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Visión empresarial de la situación economía

Sí a alguien hay que preguntarle su opinión sobre lo que en una economía pasa para evaluar el clima y el momento por el que atraviesa y adivinar su rumbo futuro, es al empresario. En un sistema económico como el nuestro en el que, como se nos recuerda todos los días, debe ser y no sólo denominarse de economía social de mercado se dispone de muchos argumentos para justificar esta demanda de respuestas de los empresarios, pues no en vano la economía de mercado equivale y se sustituye por la de libre empresa, que testimonia el papel central del empresario en la vida económica cotidiana.Las tres funciones vitales del empresario: organizar con continuidad la producción, dirigirla con autoridad y prever con sentido de anticipación los cambios del futuro para decidir sus inversiones y orientar e innovar sus actividades, constituyen el claro fundamento en el que descansa el interés de las encuestas de opinión empresarial para conocer el estado de la coyuntura económica.

Pese a nuestra escandalosa penuria de información económica, contamos hoy con dos fuentes de conocimiento que reflejan las opiniones empresariales sobre la situación de la economía. De un lado, la encuesta realizada por el Ministerio de Industria y Energía, que aporta todos los meses una valiosísima interpretación al recoger de forma sistemática la opinión empresarial, que abarca a todo el sector industrial y a la construcción. A esta información ya antigua se ha añadido, desde el pasado año, una encuesta realizada entre una muestra representativa de las grandes empresas del país (*). A partir de estas dos informaciones -complementadas entre sí-, trataremos de presentar la visíón de la coyuntura económica de nuestros empresarios.

Una atenta lectura en las opiniones empresariales destaca como rasgos básicos de la coyuntura económica los tres siguientes:

1. La crisis continuada de la inversión productiva privada, que ocupa el centro de la escena y que, los empresarios acentúan como rasgo más preocupante y definitorio del estado de la economía.

2. Esa crisis de la inversión tiene un doble origen. De un lado, la ambigüedad del sistema económico propugnado y la falta de una política económica aplazo medio que suministre al empresario los datos que éste precisa para programar sus inversiones. De otro, la existencia de una aguda inflación de costes con una demanda débil.

3. La crisis de la inversión es el factor generador fundamental del paro, tercer hecho que, en opinión de los empresarios, recorta el horizonte de problemas prioritarios con los que se enfrenta la economía.

Analicemos estas tres características que los empresarios destacan al primer plano de atención general como configuradoras de la presente coyuntura.

La crisis de las inversiones

Los años vividos con la crisis económica han destacado a la caída de las inversiones como su consecuencia más persistente y más diferenciadora. Los datos objetivos demuestran de manera incuestionable la verdad de esta afirmación. Ninguna de las grandes variables económicas ha acusado de forma continua tasas negativas de crecimiento, con la excepción de la inversión. Tomados los tres últimos ejercicios, la inversión ha acumulado unas tasas negativas del orden del 12%, que suponen una tasa acumulativa anual negativa superior al 3% (* *). Este hecho objetivo se ha correspondido plenamente con las opiniones empresariales, puesto que las expectativas han anticipado la crisis continuada del proceso de inversión. Esa crítica apreciación subjetiva de las inversiones sigue persistiendo en los momentos actuales. Se explíca que los empresarios destaquen este hecho como fundamental de la coyuntura, por dos motivos: el primero, porque son los intérpretes encargados de su realización (el 75% de las inversiones son, en la sociedad española, inversiones privadas) y en segundo lugar, porque la debilidad de las inversiones productivas constituye la causa básica en la caída del nivel de actividad económica que, mientras persista, constituirá el testimonio de la continuidad de la crisis y el anuncio de sus perjudiciales efectos sobre la ocupación, la satisfacción de necesidades públicas y privadas y la posibilidad de afrontar sin graves riesgos la competencia.Constatar esta preocupación dominante de los empresarios por la crisis de la inversión no equivale a conformarse con las negativas consecuencias que de ella se derivan. La opinión de los empresarios no se queda aquí, sino que añade las razones que explican las causas de este hecho central de la coyuntura económica.

Cuando a los empresarios se les ha preguntado qué razones confluyen para explicar esta caída en la tasa de crecimiento de las inversiones, sus respuestas han diferenciado -como antes se indicó- dos núcleos diferentes de causas. El primero es la duda inquietante sobre la propia pervivencia del sistema económico en el que los empresarios pueden actuar. Toda la etapa de transición política previa a la Constitución ha estado dominada por una pesada incertidumbre sobre la definición del sistema económico. No puede extrañar, en consecuencia, que esta duda ex'istencial, colocada sobre el propio empresario, encabece la lista de causas explicativas de la crisis del proceso inversor. Si la presencia futura del empresario se cuestiona, la debilidad de la Inversión se asegura. Era de esperar que esta incertidumbre preconstitucional sobre el sistema económico desapareciera a la luz del artículo 38 de la Constitución, que acepta el sistema de economía social de mercado. Sin embargo, los temores empresariales manifestados sobre la ambigüedad de los preceptos constitucionales alimentan la continuidad de este factor adverso. En cualquier caso, la encuesta a las grandes empresas sigue constatando en 1979 su preeminente presencía.

