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FERIA DE SAN ISIDRO: DECIMONOVENA CORRIDA DE FERIA

Quieren hacer de Las Ventas una plaza cualquiera

Este fue el grito de una tarde con muchos gritos y orfeón: «¡Canorea nos chulea!» Algo habrá que pensar, al respecto, pues no se explica cómo pudo el empresario comprar para Las Ventas unos novillos tan abecerrados. Tampoco se explica cómo pudieron pasar sin problemas el reconocimierito veterinario. Y menos aún que el presidente no devolviera al corral las reses que se protestaban con toda razón. Las dos primeras eran como raspas, y la cuarta, un pataslargas sin la menor hechura para plaza de primera categoría.Demasiadas cosas no se explican en este espectáculo, que, sin embargo, no es tan difícil de llevar. Por ejemplo, el público de Madrid se da por contento si las reses que saltan a la arena tienen edad, trapío y la fortaleza que es necesaria para la lidia. La experiencia de Canorea es que, en otras plazas, todo esto apenas importa -como en el caso de Sevilla-, pero ya le ha visto bastantes veces las orejas al lobo en Las Ventas, como para aducir ignorancia inocente. De manera que nada de chuleos. Menos bromas para esta plaza, que tiene su categoría, aunque se empeñe en desconocerla. Por ejemplo. la antigüedad de los novilleros la da su debut en Madrid, nunca lo tiene en cuenta al combinar los carteles. Ayer se repitió el caso de otras tardes: Luis Reina, que hacía su presentación, no debió salir como director de lidia. sino Fernando Vera. Las innovaciones de Canorea, con la absurda anuencia de cierto presidentes, tienden. según vemos a hacer de Madrid una plaza cual quiera sin personalidad, sin serie dad y como consecuencia facilona para manejarla a su antojo. A ver quién puede más, si el público o el empresario.

Plaza de Las Ventas

Decimonovena corrida de feria. Novillos de Julio Aguirre, escasos de presencia, varios de ellos abecerrados y fuertemente protestados, con casta. Luis Reina, pinchazo, estocada trasera y rueda de peones (ovación y saludos). Estocada (vuelta por su cuenta, protestadísima). Fernando Vera, estocada caída saliendo trompicado, rueda de peones y tres decabellos (silencio). Estocada corta caída (aplausos y salida al tercio). Josele, Estocada que asoma y rueda de peones (algunos pitos). Estocada que asoma por un costado y dos descabellos (silencio). Presidió mal el comisario Castro.

Novillitos chiquitos y abecerrados fueron casi todos, decíamos, pero por dentro llevaban una casta admirable que hacía necesarias mucha técnica y mucha torería para poderlos dominar. Es una verdadera lástima que no se le hubiera ocurrido al ganadero retrasar su venta para cuando estuvieran más hechos, pues habrían dado un juego interesante y algunos un triunfo a la divisa. El quinto tuvo bravura sobre la casta creciente, que volvió loco a Fernando Vera. No se cansaba de embestir, lo hacía con codicia, y como el torero no le mandaba, le cogió varias veces. Fernando Vera no tuvo recursos para someter la viveza del animal, pero sí valor, y de ahí se dedujo una faena emocionante, aunque casi toda resultara embarullada.

El segundo, protestadísimo por su lámina de anchoa, también se fue arriba y Vera no pudo acoplarse con él, pese a que la nobleza del novillito era evidente. De todas maneras le habría dado igual, porque el público se tomó a broma la lidia y en vez de olés coreaba miaus. Lo mismo que en el cuarto, el pataslargas que decíamos, el cual además se quedaba corto porque no tenía fuerza y cada pase que le dio Luis Reina sugería, efectivamente, el miau. Ocurrió que este debutante entró muy bien a matar, lo que le valió una ovación, y al hilo de este transitorio cambio de actitud del público aprovechó para escaparse en una vuelta al ruedo que protestó la mayoría.

Otro vivo en tarde de vivales. La presentación de Luis Reina, que llegó a Madrid con un notable cartel -repite esta tarde-, quedó prácticamente inédita. pues a su primer novillo le instrumentó algunos muletazos de muy buen corte, pero se trataba de otra anchoílla floja que, asimismo, fue protestada con insistencia y ruido.

Dentro del buen comportamiento del ganado, quizá el ejemplar de más clase en la embestida fue el tercero, y Josele lo desaprovechó con una larga y embarullada faena, en la que apenas hubo pases que no acabaran en enganchones. En el último, también noble, aunque tardeaba, equivocó el terreno y tampoco hubo lucimiento. A los tres espadas los despidieron con pitos, y a la presidencia, con un «¡Hasta nunca!», que no se cumplirá. Con estas presidencias y esta empresa, virtuosos en lo de dar una de cal y otra de arena, vamos de mal en peor.

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