La identidad

Recientemente se aprobó en un Consejo de Ministros una medida en relación con el documento de identidad, consistente en una reforma del mismo en el sentido de incorporar a cada tarjeta una banda magnética distinta para cada individuo. Finalidad: localizar el paradero del portador (y del titular, claro) del carnet en cualquier momento y poder incluso fijar sus itinerarios cotidianos.Creo que fue ya en tiempos de Fraga Iribarne, cuando era ministro del Interior (o de Gobernación, en aquel tiempo), cuando se empezó a calibrar la posibilidad de introducir esa innovación, pero, según parece, la cosa se quedó congelada por aquel entonces. Después vinieron Martín Villa y sus visitas a Alemania (y ya sabemos lo que es este país, a la cabeza de la tecnología del control), con lo que la idea, me imagino, que empezó a tomar cuerpo, hasta llegar a la actualidad.

Esta resolución ministerial, que reviste una enorme importancia, aunque se haya querido colar de rondón ante la opinión pública, se inscribe dentro de toda una escalada de recortes a la libertad e intimidad de la persona, ante la que no debemos cruzarnos de brazos. Estamos asistiendo hoy a una progresiva automatización del control del ciudadano, con lo cual, por una parte, se enmascara sutilmente la envergadura de la telaraña de la represión que el Estado está tejiendo sobre nosotros y, por otra, se perfeccionan hasta límites «orwellianos» esos métodos de penetración y control en la vida cotidiana (junto con medios de comunicación, etcétera).