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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
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País Valenciano: autonomía, Estatuto y referéndum

Catedrático de Teoría del Estado y Derecho Constitucionalde la Universidad de Valencia

Se ha escrito que los valencianos no saben lo que es la autonomía. Frente a esta afirmación, opinamos que cualquier habitante de la nacionalidad valenciana tiene idea de lo que es la autonomía. Por lerdo que sea, todo valenciano sabe que autonomía es lo opuesto a centralismo.

Y, ¿quién no sabe que los valencianos siempre se han lamentado del centralismo madrileño? ¿Y quién no sabe que hoy, la Inmensa mayoría de valencianos, tampoco quiere el sucursalismo de Valencia a Cataluña, o, lo que sería lo mismo, no quieren el posible centralismo catalán? ¿Esto no es saber lo que es autonomía? Entonces, ¿qué pedían los manifestantes del 9 de octubre de 1977, 1978 y los 400.000 valencianos que se manifestaron el 12 de mayo de 1979? Pedían la autonomía.... que para ellos es lo mismo que decir un «no» al «centralismo» de cualquier tipo. ¿Es esto no saber lo que es la autonomía?

Otro problema es el de que los llamados políticos del cuadrante valenciano hayan sabido o sepan cómo encauzarla.... y si tienen voluntad de hacerlo.

Las dos vías para la autonomía

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No es accidental que se elija como «vía valenciana» hacia la autonomía la indicada por el artículo 151, o la que establece el artículo 143. Pero más importante que esto es que los valencianos están divididos acerca de qué tipo de estatuto -que es, debe ser, la traducción jurídica de la autonomía- se les piensa «otorgar». (He dicho «otorgar», porque, si predomina la postura «ucedista» deducible de los últimos acontecimientos y escritos, la vía que se elegirá será la prescrita por el artículo 143.) Pues bien, en este artículo 143 no se prevé la participación popular -mediante referéndum- ni durante el proceso autonómico, ni para aprobar el Estatuto (vid. arts. 143, ap. 2 y 146). No sucederá así, si se elige la vía regulada en el artículo 151, en donde se prevé que «la iniciativa del proceso autonómico "...ha de ser" ratificada mediante referéndum por el voto afirmativo de la mayoría absoluta de los electores de cada provincia ... » y en el citado artículo, en sus apartados 3.º y 4.º, también se prevé el refrendo mayoritario de cada provincia como uno de los requisitos para la entrada en vigor del Estatuto.

Como fácilmente se puede colegir, este procedimiento -el del artículo 151- es más democrático que el previsto en el artículo 143, y, por otra parte, impide, en buena medida, que los partidos hagan -lo están «malhaciendo»- lo que les dé la real gana. ¡Menos pontificar y menos paternalismos baratos! y ¡más democracia!

Hay que subrayar que si se sigue la vía autonómica prevista en el artículo 143: «El proyecto de Estatuto será elaborado por una asamblea compuesta por los miembros de la Diputación u órgano interinsular de las provincias afectadas y por los diputados y senadores elegidos en ellas y será elevado a las Cortes Generales para su tramitación como ley.» Y hay que subrayar que en algunas comunidades «pre autonómicas » quizá interese a algún partido elegir esta vía, «aparentemente», porque exige menos trámites y el proceso autonómico se hará más ágil y asequible, pero, «de hecho», quizá se encubra una realidad política más «importante y convincente», a saber: que en dicha asamblea tal o cual partido tendrá mayoría (y podrá «mangonear» como quiera, de espaldas a su pueblo electoral, si le viene en gana), y ello merced a que en ella, por azares del sistema electoral, «los miembros de la Diputación» que se le integran podrán compensar la balanza política a su favor, dominando así tal o cual, partido la citada «asamblea estatutaria»; en cambio, con el artículo 151, los «miembros de la Diputación» quedarán excluidos de la «Asamblea de Parlamentarios», y quizá, en ésa, ciertos partidos tendrán la mayoría, hecho que perderán o pueden perder si se adopta el artículo 143. Pero, en fin, cosa de partidos. ¡Y, al pueblo, qué le importa todo eso! Al final saldrá un Estatuto muerto..., sin raigambre popular. Yo calificaría la vía autonómica del artículo 143 como una «vía de todo para el pueblo, pero sin el pueblo».

El disenso sociocultural valenciano

Es cierto que la discrepancia o «disenso» actual valenciano se mueve en el campo de lo «superestructural», como dirían los marxistas; y es cierto, también, que en lo sustancial -al menos así lo pienso- no sería difícil, en la actualidad, que se pusieran de acuerdo los valencianos. Aquí -en el campo de lo infraestructural- no creo que hubieran, «hoy por hoy», grandes discrepancias. No hay posiciones ideológicas radicales. Insisto, el veneno de la desunión de los valencianos está hoy, formalmente al menos, a «nivel cultural»: ¿país, reino o nacionalidad valenciana?, ¿lengua catalana o valenciana?, ¿límites del reino o nacionalidad valenciaria?, ¿senyera tricolor o la cuatribarrada aragonesa, hoy catalana?, ¿himno regional o Els Segadors?... He aquí unos cuantos puntos de fricción de las dos corrientes que cruzan el cuadrante valenciano.

Ciertamente que sería caer en una superficialidad inconcebible si creyéramos que detrás de estas corrientes no hay algo más... Si, lo hay..., y el factor económico es el diablo que, a trasmano, lo enreda todo. Pero sólo que, hoy por hoy, las agudas tensiones culturales no se han revelado aún en el campo infraestructural. ¡Todo llegará! Y entonces veremos quiénes son los que desean la realización de un socialismo democrático, y, por tanto, de una autonomía plena y «auténtica» en lo económico, en lo social y, consiguientemente, en lo cultura¡. O si se prefiere afirmaré ya, y desde ahora, que, partiendo de mis supuestos histórico-científicos, la auténtica autonomía o autogobierno, tan sólo tiene sentido en cuanto que apunta a la realización de un humanismo integral y, para ello, la autonomía implica la supresión de la alienación económica, social y también en lo cultural.

La catalanización es la alienación de nuestro pueblo

Los que hoy propugnan una catalanización de la historia valenciana, en todos sus niveles, están -involuntariamente, estoy seguro de ello- alienando a nuestro pueblo, al despersonalizarle y sucursalizarle al condado de Barcelona. ¿Es esto ser progresista?, ¡que venga Carlos Marx y que me lo explique...!

Hay que ofrecer proyecto de estatutos

A mi modesto entender, los órganos de gobierno preautonómicos, los municipios, las diputaciones, etcétera, y, fundamentalmente, los partidos -que son los verdaderos responsables de la política- no se habían de limitar a iniciar el proceso autonómico, etcétera, sino que deberían de ir brindando al pueblo valenciano, con toda sinceridad y sin segundas intenciones «de futuros consensus y transacciones», los respectivos estatutos que piensan defender en las futuras asambleas estatutarias, porque sin saber, previamente, los valencianos cómo se va a plasmar, jurídicamente, la autonomía, es decir, mediante el futuro Estatuto, dificilmente podrán prestar su entusiasta adhesión a unos inexistentes proyectos concretos y posibles de convivencia política y social. El Estatuto, sin la participación del pueblo, será como una «constitución semántica», como una voz que se la llevará el viento: un Estatuto muerto antes de entrar en vigor. Cuidado, pues, ¡no por mucho correr se llega antes!

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