado. Por eso son ineficaces tantas calumnias sobre Tierno Galván, un suponer, como la del señor Ussía.
Lo cual que me llaman de pregonero para todos los pueblos de España y barrios de Madrid. Con Franco vivíamos mejor los profesionales del juego floral (algunos están inmortalizados en, el vestíbulo del Lara, por mecenazgo de Conrado Blanco, en réplica desvaída al, Pombo de Solana).
Con Franco cogías el tren en Atocha y te ibas por la Mancha, empalmando Extremadura y con broche en Sevilla (los oradores no salen nunca de casa sin broche). Todo eran loas a las damas y vinos de la tierra, alusiones a los clásicos tomadas de Valbuena Prat y abrazos al gobernador civil del Movimiento y de las JONS. (Algunos no han cambiado.)
Pero ahora la gente no quiere literatura, sino un pregón político, que se le digan las verdades, en el coloquio mayormente. El coloquio es como si el torero, después de matar el toro, tuviera que jugarse una partida de mus con cada espectador de la plaza. Y ese es el juego en que uno no quiere entrar, no por indefinición política, don Cierva, que bien definido me tiene usted, sino porque otro instrumento es quien tira, como dijo el clásico, de los sentidos mejores.
Uno no va ni ha ido nunca ni quiere ir para líder político, que uno se encuentra bien en esta casamata, caseta, refugio de montaña o lo que sea, entre la fronda de las páginas amarillas del periódico («todas a un tiempo quieren ser amarillas», decía Guillén de las hojas otoñales).
Uno (hay que cultivar el « uno » de Solana, Baroja y el 98, en lugar de esa segunda persona que utilizan las estrellas de Iñigo para hablar de si mismas por la teletonta), uno, digo, vive de política y poesía cada día, y yo les diría hoy a los hombres y los pueblos de España, ya que no puedo acudirá todos sus requerimientos y llamadas, que, como acaba de decir Caro Baroja, dejen de mirarse el ombligo, dejen de consagrar el refajo histórico de la Dama de Elche o el chal lírico de la Dama de las Camelias litorales, y se den cuenta de que sólo hay un problema en el universo, ahora a mitad de la mañana: explotadores y explotados.
Las cuentas de la humanidad estaban muy enredadas hasta que el análisis científico de la historia vino a ponerlas en claro. Ya sabemos de quién es el dinero y por qué. Ya sabemos que de las guerras de religión, ideología, patria, raza, piel, folklore o dinastía no saca nada en limpio el pueblo, y en sucio saca las manos, manchadas a la fuerza de sangre.
Habría que ir, cumpliendo uno con otra de las facetas de su oficio, a los pueblos de España, pueblo por pueblo, Montilla, Albacete, Asturias, Vallecas, sitios de donde me llaman, a hacer unos juegos florales inversos, los juegos florales de la izquierda que cantan al minero y no a la hija del alcalde francopedáneo. Pero a eso tampoco acaba de animarse un escritor de la izquierda festiva porque eso es demagogia y porque esconde, queramos o no, una exaltación localista/irracionalista que no viene sino a retardar la solución social de los problemas sociales. Ni portavoz del PCE, don Cierva, ni orador de juegos florales, ya saben dónde encontrarme: en las páginas amarillas.
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