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Reportaje:

Cañada Real de Merinas, un poblado del Oeste en el límite del término municipal de Madrid

Parecía que los tiempos de la colonización del antiguo oeste americano habían quedado diluidos por los años pasados. Hoy es poco probable que haya nadie dispuesto a llegar a un lugar, plantar sus reales en un terreno previamente vallado y decir que aquel suelo es suyo, y que allí se va a construir un rancho. Pero no; una especie de pueblo, al estilo de la conquista del Far West, ha nacido en el límite este del término municipal de Madrid, lindando con el de Coslada, San Fernando de Henares y Rivas-Vaciamadrid. Se trata de la Cañada Real de Merinas. Informa Carlos Bellver.

Hace unos años, no muchos, la Cañada Real no era más que eso, un paso de ganado -es de suponer que de ovejas del tipo merino-. Hoy la Cañada es un terreno propiedad de leona, calificado urbanísticamente como rústico-forestal, lo que equivale a decir que no se puede construir; que allí, como mucho, se puede hacer un pequeño chamizo para meter los aperos destinados al cultivo de la tierra. Sin embargo, en la Cañada Real de Merinas la gente ha empezado a llegar, a plantar cuatro palos que sirven para vallar el terreno -en pequeñas parcelas de unos trescientos-cuatrocientos metros cuadrados- y a edificar su casita. Algunos de ellos dicen que «un señor me vendió este terreno por 50.000 pesetas». Pero nadie dice quién es el vendedor del patrimonio de Icona.Hace ya bastantes años, junto a lo que hoy es ya plenamente el casco urbano de Coslada, comenzaron a nacer unas edificaciones de adobe, mal hechas. Al cabo del tiempo, la Asociación de Cabezas de Familia compró los terrenos ocupados por esas casas de adobe a leona. En total, eran 60.000 metros cuadrados de terreno cuya venta no tenía otra finalidad que dar la propiedad a quienes los habían estado utilizando desde tiempo atrás. Esa parte de la Cañada es la que ahora la Gerencia Municipal de Urbanismo se propone consolidar urbanísticamente, reconociendo la existencia de unas viviendas y de un asentamiento.

Pero, a partir de esa hilera de casas ya consolidadas -que el alcalde Arespacochaga dotó de asfalto y saneamiento-, en dirección sureste, han empezado a surgir otras casas, de construcción individual y no ya, como las anteriores, de adobe, sino con su buen hierro forjado para la estructura y con sus excelentes viguetas de hormigón pretensado para los techos. Y, por supuesto, la construcción de estas casas se realiza sin ningún tipo de licencia municipal que autorice para ello. Es, por tanto, totalmente ilegal.

Investigación municipal

El problema que se le presenta ahora a la Gerencia es evitar que siga esta construcción clandestina, realizada, sobre todo, en fin de semana. Las oportunas órdenes de suspensión de obra, junto con los correspondientes expedientes por infracción urbanística (57, en total), ya han sido remitidos a cada uno de estos espontáneos constructores. Pero lo cierto es que la construcción ilegal sigue. En menor escala, pero sigue.Ayer por la mañana, el gerente municipal de Urbanismo, José Ignacio Quintana, realizó una visita de inspección por la zona, acompañado por técnicos de su departamento, de la Policía Municipal y de la Guardia Civil. Todo sigue igual que hace unas semanas, cuando el tema saltó a la prensa. Algunos han seguido construyendo y otros han parado, aunque puede que a la espera de que las aguas se calmen.

Uno de los que no han parado es Valentín Tamurejo, quien, hace unos días, le había pedido una entrevista al gerente. El señor Quintana, aprovechando su visita, quiso verle y se acercó hasta la casa que se está construyendo. Estaba subido en un andamio, soldando el soporte de una escalera. Al preguntar por él, salió en seguida. Cuando el gerente se identificó como tal, el señor Tamurejo comenzó a desgranar su historia.

Afirmó Valentín que está inválido -aunque sus veintitantos años y su agilidad para bajar del andamio no lo demostraran-, que quería casarse en el mes de noviembre-, que antes tenía que acabar la casa. «Si se me echan las lluvias encima, tal como está esto, sin asfaltar», decía, «se forma un barrizal y no puedo seguir.» También aseguraba que tenía una hija de cuatro años, que cuando se iba a casar tuvo el accidente, que sólo cobraba una pensión de 5.000 pesetas. La madre terció en el asunto: «Ya nos han echado de una casa porque le interesaba a un rico.» José Ignacio Quintana sólo recomendaba calma a la señora, mientras añadía, de cuando en cuando: «Pues se han metido en un buen lío.»

La comitiva municipal siguió su camino hacia la carretera de Valencia descubrió que también en terrenos de leona se ha parcelado, y el cultivo clandestino de maíz, de girasol o de tomates es casi un hecho. Y mientras, entre casas construidas sin licencia en terreno donde no se puede edificar, maizales y tomateras, leona no ha tomado todavía una postura con respecto al tema. ¿Podría ser la municipalización del terreno una solución? La discusión puede empezar ahora; la solución la dará el tiempo.

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