Manual de autodefensa
La mano que firmó el manual derribó toda duda.Para tu autodefensa, recuerda: «El terrorista suele ser joven, estableciéndose sus edades entre los dieciocho y los treinta años.» Es un consejo del Ministerio del Interior.
Roberto Alcázar no se rinde: «Estos chaveas, disponen del pasaporte de la tolerancia gubernativa, que ha concedido el documento de identidad tan pronto se cumplan los dieciséis años de edad, ya culpable, y no se les impide que se atiborren de anfetas y de porros, con el visto bueno además de los masturbadores intelectuales, de los chelis, de las lesbianas, de los hermafroditas y de los homosexuales, engrandecidos por el Estado de la apertura aperturísima y de la vuelta del calcetín y cambiazo de los chalecos.»
De lejos, pues, para evitar murmullos, la noticia. En la ciudad de México, una sordomuda fue encarcelada, golpeada y catalogada como prostituta por «negarse» a hablar. De la muchacha sólo se sabe que se llama Imis, tiene diecisiete años de edad y trabaja como sirvienta. Inspectores de Gobernación de la alcaldía local detuvieron a la chica hace unos días, cuando iba a comprar pan, en una calle céntrica. La obligaron a subir a un vehículo celular y la llevaron a una prisión de mujeres. En el camino, puesto que se «negaba» a hablar fue golpeada por los mismos captores. Luego, en prisión, quedó fichada como prostituta. Sólo un día después, al percatarse las autoridades del error cometido, la joven pudo regresar a casa de sus patrones.
La poderosa mano lleva a un joven caído.
Para tu autodefensa, recuerda: «En las observaciones y vigilancias, los terroristas suelen vestir siempre de modo deportivo, siendo la prenda más común el pantalón vaquero.» Es un consejo del Ministerio del Interior.
Robérto Alcázar no se rinde: «Nacieron los futuros grapos, los pequeños maos y los virulentos fraps, así como las manadas izquierdosas o pasotas de las sectas y heterodoxias de la hoz y el martillo, del ciempiés de las lecturas opuestas de Carlos Marx y sus secuaces hermeneutas, de los hippy-rockeros, más las nuevas turbas desalmadas y zarrapastrosas. »
De lejos, la noticia. Elise Dubois, de veintiocho años de edad", murió en Marsella, tras permanecer dos semanas en estado de coma, a consecuencia de habérsele extraído la muela del juicio. La familia de la fallecida, a través de su ahogado, ha presentado querella criminal. La señora Dubois había acudido a extraerse la muela del juicio, operación que normalmente lleva veinte minutos. La sacaron ya en coma, cuatro horas después, al parecer, por una indebida aplicación de anestesia. Este caso recuerda el de otra joven de la región que fue a extirparse el apéndice y se encontró con un brazo amputado.
La mano que firmó el manual engendró fiebre.
Para tu autodefensa, recuerda: «Es frecuente que el terrorista se deje barba o bigote.» Es un consejo del Ministerio del Interior.
Roberto Alcázar no se rinde: «La elección del pontífice polaco Juan Pablo II, por lo que une y tiene de san Juan Bautista y Evangelista y de san Pablo de Tarso, primogénito de los conversos, es una señal sintomática del retorno moceril y espiritual a sus coordenadas clásicas y cristianas, que son cánones renovados y eternos y no panfletos para la subversión destructora. »
De lejos, la noticia. Según acaba de revelar la policía bávara, un jefe de empresa mantenía preso y maltrataba sexualmente, desde hace nueve meses, a uno de sus obreros. El obrero, descubierto por azar en un barracón aislado sito en Ebenhausen, cerca de Ingolstadt (Baviera), había sido encerrado allí por su patrón, un hombre casado, de 51 años de edad. La víctima, de veintiocho años, presenta señales de latigazos y torturas diversas. Según señalan las mismas fuentes policiales, el patrón torturador quiso seguramente castigar a su empleado por algún pequeño robo, dado que se encontró un papel en el suelo donde figuraba copiada cien veces esta frase: «No volveré a robar. »
La mano que firmó el papel no evitó la rutina: «Porque de estas premisas surge un consejo fundamental: no hacer siempre las mismas cosas y huir de las costumbres fijas.» ¡Ostras, Pedrín!'
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