El potencial industrial del mercado común socialista, mayor que el de Europa occidental
Los Gobiernos del área socialista aumentan paulatinamente su zona de influencia económica, basándose principalmente en los países en vías de desarrollo. El organismo aglutinador que facilita los contactos, auténtico mercado común socialista, es el Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME). Este año dicho Consejo cumple treinta años desde su fundación, y en los pasados días, coincidiendo con la reunión de los siete de Tokio, han celebrado una sesión extraordinaria en Moscú.
«Esto es una sociedad anónima de mendigos.» Con esta calificación despectiva, muy a la americana, el embajador R. Steinhard se refería a la conferencia económica de Moscú, celebrada en 1949, en la que participaron representantes de Bulgaria, Checoslovaquia, Hungría, Polonia, Rumania y la URSS. En dicha reunión se creó el Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME), cuya influencia y labor, treinta años después, debe reconocerse como muy positiva. A los seis fundadores iniciales se les unieron más tarde la República Democrática Alemana, Mongolia, Cuba y Vietnam. A estos diez países (miembros de pleno derecho) se integra posteriormente Yugoslavia y actualmente también ha participado Laos. El grupo ha sido calificado por Brejnev como «un amplio foro internacional en el que están representados doce países socialistas, otros países soberanos de cuatro continentes, así como numerosas organizaciones Internacionales».Efectivamente, en las reuniones de estos días estaban invitados especialmente los dirigentes de Afganistán, Angola, Etiopía, Yemen del Sur, Finlandia, México y Mozambique, así como un observador del Comité Ejecutivo de la ONU para el Desarrollo Industrial. Es evidente, pues, que el CAME tiene un enfoque muy determinado: potenciar las economías de los países más deprimidos en una labor a largo plazo, pero que, sin duda, ha de rendir un sabroso beneficio, no sólo económico, para el desarrollo del socialismo en todos los continentes. Mientras las peticiones para la integración en el Mercado Común Europeo (caso de España, Portugal y Grecia) pasan por un largo proceso de hibernación, en pocas horas se ha aceptado en Moscú la petición de Yemen del Sur para convertirse en «observador», con cuyo título este país puede obtener beneficios análogos a los de los países miembros.
Los seis «mendigos» de hace treinta años han duplicado el número de países integrantes y su potencial industrial es mayor que el de los países de Europa occidental. En el CAME el volumen de la producción industrial por habitante es, aproximadamente, tres veces más que el término medio del resto de los países.
Actividad económica socialista
El presidente del comité ejecutivo del CAME, Katushev, ha señalado estos días las perspectivas del desarrollo económico de la comunidad socialista: «La cooperación de los países miembros del Consejo en materia de planificación y, sobre todo, en coordinación de planes, es el método fundamental para organizar esta cooperación económica. La coordinación de los suministros sobre una base bilateral hasta la coordinación de los planes de desarrollo socioeconómico, las consultas sobre cuestiones fundamentales de la política económica y las previsiones conjuntas, trazar el complejo programa de la integración económica socialista, la elaboración del primer plan coordinado de medidas de integración multilaterales para los años 1976-1980 y la elaboración de programas especiales de cooperación a largo plazo son los jalones fundamentales de progreso de la economía socialista planificada en el área internacional.»La orientación está fijada, fundamentalmente, hacia el futuro. Mientras la colaboración entre los países socialistas europeos ha alcanzado unas cotas importantes y sólo basta mantenerlas, la preocupación actual está en prestar especial atención y ayuda para acelerar y potenciar las economías de Mongolia, Cuba y Vietnam. Este es otro paso decisivo, al que seguirá una nueva lista de los países más deprimidos que acepten vincularse a la opción socialista.
El país protector del CAME (obviamente) es la Unión Soviética. Con su ayuda se han construido más de 2.600 empresas. Entraron en explotación centrales eléctricas con una potencia total de más de veinte millones de kilovatios, empresas siderúrgicas con una capacidad anual superior a los quince millones de toneladas de acero y veinte de laminados acabados, así como grandes complejos petroquímicos en Bulgaria, Checoslovaquia, Hungría, Polonia y República Democrática Alemana, principalmente. Según las últimas estadísticas difundidas en 1977, los suministros soviéticos de energía eléctrica a los países del CAME constituyeron aproximadamente cerca del 70% de todo lo iniportado por ellos; en mineral (hierro, manganeso y cromo), así como en algodón, el porcentaje se elevó al 75%; en petróleo y sus derivados alcanzó el 80%, y en gas natural el 90%. El gasoducto Soyuz y el oleoducto Druzhba son las grandes obras que marcan positivamente este balance.
