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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La aventura de Alfaro

Cuando en 1968 los movimientos estudiantiles e intelectuales se convertían en una realidad palpable, cuando Raimon y la nova cançó se entronizaban en los ambientes de la cultura universitaria y se transformaban en símbolos, algo nuevo parecía aproximarse. Recogiendo un estribillo del propio Raimon, Andreu Alfaro traducía estas esperanzas en su D'un pais queja anem fent, escultura que aspiraba a futuro símbolo del Consell del País Valenciá. Eran unos momentos de fuerte crisis para el régimen franquista, pero también, y aunque por otros motivos, para toda la cultura artística de raíz popular y democrática que desde mediados de los años cincuenta se había venido desarrollando en nuestros principales focos de difusión cultural. Se procedía así a un desmantelamiento y abandono de los planteamientos ético-políticos que gran parte de nuestras vanguardias habían asumido.Diez años más tarde de aquel 1968 se nos ofrece en el palacio de Velázquez, del Retiro madrileño, una exposición antológica del mencionado Andreu Alfaro. Muestras de este tipo nos obligan a revisar el funcionamiento teórico y práctico de unas controvertidas vanguardias artísticas que en su momento comenzaron a poner en entredicho de una manera radical las más diversas problemáticas: desde la propia función del arte, hasta la relación entre objeto artístico y sociedad, pasando por el análisis del papel que tradicionalmente había venido jugando el propio artista. Movimientos de vanguardia que en su desarrollo teórico criticaban no sólo el poder de unas normas estéticas, sino las mismas normas del poder político. Y en este ambiente, las diversas poéticas desarrolladas con anterioridad por el movimiento moderno fueron tomadas muy de refilón, a veces poco críticamente y, en cierta manera, como necesarios paradigmas; así la poética constructivista, muy mal conocida en aquellos momentos, va a convertirse en uno de los principales mitos; siendo ese mismo desconocimiento, como señala Bozal, una característica básica para las propias posibilidades de su enraizamiento; es decir, razón fundamental por la que pudo elevarse aquélla a categoría casi metafisica.

Andreu Alfaro

Palacio de Velázquez del Retiro.

Llevado en parte por esta corriente, Andreu Alfaro se alinea desde 1958 en el grupo valenciano Parpalló, en donde es el único escultor. Trabaja aquí con Manjalés, José María Labra, Sempere, etcétera. A partir de este decisivo grupo (por la importancia que tuvo para la formación en Valencia de un arte actual) y de otros, como el Equipo 57, Equipo Córdoba y algunos artistas aislados, se empieza a delimitar una poética de corte analítico y constructivo. Con esta voluntaria vinculación a los movimientos vanguardistas se inicia la creencia de Alfaro en su función social, así como también en el valor simbólico del espacio y los materiales utilizados para configurar ámbitos de relaciones sociales.

Por estos motivos, la percepción espacial va a convertirse en un elemento esencial de su producción. Sus primeras obras, como Camino de libertad (1961) o Un círculo y dos cortes (1961), demuestran ya esta inquietud. Partiendo de la modulación de una lámina de metal desarrollará las relaciones entre figura, espacio y movimiento. Este último, al encontrarse inmerso en la propia disposición de la obra, genera una actitud paralela por parte del espectador; es decir, se consigue llevar al límite de lo imposible el poder contemplar sus esculturas desde un único ángulo, introduciendo el espacio como elemento activo, al estilo de las concepciones rupturistas de las vanguardias clásicas o de artistas como Tatlin y Gabo. Por otra parte, a través de la utilización de los materiales, Alfaro va a intentar proporcionarnos una visión racional de la tecnología. Gracias a la utilización de elementos sumamente cuidados se nos hace referencia a una ideología humanista y puritana: puritanismo ético y estético ligado a las vanguardias. El autor nos acerca a una visión «justa» y «racional», tanto ética como socialmente. Por medio del acero inoxidable, el latón, etcétera, industrialmente estandarizados, logra connotar un rechazo de la gratuidad estética y de los elementos superfluos.

A partir de estas bases Alfaró desarrollará sus planteamientos formales; en ello van a tener especial peso sus relaciones con los movimientos de lucha democrática de los años sesenta. La evolución de su léxico neoconstructivista se va a ver complementado (que no «llenado») con la utilización en sus obras de títulos de carácter narrativo-político. De esta época son La victoria de Bahía de los Cochinos (1962), La veu d'un poble (1964), Homenatge al Vietcong (1966). Es, como ha señalado Víctor Nieto, la utilización «goyesca», explicativa, de los títulos en una voluntad de homenajear ciertos acontecimientos sociales y políticos.

A partir de la década de los setenta todos los planteamientos de la vanguardia española originados en la década de los cincuenta entran en crisis. Sin embargo, debido a la homogeneidad que ha caracterizado su práctica, la obra de Alfaro tenderá a revisar y reflexionar su propia producción. No se trata ahora de acercarse a planteamientos simbólicos, sino de desarrollar la multitud de posibilidades que la obra sugiere en la visualidad; es decir, experimentar las capacidades potenciales que todos los elementos le brindan. Con ello se está produciendo una sana actividad que le aleja de planteamientos unidireccionales y estrechos. ¿Se trata de la traída y llevada «recuperación disciplinar»? Puede ser: pero en este caso es una dirección sumamente correcta que el mismo Alfaro define: «Experiencias, y nuevas experiencias. La realidad en toda su complejidad.» Es un camino.

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