Polémica fatal
Después de haber seguido toda la lista de opiniones sobre el infeliz engendro, que una mente y un rotulador faltos de imaginación han parido para representar a España en el Mundial de Fútbol, ya queda poco que decir. Menos aún cuando el propio padre de la criatura -del aborto, mejor dicho- se atreve a decir que representa el carácter de España, poniendo así a los españoles de malformes, ramplones y festero-estúpidos.Pero hay dos cosas que es necesario aclarar: una, que no reviste mayor importancia, es que la naranja no es exclusiva de Valencia. Aunque si todavía hay quien lo crea, da igual. No vamos a pelear por tan poca cosa.
Lo otro sí tiene su importancia. Y mucha. Nosotros no estamos de acuerdo con el racismo, es decir, no somos racistas. Y nos molesta que otros lo sean, aunque no podamos evitarlo. Por eso, con más motivo, nos rebelamos cuando alguien ejerce el racismo con nosotros. Y mucho más si ese racismo se ejerce escondiéndolo, parapetándolo, en ese engendro malforme que es el infeliz Naranfito. Creemos que no debería ser preciso recalcarlo, aunque, al parecer, sí lo es, que el Naranjito es producto de unas personas, no de una ciudad. No, el Naranjito lo han parido unos diseñadores de una agencia de publicidad -una agencia que, por otra parte, jamás ha destacado-, pero no lo ha parido Sevilla. Que identificar ese diseño, o lo que sea, con Sevilla, no es sólo una cosa de mal gusto, es una falta de ética tan grande o mayor como la falta de estética del dibujo.
Querríamos pedirles a quienes han tenido la infeliz idea de criticar a una ciudad a causa del Naranjito, y muy especialmente a don Enrique Azcoaga, a tenor de sus declaraciones a EL PAIS, idel 31 de mayo pasado, que apunten bien. Y, si tienen algo contra Sevilla, sería su problema, pero que no utilicen un dibujo mal hecho para desahogarse.
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