Fellini, entre el caos y la belleza
ENVIADO ESPECIAL, Federico Fellini y su Ensayo de orquesta han conseguido el más dificil todavía: aumentar el ritmo, ya de por sí trepidante, de esta 32 edición del Festival de Cannes. La primera palabra que brota en la mente del aturdido espectador no puede ser otra que la de «anfetamina». Fellini, una vez más, vuelve a demostrar su absoluto dominio del medio en el que se expresa, su eterno amor por el ser humano y su fascinación por los tiempos actuales.
Realizada en cuatro semanas, con catorce días de preparación consultado su fichero de fotografías de actores y personas de la calle (Fellini reconoce que tiene cerca de 20.000 fotografías en su archivo), Ensayo de orquesta es un documento fantástico y sensible en el que la violencia se entremezcla con el humor, el proceso creativo del artista y unos diálogos que, en ocasiones, recuerdan los bailes de claqué de Fred Astaire.La película, dedicada a Nino Rota, compositor de la música de todos los Filmes de Fellini, autor también de la música de la que comentamos, surge, en palabras del realizador, «porque todas las veces que asisto, por razones de trabajo, al momento de registrar las bandas sonoras de las películas siempre me embarga un sentimiento confuso de emoción, de incredulidad, de alegre estupor. Quiero decir que asisto a la posibilidad de contemplar cómo se va diseñando algo único, armónico y abstracto, que es la música, entre el desorden, la confusión, la indiferencia de quienes se saben profesionales e incluso el espíritu de contestación de una serie de individuos absolutamente disparatados que llegan a la sala de grabación solamente portando sus propios instrumentos, pero también con sus preocupaciones personales, sus problemas».
«Creo que el hecho de asistir a este pequeño milagro -precisó-, que se renueva y recrea puntualmente cada vez que esta pequeña colectividad se encuentra implicada en un fin común, todos juntos, pero con su propia individualidad, provoca siempre en mí un sentimiento de sorpresa total..., una especie de percepción imprecisa de que todo lo que veo y escucho es el arquetipo ideal de una sociedad que puede vivir y que puede aprovecharse a sí misma al máximo, relajadamente.»
Fellini ha realizado su Ensayo de orquesta con la televisión italiana. Una vez más, la RAI produce una película bella e interesante. Recordernos, siquiera sea brevemente, que Padre, padrone, de los hermanos Taviani, fue producida por la RAI. Señalemos que El árbol de los zuecos, de E. Olmi, fue producida por la televisión estatal. Apuntemos el dato de que estas dos películas obtuvieron el premio más importante de Cannes. Si tiene usted vocación de cinéfilo masoquista, le añadiremos que también la RAI produjo una biografía delirante de Raymond Russell. interrumpan sus clucubraciones y piensen con rapidez en Lazarov; en El hotel de las mil y una estrellas, de Luis Aguilé en el Fantástico, de José María Íñigo o en cualquiera de las películas de «calidad» que nuestra TVE produce de cuando en cuando para asistir a los festivales internacionales: comprenderán por qué son lo que son y están en donde están.
Nueva política sobre el cine
Caniche, de Bigas Luna, comienza a convertirse en uno de los pequeno escándalos del festival, escándalo doméstico, pero polémico al fin y al cabo. Si Fellini nos habla con amor del caos en que vivimos todos, compartiendo esporádicamente la belleza, Bigas Luna vuelve a contar una historia con mucha clase, con garra y ante una sala abarrotada de público. El recuerdo de Bilbao entre los cinéfilos de Cannes le convierte en uno de los enfants terribles de la quincena de realizadores. Pues bien, con ese ambiente apriorístico claramente favorable, con la convicción de que el cine todavía no ha perdido definitivamente su capacidad de comunicar sentimientos profundamente humanos, Caniche vuelve a satisfacer a quienes la contemplan,con la gran ventaja de una mayor experiencia cinematográfica por parte del realizador (no olvidemos que se trata de su tercer largometraje). Bigas Luna es, a nuestro juicio, uno de los realizadores cinematográficos más imaginativos que tenernos en España.Y puesto que comenzamos esta crónica apresurada hablando de lo particular (Fellini y Bigas Luna), debemos concluirla con unos datos sobre lo general: el informe sobre El cine y el Estado, y la recomendación de la asamblea parlamentaría del Consejo de Europa. Aprobada el 11 de mayo de este mismo año, a solicitud del Consejo de Ministros de los veintiún Estados miembros, se acaba de concretar en la creación de un comité supranacional que tiene la misión de elaborar una nueva política sobre el cine. El informe apunta datos muy concretos: en treinta años, Gran Bretaña ha disminuido su mercado cinematográfico, de 460 millones de espectadores anuales, a 167 millones. En la República Federal de Alemania, las cifras son igualmente sobrecogedoras: de 860 millones de espectadores, en 1965, se bajó hasta los 124 millones, en 1977. A Juicio de los que han elaborado el informe, las dos causas condicionantes de esta situación no son otras que la dominación e influencia de las empresas norteamericanas y la competencia desleal de la televisión. Reivindican la necesidad de una colaboración con las televisiones estatales, potenciando incluso su capacidad productiva con el objetivo de volver a estimular la creación cinematográfica, a la vez que exigen una política estatal de mayor atención, y subvención, hacía la industria.
Los profesionales de la industria conocen perfectamente sus problemas económicos. Los creadores, o una buena parte de ellos, saben las historias que quieren contar. Los políticos, al parecer, comienzan ahora a tomar conciencia de la catastrófica situación de la industria.
Babelia
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