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XXVIII Congreso del PSOE

Resurgimiento y evolución del PSOE en su intento de consolidación

El PSOE ha sido, durante el presente siglo, un partido de masas, recolector de millones ole votos y, por tanto, un crisol de diferentes tendencias que han ido manteniendo un equilibrio, más o menos estable, casi siempre en el seno del propio partido. Como todos los grandes partidos de masas ha ido sufriendo escisiones ideológicas y, también como ellos, le ha sido muy difícil adaptarse a las represiones de los períodos dictatoriales. La clandestinidad obligada les va mejor a los pequeños grupúsculos que a los grandes partidos democráticos, cuya fuerza se basa en los votos libres de sus electores.Tras la destrucción de la democracia parlamentaria de la Segunda República, las sucesivas detenciones y ejecuciones de miembros destacados de la dirección socialista llevaron a esta al exilio. Por motivos de seguridad, sólo dos miembros de la comisión ejecutiva permanecieron en España. Poco a poco, y a pesar de que el número de responsables residentes en el interior de España fue aumentado en sucesivos congresos (cinco en 1964, siete en 1967), fue produciéndose un desfase entre los militantes del interior y la dirección política del exilio.

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En el congreso de 1970 aparecieron los primeros enfrentamientos entre los militantes del interior y la dirección derechista del secretario general: Rodolfo Llopis, que no veía con buenos ojos la colaboración de socialistas y comunistas dentro de las movilizaciones de masas contra el franquismo.

En 1971, el congreso de la UGT volvió a plantear el problema de la necesidad de colaborar estrechamente con todos los partidos y organizaciones antifranquistas, para lo que pidió la colaboración del PSOE. El miedo de la dirección de éste a participar junto al PCE y CCOO, en los nuevos organismos unitarios de la oposición hizo que el grupo directivo encabezado por Llopis se separase cada vez más de las bases militantes del interior. Los planteamientos anticomunistas y aislacionistas de Llopis chocan con el ímpetu activista y las tesis unitarias de los nuevos militantes socialistas. El secretario general, que comenzó a perder el control de la organización, decidió convocar un congreso extraordinario para comienzos de 1972, con ánimo de clarificar la situación. Con procedimientos estatutarios, Llopis consiguió ir aplazando el congreso, pero la mayoría de la comisión ejecutiva, en sesión plenaria de 22 dejunio de 1972, acordó la convocatoria del mismo.

El congreso, XII del exilio y XXV de los celebrados. se celebró en Toulouse (Francia) del 13 al 15 de agosto de 1972. Llopis y sus seguidores se negaron a asistir al mismo, con lo que se formalizó la escisión entre el sector histórico y elsector renovado. No obstante, se llegó a una elección de una secretaría colegiada de compromiso, con miembros de las dos tendencias. Ambas se prepararon para la batalla definitiva, a entablar en el siguiente congreso.

Este, el XIII del exilio y el XXVI del partido, se celebró en Suresnes, en las afueras de París, en noviembre de 1974. Se acordó suprimir la fórmula colegiada y se consolidó el triunfo del sector renovado, gracias al pacto previo entre las federaciones andaluza y vasca. Fue elegido secretario general «lsidoro», sobrenombre clandestino del joven abogado laboralista sevillano Felipe González. La Internacional Socialista, después de algunas dudas, se decidió a apoyar incondicionalmente al sector renovado.

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Tras la muerte del general Franco, se inició el proceso de restauración democrática en España y el PSOE participó en los organismos unitarios de la oposición, que no logró implantar la «ruptura» y pasó a conformarse con «la reforma». Del 5 al 18 de diciembre de 1976 se celebró en Madrid el XXVII Congreso del PSOE, partido aún ¡legal, pero tolerado por el Gobierno reformista de Adolfo Suárez. El congreso fue un modelo de organización y buen hacer democráticos. Destacó el apoyo internacional recibido por el partido. La Internacional Socialista y los líderes más importantes de dicho movimiento desfilaron por Madrid y participaron en las tareas del congreso. Se legitimaba así internacionalmente lo que la legislación pretendía seguir ignorando: el PSOE estaba llamado a ser el partido líder de la oposición.

El XXVII congreso se caracterizó por su moderación, sin renuncia ninguna a los principios básicos de la ideología socialista. Por primera vez, el partido se definió explícitamente como marxista. Las tesis de agrupaciones tradicionalmente izquierdistas, como Asturias y Madrid, fueron derrotadas y, a pesar de la definición del PSOE como «partido de clase, marxista y democrático», la mayoría de los cargos directivos pasaron a manos de la corriente, moderada, encabezada por Felipe González y sus colaboradores, a los que sus críticos designaban como «la escuela andaluza».

Tras las elecciones generales del 15 de junio de 1977, el PSOE se manifestó como la fuerza electoral mayoritaria de la izquierda y el grupo hegemónico de la oposición. Englobada la mayoría del sector histórico en el nuevo partido, durante el XXVII congreso, la unificación socialista se culminó el 30 de abril de 1978 con la integración en el PSOE del Partido Socialista Popular, del profesor Tierno Galván. Tras la desaparición del PSP, que había intentado dar la imagen de un socialismo más a la izquierda del PSOE, y coincidiendo con la campaña del PCE para el abandono del leninismo, Felipe González, durante una cena con la prensa en Barcelona, el 8 de mayo de 1978, declaró la posibilidad del abandono del marxismo por el partido. Esta declaración informal tranquilizó a la derecha española y entusiasmó a la socialdemocracia europea, pero sembró el descontento entre numerosos militantes y agrupaciones del PSOE.

Tácticamente, los dirigentes del PSOE, apoyados por sus homónimos europeos, pretendían modernizar y dar una nueva imagen al partido español. Siempre ha habido marxistas y no marxistas en el PSOE, pero el partido no había tenido su Bad-Godesberg (localidad alemana donde, en 1959, el Partido Socialdemócrata de dicho país abandonó explícitamente el marxismo para definirse como «el partido de la libertad de espíritu»). La intervención del presidente Suárez ante las pantallas de TVE dos días antes de las elecciones generales del pasado 1 de marzo, calificando al PSOE de marxista y abortista, aún está grabada en la mente de muchos ciudadanos españoles. Las elecciones del 1 de marzo constituyeron un fracaso psicológico para el PSOE, que no vio confirmada su «alternativa de poder».

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