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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Tribulaciones de "Juan Nadie"

«Juan Nadie» se marchó de España, digamos, porque le dio lagana. No estaba perseguido. Se fue a «la América». Fue reclamado por un pariente, y eso lo recuerdasiempre cuando los «que nos devuelven la visita» dicen que los «gallegos» fueron para allá sinningún problema. ¡No! Aquellos países necesitaban mano de obra y (Pasa a página 10) (Viene de página 9)

además tenían unas leyes de emigración, con la diferencia respecto de las españolas, si es que las hay, de que eran coherentes.

Este «Juan Nadie» se casa con una española, por supuesto. Allí trabajan los dos, están inscritos en el consulado y en todos los rollos que haga falta, y, por no pasar por malos patriotas, ni siquiera se nacionalizan a pesar de veinticinco años de residencia allá, no pasan de residente, por su propia voluntad. Los años pasan y un buen día deciden regresar a España. Tienen cuatro hijos: dos argentinos y dos uruguayos. No hay problemas. Los tres más pequeños vienen como españoles, pero «Juan Nadie» recibe un pequeño shock cuando, al inscribir a sus hijas (una argentina, la otra uruguaya y, por tanto, en consulados diferentes), resulta que Daisy se llamará de ahora en adelante «Margarita». ¡Bueno, son las leyes, qué vamos a hacer! Pero lo trágico es que la otra hija se llama Margarita. «Juan Nadie» implora: «Póngale Pepa, si quiere; pero no es posible que tenga dos hijas con el mismo nombre. » Qué rebuscado es todo esto, pero es cierto.

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Y llegaron a España «Juan Nadie» y su familia, todos con documentación española, menos el hijo mayor que, aunque argentino de nacimiento, es ciudadano uruguayo (qué complicado, ¿verdad?). Y encima es mayor de edad. En fin, un lío.

«Juan Nadie» va a recoger el correspondiente libro de familia, pues él se casó fuera. Y resultó que, en el libro, el hijo más pequeño nació dos meses antes que el mayor, que había nacido seis años antes, en otro país.

Hay que resignarse. «Juan Nadie» tenía cuatro hijos y ahora, en el correspondiente libro de familia, tiene tres y, encima, dos hijas con el mismo nombre.

Luego vienen las convalidaciones de estudios. ¡Desastroso! Que si hay acuerdo cultural, que si no lo hay. La familia decide: el mayor volverá a Uruguay a finalizar sus estudios. No puede permitirse que por culpa de no sé quién le partan los estudios. Los pequeños es distinto, son pequeños

Y, desgracia tras desgracia: el hijo mayor tiene vocación de odontólogo y viene de nuevo a España -por supuesto, con la carrera sin terminar, afortunadamente-; incoa el correspondiente expediente de convalidación con todos los sellos, timbre, tasas habidas y por haber y pide que la facultad de Medicina le admita y le convalide Anatomía; pero la facultad le responde que no es procedente, y ni siquiera le resulta convalidado el bachillerato.

Vuelta a empezar. Durante un año se gestiona un nuevo expediente para obtener la convalidación de toda la secundaria, y llegan los tres kilos de papeles con todas las estampillas, tasas y rollos habidos y por haber, lo envía al «Olimpo», es decir al Ministerio, y paga las quinientas pesetas de no sé qué. ¡No se quejan! ¡Es la ley!, y ¡la ley no se la saltan ni el Papa ni el Rey!

Y del «Olimpo» recibe misiva, hará un año, diciendo algo así como que faltan cincuenta gramos de papeles; pues, por lo visto, no daba el peso. Desde entonces, mutis. Pasan cinco años y el hijo mayor de Juan Nadie» ni siquiera tiene permiso de residencia ni permiso de trabajo; ni tan siquiera recurre ya a salir del país cada tres meses, pues en los eropuertos no te sellan el pasaporte de entrada o salida. ¿Por qué el hijo de Juan Nadie» no optó por la nacionalidad española? No quiso porque encima, díganlos, tendría más complicaciones; porque el niño está casado, tiene veintinueve años y otros líos. Además está el problema de que, para recobrar la nacionalidad española los que la tuvieran de origen, necesitan dos años de residencia en España. Y él no es residente, porque no tiene trabajo, y no tiene trabajo porque no tiene permiso, y no estudia porque no le convalidan los estudios. La solución: dejar que pasen las cosas; nada se puede hacer. Si «Juan Nadie» tiene un nieto se encontrará que no será español, por ser hijo de padres extranjeros, y los padres extranjeros uno es argentino y la otra es uruguaya, si bien el futuro-niño-expediente-de-algo no será ni argentino, pues su padre perdió esta nacionalidad, y no será uruguayo debido a que en Uruguay, en cuanto a nacionalidad, rige el ius soli, y son uruguayos los nacidos dentro del territorio nacional, según la ley.

La verdad es que a veces sentimos «envidia» de esta gente que del cono Sur han ven indocumentados. La familia de «Juan Nadie» vino con todos los papeles, pagó todas las tasas, estampillas, timbres, papeles de Estado habidos y por haber, y están peor.

La resolución que toma la familia es dejarlo correr; la que debe tomar el Gobierno es o bien aplicar las leyes, que para eso están; «limpiar» un poco el ordenamiento jurídico respecto de los emigrantes -porque está superlleno de contradicciones-, o tomar la medida draconiana e impopular de ordenar la salida de territorio de todas estas personas que están «fuera de la ley».

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