La segunda causa de la crisis de las inversiones es, para los empresarios, la falta de una política a plazo medio, vigente durante el tiempo de maduración de éstas. La inversión no es un acto instantáneo; es una decisión que se extiende en un período promedio de tres a cuatro años, y si durante ese plazo el empresario no obtiene los datos precisos para calcular y obtener las rentabilidades que hagan viables los proyectos, éstos no se realizarán.

Un segundo núcleo de factores que obstaculizan la inversión es el que se engloba bajo el rótulo de inflación de costes y debilidad de la demanda, y tras del cual se hallan, en opinión de los empresarios, siete conceptos diferentes:

1. El rápido crecimiento de los salarios y de las cotizaciones de la Seguridad Social. Esa suma de conceptos ha elevado los costos del trabajo y producido una redistribución de las rentas en contra de los excedentes empresariales, restando motivos para invertir.

2. La elevación de los costos financieros y la limitación del crédito disponible para la empresa limitan los proyectos viables de inversión.

3. La baja productividad, debida a múltiples causas que alejan las retribuciones de los factores productivos de su rendimiento, lo que se acusa en costos mayores.

4. La pérdida de autoridad del empresario en su propio escenario, básicamente derivada del peculiar marco de relaciones laborales que condiciona el actual desempeño de la función empresarial.

5. El trabajo redundante y obligatoriamente retenido en muchas empresas.

6. La débil demanda que coincide con la inflación de costos crea un exceso no deseado de capacidad productiva instalada y no utilizada que convierte en irracional cualquier aumento de las inversiones.

7. La intervención de precios y tarifas de bienes y servicios que limitan beneficios y fondos posibles de financiación empresarial.

Mientras estas partidas sigan estando presentes en la coyuntura económica española, la crisis de las inversiones y la inflación de precios las acompanarán. La presencia de esas partidas se ha reforzado en el actual ejercicio con los mayores precios de las materias primas y de la energía.

Según los datos de la encuesta de Coyuntura Industrial, la tendencia esperada de los precios a tres meses por los empresarios registra un cambio significativo en los resultados del primer trimestre de este año. El porcentaje de opinión neta favorable a la tendencia alcista pasa del 31%, en mayo de 1978, al 47% en febrero de 1979. Por otra parte, la encuesta entre las grandes empresas anuncia un mayor cree¡miento en la tasa de aumento esperada de las materias primas, que superará las tasas vigentes en 1978 (13,7% en 1979 frente al 12,6% en 1978), mientras que la tasa de crecimiento de la masa salarial en estas mismas empresas superará de hecho el límite superior previsto en el decreto-ley de diciembre (15,5% frente al 14% autorizado como tope máximo).

El paro

El tercer dato de Coyuntura -según los empresarios-, el aumento del paro, deriva de los dos anteriores, pues una menor inversión equivale a menores oportunidades de empleo. Por otra parte, las opiniones de los empresarios destacan que la inflación de costos se convierte en un factor adicional promotor del paro, al disminuir la competitividad de la economía y dificultar la colocación de sus producciones. La presencia de los factores que actúan negativamente sobre el empleo parece vigorizarse en las aspiraciones manifestadas por las grandes empresas de cara a 1979. En efecto: un 36% de estas grandes empresas aspiran a reducir su plantilla en los próximos meses; un 47%, a mantenerlas, y sólo un 17% se proponen generar nuevos puestos de trabajo. Esta distribución de los pronósticos es notablemente peor para la construcción, sector que él sólo representa el 10% del empleo nacional y donde el 66% de las empresas desean reducir sus plantillas.Las notas dominantes de la actual coyuntura, vistas a través de la opinión empresarial, no afectan por igual a todos los sectores productívos. Las diferencias de situación discurren obedeciendo a la distinción entre sectores productores de bienes de consumo y sectores productores de bienes de inversión. Cuando se analizan las encuestas de opinión empresarial del Ministerio de Industria se comprueba el comportamiento crecientemente dispar de las industrias de bienes de consumo y de las de bienes de

