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"Ningún español figura en las listas de muertos o heridos"

Alguien se acercó a calmar a una muchacha que lloraba sobre el hombro de otra, y ésta dijo: «Déjenla llorar; déjenla que se desahogue.» En la amplia sala 2 del aeropuerto de Barajas, otros repatriados se apretaban en abrazos con familiares que habían acudido a recibirles. Los primeros 133 españoles procedentes de Nicaragua acababan de llegar a Madrid a las cuatro de la madrugada de ayer.El ingeniero Luis Alvarez Díaz, que viene a cargo de la expedición por orden expresa del embajador español en Nicaragua, da instrucciones a los repatriados: «Atención: A la derecha, los que os quedéis esta noche en Madrid en casa de familiares. A la izquierda el resto, para ir al hotel.»

Varias funcionarias del Instituto Español de Emigración se apresuraban de grupo en grupo tomando filiaciones con que confeccionar las listas precisas para el papeleo de las correspondientes ayudas.

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En la sala, los pequeños corrillos se dispersaban con gestos emotivos, alegres, preocupados, parlanchines o silenciosos.

Junto a los adultos, en el avión llegaron siete «infantes» (niños menores de dos años) y otros cuarenta niños más, aproximadamente. «Un 60% son trabajadores; un 25%, comerciantes, y un 15%, profesionales, más o menos», dice el ingeniero Alvarez.

Otro hombre, José Luis Escandel, que trabajó en el canal 6 de la televisión de Nicaragua y, posteriormente, en un club náutico, habla al lado del gerente de este club, señor Monforte: «Algunos volverán. Los hay que han perdido treinta o cuarenta millones de pesetas. Regresarán cuando se estabilice la situación; por lo menos a tratar de recuperar los solares.»

Otros, como Julia Ferris, catalana de 82 años, la persona más anciana de la expedición, no volverán. Julia Ferris vivía en Managua con un hijo, que es dueño del restaurante El Rincón Español. La hija, que ahora ha venido a buscarla, la cuida. Julia Ferris apena puede hablar, por el cansancio del viaje y por una caída que sufrió al ser evacuada.

Julio López Jacoiste, director de Acción Consular del Mínisterio de Asuntos Exteriores, y los señores Escribano e Iturriaga, subdirector del Instituto de Emigración y jefe del Servicio de Acción Social, respectivamente, se interesan por la evacuación. «La salida de Managua ha tenido sus riesgos», les informan varios de los repatriados; «el camino hasta el aeropuerto, dieciséis kilómetros porque había que dar rodeos, se ha hecho en autobuses. Pasamos varios controles de la Guardia Nacional sin problemas, pero entre disparos. Los sandinistas también habían hecho saber que permitirían la evacuación, siempre que resultara visible la bandera de España. No obstante, había riesgos. Hace poco, seguramente por un error del control aéreo, un Hércules militar de Colombia fue ametrallado. El Hércules nuestro no ha tenido problemas.»

La población española en Nicaragua se estima, según los censos más fiables, en unas 1.300 personas, de las cuales viven en Managua el 70%.

Hasta el momento, el Hércules militar español ha evacuado a 380 personas (320 españoles y sesenta costarricenses). Esta evacuación, que ha durado cuatro días, se ha realizado hacia San José de Costa Rica. De allí, los españoles fueron enviados a San Juan de Puerto Rico, desde donde, en vuelo de once horas (el 944 de Iberia), llegaron ayer a España. «Los primeros evacuados han pasado cuatro días de espera en el aeropuerto de San Juan.

Según el comentario de algunos de estos repatriados, el embajador español en Nicaragua, Pedro Aristegui, «se está portando maravillosamente; dijo que si era preciso salir con su coche a las calles a buscar españoles, él lo haría, y lo ha hecho». El señor Aristegui encabezó la caravana de autobuses que, desde el centro español Don Bosco, partió hacia el aeropuerto de Managua.

La descripción de Managua que hizo una joven trabajadora de la Embajada española resalta, como más damnificados por la lucha, los barrios periféricos y marginados de la ciudad. «Ningún español, que sepamos», declaró, «ha resultado muerto o herido de consideración».

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