Felipe González y el viaje de Suárez
Puede estar seguro Felipe González que, a pesar de no ser ideológicamente afín, el probable día que como jefe de Gobierno de España visite cualquier país extranjero seguiré con interés su viaje, me alegraré de sus éxitos y me sentiré orgullosa de cada elogio, cada gesto amable y cada sonrisa que se le dediquen, porque en ese momento será el presidente español y no el secretario general del Partido Socialista Obrero Español.Pero, parece ser, que un sentir tan natural no es compartido por el mismo Felipe González; porque de la misma forma que un niño dice «chínchate y rabia», con la misma envidia que una mujer critica el nuevo vestido de su rival, o una portera habla de lo que hace la dichosa vecinita del quinto, acaba de decir, según Pilar Urbano, que «no es oro todo lo que reluce, que a Suárez se le ha recibido mal en Brasil y que lo del Pacto Andino ya estaba arreglado». Y se habrá sentido tan satisfecho.
Es muy difícil creer lo de Brasil, a tenor de lo que hemos visto, oído y leído a toda clase de comentaristas, que rayan el polo opuesto, y también porque ello es prácticamente imposible en esta clase de invitaciones entre Gobiernos. Pero si el señor González conoce algo especial para opinar así, debería aclararlo y discutirlo con seriedad y dirigir sus primeras críticas al Gobierno brasileño, porque en las relaciones exteriores deben olvidarse las palizas entre partidos, si no queremos que las palizas nos las den desde el exterior.
En cuanto a lo del Pacto Andino, creo que tanto da cuándo se haya alcanzado el éxito, porque es infantil creer que acuerdos importantes se logran en una hora de conversación en una visita oficial, porque ni siquiera es el caso.
Por tanto, creo, que la famosa ética de Felipe González ha brillado por su ausencia en esta ocasión, o será que sólo emplea en las cuestiones internas socialistas, y no cuando está en juego la verdad y el prestigio de su país en el mundo.
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