Los países socialistas encuentran, como sustento de su economía, la posibilidad de comercializar la producción de la industria de transformación en un mercado tan grande y en constante expansión como es la Unión Soviética. Este extenso mercado estable de venta les permite desarrollar la industria de maquinaria sobre una base a largo plazo, con planificación; se estimula, a su vez, la producción en grandes series y se crean condiciones para perfeccionarlas y elevar el nivel técnico del producto.
Por su parte, los otros países del CAME han aportado a la URSS, en el último quinquenio, el 40% de las necesidades de nuevos barcos y máquinas cargadoras; el 35% de los vagones de pasajeros, el 12% de autobuses, la tercera parte de la instalación de maquinaria de laminación y alrededor de la mitad del equipo para las centrales automáticas de teléfonos.
Uno de los orgullos de la propaganda socialista sobre cómo resuelven la cooperación entre los países del CAME es el de resaltar que en cualquier organismo del Consejo todos los países están igualmente representados y cada uno tiene un voto, por encima del potencial económico, territorio, número de población o cuantía de la cuota que pagan al presupuesto de la organización. En esta igualdad de derechos y obligaciones, cada país manifiesta su interés o desacuerdo respecto a cualquier cuestión sometida a examen. En última instancia, las recomendaciones aprobadas por los órganos del CAME se ponen en ejecución por los países miembros del Consejo, teniendo en cuenta sus respectivas legislaciones nacionales y por decisión de los órganos competentes de los mismos.
Como ejemplo de un Juan Palomo socialista, dos entidades económicas internacionales dan su apoyo a la cooperación económica entre estos países. Por un lado, el Banco Internacional de Cooperación Económica (BICE), que es el centro de liquidación de cuentas y crédito de los países miembros del CAME, fundado en 1963, con sede en Moscú, y que posee actualmente un capital de trescientos millones de rublos transferibles. Este capital ha sido formado por los depósitos de los países miembros del Consejo de manera proporcional al volumen de las exportaciones en su comercio recíproco.
Sobre el mismo principio se fundamenta otra empresa financiera: el Banco Internacional de Inversiones (BII), creado en 1970 en contra de una campana occidental que ponía en duda su competitividad con los establecimientos financieros occidentales. Nueve años después, mantiene corresponsalías con trescientos bancos de países capitalistas y países en vías de desarrollo. El capital estatutario del Bll en 1977 era de un millón de rublos. El 70% está compuesto por rublos transferibles y el 30% restante en divisas libremente convertibles o por oro. El BII otorga dos tipos de créditos: a medio plazo, hasta cinco años, y a largo plazo, hasta quince años.
Objetivos actuales del CAME
Durante los últimos días, en las reuniones celebradas en Moscú a nivel de jefes de Gobierno, se examinaron las cuestiones de la división internacional del trabajo, del cumplimiento del programa de la integración de la economía socialista y de los problemas concretos de la cooperación a largo plazo, firmándose acuerdos intergubernamentales en los que se especificaron aspectos de la realización de dichos programas.El principal objetivo actual es el de solucionar problemas fundamentales del fomento de la economía nacional de todos los países participantes y cinco son las direcciones trazadas para conseguirlo: satisfacer las demandas en rápido crecimiento de combustible, energía y materias primas con el desarrollo al máximo de la energía atómica; equipar y reequipar técnicamente las economías nacionales; aumentar la producción de los productos alimenticios básicos; incrementar la fabricación y suministros recíprocos de productos industriales de amplio consumo, y desarrollar los medios de comunicación.
Fuera de las líneas generales trazadas, es significativo que, en planes concretos, se haya establecido el incremento de ayuda a países que, sin formar parte del CAME, mantienen relaciones económicas con él. En la rueda de prensa final de la 33 sesión, celebrada el pasado jueves, el secretario general, N. Fadeiev, subrayó: «Estamos interesados en prestar la ayuda solicitada por los 77 países de Asia, Africa y América Latina, con quienes durante el pasado año hemos mantenido 240 convenios a largo plazo sobre colaboración científica y económica; en dichos países hemos participado en la construcción de más de 4.000 industrias y en los últimos años se han preparado en nuestras universidades más de 40.000 estudiantes, que ahora ya son cuadros ejecutivos en sus respectivos países.»
Es evidente, por tanto, que el Consejo de Ayuda Mutua Económica mantiene fines y propósitos que van más allá de los puramente económicos.
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