Visión empresarial de la situación económica

inversión. Si se parte, por ejemplo, del nivel de la cartera de pedidos se comprueba cómo a lo largo de los dos últimos años (entre marzo de 1977 y marzo de 1979) se han ido distanciando claramente las situaciones de las industrias de bienes de consumo y de bienes de inversión, separadas por veintitrés puntos en marzo de 1977 y por 32 en marzo del corriente año. Igual ocurre con el grado de utilización de la capacidad, ya que, mientras las industrias de bienes de consumo se sitúan hoy en una utilización en torno al 80% de la capacidad, las de bienes de inversión permanecen en el 78%.El mismo comportamiento divergente registran las expectativas de inversión. El cuadro 1 ordena los resultados de las dos encuestas -la del Ministerio de Industria y la de las grandes empresas- respecto de sus expectativas de inversión para el corriente año, diferenciando dos grandes grupos: los que esperan tener una tasa de inversión positiva y los que temen registrar una tasa de inversión negativa. Esa ordenación de los sectores permite comprobar que la inversión negativa afecta fundamentalmente al sector de bienes de inversión, mientras que la inversión positiva se espera por los sectores que se relacionan con el consumo.

La opinión empresarial anticipa así un funcionamiento desigual de la economía en 1979, semejante al registrado desde el comienzo de la crisis: un crecimiento tan sólo por la fuerza de la demanda de consumo, mientras que la marcha de los bienes de inversión sigue atascada.

Los resultados de las encuestas empresariales permiten, ofrecer un juicio de la política económica y de las posibles alternativas de ésta para orientar la salida de la crisis económica.

Desde un punto de vista general, los empresarios opinan que la política articulada por el Gobierno en 1977 ha permitido afrontar dos grandes problemas cuya solución era indispensable para salir de la crisis: el desequilibrio exterior de la balanza de pagos y el desequilibrio interno de precios.

Si se atienden estas opiniones, el centro de la atención de la política económica debería situarse en superar la crisis de las inversiones, lo que exige actuar sobre los núcleos de factores ya expuestos que la determinan: definición del sistema económico, programa a plazo medio y disminución de la inflación de costos.

Es curioso consignar que los empresarios afirman -al igual que los consumidores- la conveniencia de que esa política económica se definía través de un acuerdo entre los principales protagonistas de la economía. Llegar a una política económica acordada es uno de los datos más firmemente establecidos en las respuestas de los empresarios: un 93% de los entrevistados consideraban esa alternativa como «indispensable» o «muy importante». Tres notas adicionales perfilan esta opinión empresarial sobre el acuerdo como base de la política económica: primero, su período de validez; segundo, sus intérpretes, y tercero, sus temas.

El período de validez del acuerdo se establece entre dos (38%) y tres años (45%) para dar seguridad a los empresarios de que se mantendrán los presupuestos básicos, acordados para plantear una política inversora. Menos de ese tiempo, se considera insuficiente, y un horizonte superior a los cinco años. parece más propio de la futurología que de la política económica; a tal punto se vive un acelerado proceso de cambio.

Respecto de quiénes deberían ser los interlocutores del acuerdo, la opinión dominante era que las patronales. las centrales sindicales y el Gobierno son quienes debían sentarse en la mesa de negociaciones, por ser las partes directamente responsables de cumplir su contenido.

En cuanto a los temas, el paro y la falta de inversión serían los principales protagonistas. La relación entre arribos parece influida por la predisposición a sustituir el factor trabajo por capital en las inversiones programadas. ¿Cuáles son las causas de este intercambio de factores. En primero y destacado puesto, los empresarios sitúan la rigidez de sus plantillas, o, en otras palabras: la dificultad de adaptar los puestos de trabajo a la marcha de los negocios retrae la decisión de ampliar las plantillas en los momentos de expansión y aconseja sustituir trabajo por capital. El crecimiento del coste del factor trabajo (salarios, Seguridad Social y absentismo) sitúa, sin duda, a la productividad de este factor en desventajosa posición y refuerza la actitud del empresario favorable a una mayor inversión ahorradora de trabajo. La consecuencia ha sido un continuo crecimiento del capital necesario para crear un puesto de trabajo. La resolución de un tema tan Importante y con repercusiones directas en la vida de la empresa y en la de los trabajadores sólo podía conseguirse, en opinión empresarial, con un acuerdo negociado entre las partes.

Una contemplación ponderada de todas las respuestas empresariales que tratase de valorar su enjuiciamiento de la actual coyuntura económica destacaría en ellas la existencia de cinco mensajes que los empresarios tratan de transmitir con urgencia y dramatismo a la opinión pública y a la política económica para superar la crítica si ión actual:

1. El clima de costos de la empresa es difícilmente respirable clima creado por dos elementos distintos: el crecimiento de los costos financieros y el aumento de los costos de trabajo. Moderar el alza de estos costos es una necesidad sobre la que los empresarios concentran insistentemente sus opiniones. Sin un crecimiento salarial responsable que considere sus consecuencias sobre el empleo, será difícil salir del círculo vicioso de inflación y caída de excedentes, que hacen la desgracia de toda economía que las padece. La existencia de esa segunda nómina que es la Seguridad Social, que grava cada puesto de trabajo, agudiza esta situación. No habrá cambio de coyuntura. sino coyuntura crítica, mientras toda la sociedad no torne conciencia de este hecho y facilite la definición de una política de rentas y, precios capaz de mejorar el clima hoy dominante en los costos-trabajo.

