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Conferencia mundial en Viena sobre "Ciencia y tecnología para el desarrollo"

Ayer se inauguró en Viena el acto central de lo que constituye una de las más gigantescas convocatorias de las últimas décadas patrocinadas por el sistema organizativo de las Naciones Unidas. Se trata de una conferencia mundial sobre el papel que la ciencia y la tecnología desempeñan al servicio del desarrollo de los pueblos. Numerosas entidades, e incluso Gobiernos, de lo que ha sido dado en llamarse Tercer Mundo achacan a la privilegiada actividad intelectual de la minoría occidental de los países del mundo una profunda desatención a los intereses, preocupaciones y objetivos de la mayoría de los pueblos de la Tierra.

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Los pueblos de la Tierra y quienes, representándoles más o menos, asisten a las reuniones internacionales se preguntan sobre si la ciencia sirve o no sirve al desarrollo. Ese es el tema de la Conferencia de Viena, una conferencia que se presenta rodeada de preparativos y expectativas muy poco comunes en reuniones políticas de esta naturaleza.El objetivo de la Conferencia de Viena es ver si en realidad la ciencia y la tecnología actuales sirven al desarrollo, a la mejora de la calidad de vida de los ciudadanos y los pueblos del mundo. Se intenta combatir el subdesarrollo y el desequilibrio, cada día más acusado, entre países «ricos» y países «pobres», y ello a través de la promoción de un «nuevo orden internacional» fundamentado en los supuestos que nos proporcionen la ciencia y la técnica aplicadas al desarrollo de los pueblos.

La ciencia es, simplificando los términos, el mejor conocimiento que el hombre puede adquirir sobre su entorno. Pero ¿qué dice la ciencia actual. sobre el futuro real de la humanidad? ¿En qué consiste el «nuevo orden internacional» que los pueblos y sus Gobiernos reclaman?

Es un supuesto general», explica Jesús Martitegui Susunaga, arquitecto, especialista en cuestiones de prospectiva, «que el hombre se preocupe por su futuro económico, nivel de vida, posibilidades, expectativas y el de su entorno familiar e inmediato; pero es muy poco usual que el hombre común, el hombre de acción, incluyendo el político, se adentre en la consideración del futuro económico del mundo en su conjunto y de nuestros grandes entornos condicionantes, a pesar de que es evidente que a éstos, en último término, está condicionando el futuro particular de cada uno. A este respecto actuamos como si estuviésemos persuadidos de que el funcionamiento de nuestro mundo socioeconómico respondiera a un proceso automático, de estabilidad garantizada, sin riesgo de recesión, estancamiento o colapso. Sin embargo, actualmente los investigadores y centros de investigación que se encuentran próximos a los núcleos más estratégicos coinciden en manifestar que nuestro sistema socioeconómico, en su totalidad, se encuentra en una situación de crisis sin precedentes, y que los síntomas negativos que empiezan a hacerse notar (recesión económica, paro, incluso en los países industrializados; inflación irreversible, incapacidad de las estructuras para integrar a los nuevos profesionales, etcétera) no son sino la avanzada de un futuro absolutamente problemático en el que no se debe descartar la eventualidad de colapso total.»

Lo que plantea, pues, la comunidad internacional a la ciencia y la técnica es que apliquen el conocimiento empírico de los hechos que brinda su panorámica a la idea o concepto de desarrollo. Ese es el tema central de Viena. «Hasta ahora», prosigue el doctor Martitegui, «aunque de forma explícita, no había acuerdo sobre la definición y significado de desarrollo, de hecho éste se venía identificando con el crecimiento de la actividad económica de los países, de modo que el "grado de desarrollo de un país" se cuantifica a través del PNB (producto nacional bruto) del mismo. Consecuentemente con este criterio, promover el desarrollo de la humanidad consiste en promover el crecimiento de la actividad económica de los países que la constituyen.»

Las cosas, sin embargo, están cambiando en el pensamiento, en la opinión pública internacional. «Se ha caído en la cuenta», prosigue J. Martitegui, «de que un desarrollo continuado, que supondría un crecimiento económico y demográfico indefinido, está en contradicción con la limitación de nuestro mundo en cuanto a espacios vitales, materias primas, medios naturales, capacidad de alimentación, capacidad de absorción de efectos contaminantes, etcétera.» Se viene comprobando que supuestos socioeconómicos operativos y eficaces en países industriales. resultan inoperantes, e incluso negativos, en países de «distinto grado de desarrollo»; de lo que parece deducirse la no vigencia de una ciencia y una tecnología de ámbito universal,

Se viene comprobando que, en muchos casos, el crecimiento económico (convencionalmente el desarrollo), lejos de elevar, en sentido integral, el nivel de un país, contribuye a degradarlo y a acentuar su dependencia. Se viene comprobando el fallo de las leyes económicas convencionales, incluso en los ámbitos de los propios países industriales (inflación generalizada e irreversible y consecuente recesión económica).

La ciencia y la técnica, pues, han sido convocadas en Viena. Convocadas por los responsables de la comunidad internacional para responder a una pregunta básica: su atención al desarrollo de los pueblos humanos.

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