2. La situación Financiera de las empresas es especialmente difícil. El crédito disponible es escaso en cantidad, caro en precio, corto en plazos. Con estas condiciones, la crisis de la inversión privada que domina la coyuntura no podrá superarse. Esa afirmación de la escasez de crédito para financiar la inversión privada se acompaña por los empresarios de una sentida e irritada queja: la de estar recibiendo un peor trato que el dado al sector público. La inversión privada cree ver limitadas sus posibilidades de financiación por un déficit del sector y de las empresas públicas, que reducen el crecimiento del crédito al sector privado, mientras se abastece sin límites y con preferencia las demandas de crédito del sector público, bien directamente por la cuenta del Tesoro, en el Banco de España, o bien a través de la financiación exterior.

3. La productividad de las empresas es baja y la autoridad del empresario se ve contestada desde las normas que regulan el cuadro de las relaciones laborales. Una de las funciones vitales del empresario es el ejercicio de la autoridad. Es evidente que no hay empresa que pueda pervivir sin cohesión y sin responsabilidad. Los hechos demuestran incuestionablemente que una empresa se derrumba cuando existen planes divergentes de los que en ella colaboran, cuando no existe unidad de concepción y autoridad, cuando la disciplina se cuartea. Mientras esas sean las circunstancias. la productividad será baja, la disciplina industrial se resquebrajará, los costos se dispararán y, finalmente, se negará el propio futuro de la empresa. Hablar de un nuevo cuadro de relaciones laborales se ha convertido en un viejo lugar común al que jamás se llega, un tópico permanentemente trasladado hacia el futuro, pero del que, por ahora, no se dispone. Ganar en estas condiciones más productividad, contestar a la competencia exterior y aumentar las inversiones equivale a pedir lo imposible.

4. La política económica no favorece las actividades creadoras de ahorro, inversión y empleo de manera suficiente. La baja calificación de la política económica en estos frentes, para los empresarios, se traduce en la crisis del ahorro, de las inversiones y del empleo. Es preciso que la política económica prefiera el ahorro al consumo. las inversiones creadoras de puestos de trabajo a las colocaciones especulativas. La política económica tiene que ser beligerante: fomentando las fuerzas que dinamizan una economía, castigando las que la frenan.

5. La política de limitación de precios debe tener un límite que reconozca la flexibilidad de los costos y de los precios de los distintos bienes. La rigidez excesiva de la política de precios es peligrosa y puede llevar a situaciones límite -por fortuna muy excepcionales- que conviertan a algunos empresarios en meros espectadores que contemplan cómo, por una parte. se les fijan los precios de sus factores productivos y, por otra, sus precios de venta, quedando a su cargo tan sólo una función: el pago de los déficit en que se traduce la fijación de estos precios.

* Esta encuesta ha tomado como referencia una muestra de cuatrocientas empresas elegidas de un colectivo formado por las 1.500 empresas mayores del país. La encuesta se ha realizado por el Fondo para la Investigación Económica. y Social de las Cajas de Ahorros y su supuesto básico de partida es que el comportamiento de las grandes empresas determina la marcha, en gran medida, de la economía. En la distribución de la muestra por sectores se han diferenciado dieciséis sectores y se ha establecido un número mínimo de siete empresas por cada sector, distribuyéndose el resto de la muestra según importancia Y heterogeneidad del sector. Los sondeos son trimestrales y se aplica un cuestionario fijo y, otro dedicado a un lema monográfico. CISE. SA, realiza el trabajo de campo.

** A veces el hecho de que sea negativa la tasa de inversión se interpreta erróneamente como la no existencia de imersiones en capital Cijo. Lo que dicho dato significa ciertamente es que el volumen real de las inversiones de un determinado año es inferior al del año precedente. Así, una tasa de -4% quiere decir que la inversión cien del año anterior se ha reducido a 96 en el nuevo año contemplado.

Aunque la tasa de crecimiento de la inversión sea negativa, el volumen total de inversiones puede ser muy importante. Refiriéndonos a España, en el último año la tasa de inversión fue negativa, situándose entre -4%-5%. Sin embargo, la formación interior bruta en capital fijo alcanzó un valor aproximado de 2.077 miles de millones de pesetas, equivalente a una cuota de inversión del 19% del producto interior bruto.

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