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Los narcisos

Amando de Miguel y yo hemos sido compañeros de colección más de una vez. Amando de Miguel fue el sociólogo progre del tardofranquismo que nos explicaba en el Madrid, mediante estadísticas, lo que ya nos había explicado Azaña niediante intuiciones: que España había dejado de ser católica.Físicamente, este actualísimo y siempre actualizado sociólogo, es una especie de César Alonso de los Ríos, menos judeomarxista de Carrión de los Condes y más contracultural de Vale/Rambla de Cataluña. En verano usa mariconera de bandolera, como yo, y en ella parece llevar toda la sociología postmarxista y todas las estadísti cas presofemasa. Ahora publica Los narcisos con Salvador Pániker, en la misma colección y al mismo tiempo que mi libro Los amores diurnos, libro este mío que le va a corroborar en su teoría de que yo soy un narciso. Tan narciso, por lo menos, cómo Lindsay Kemp, con quien me empareja en uno de sus ejemplos, salvadas, supongo, las naturales (o contranatura) diferencias en cuanto a flowers y sexos. Los narcisos (sociología legible al uso, que he devorado en este tiempo de reflexión, en el campo) se subtitula El radicalismo cultural de los jóvenes, pero como una de las gozosas características de los jóvenes es el anonimato (el joven es especie más que individuo), cuando Amando de Miguel quiere poner ejemplos, tiene que ponerlos ya un poco carrozas, como Lindsay Kemp y yo, a más de todo el personal que cita, de la izquierda festiva a la internacional pasota.

-La realización del modelo narcisista lleva a comportamientos tan característicos y polares como el pasota o el terrorista.

Así dice Amando en una de sus más agudas síntesis. Me lo confirmaba una noche Rosalía, hija de María Antonia Dans, a propósito de la violencia política de un novio que ella tenía entonces:

-Me encanta que sea violento.

Entre el pasota y el terrorista, uno se ha quedado en el terrorismo estilístico y el pasotismo pinchota, Yo paso de pinchazos psicodélicos, porque ya me han pinchado mucho el culitrampis (mi tía decía culitrampis) a lo largo de la vida, con el antibiótico para la tuberculosis, que dice aquí Juan Cueto, mi compañero bisemanal de duplex (dos veces por semana: como el sexo), que la tuberculosis es el bacilo literario. Con Franco fuimos tuberculosos y con Suárez parece que somos narcisos. Todo menos consignar, sencillamente, que somos de Valladolid.

El narciso es producto de la economía del regalo, la comercialización del erotismo y el culto al cuerpo.

Razón que te sobra, Amando, amor. Yo narciso sí que soy. Pero la economía del regalo me ha cogido tarde, que a mí no me han regalado nunca nada, nadie, y cuando pidieron mi mano, el regalo de pedida fue un Reader Digest atrasado. En cuanto a la comercialización del erotismo, es una idea que me das, Amando, porque hasta ahora, yo, mi erotismo lo tenla sin comercializar, como una cosa crepuscular y vaga, y no me ha ido mal.

Y por lo que dices del culto al cuerpo, Amando, no he vuelto a la piscina El Lago (daban paellas bizantinas) desde que Paloma Cela se puso mujeraza y dejó de ir, que yo realmente iba a verla a ella: el narcisismo masculino casi siempre está en función, como ves, del narcisismo de una señorita, Amando.

Me despierta Niní Mojitián, qu e no es una llamada muy de Semana Santa:

-Que traigo a la Miss Mundo argentina, Umbral, que tiene dieciséis años y se llamo. Silvana Suárez. Me gustaría que cenases con ella.

Y esta propuesta en Viernes Santo. Esta Niní es que no respeta nada. A las misses del mundo o del barrio se les rodea durante un año de todos los halagos corporales y sociales, pero no lo disfrutan porque les suele faltar el sentido de sí mismas, o sea el narcisismo, que es difícil y enredado producto de una autocultura muy trabajada. Me parece muy agudo que Amancio haya sabido descubrir el ingrediente de narcisismo en una juventud que, paradójicamente, parece refugiarse en el anonimato ácrata/pasota. De mí sé decirte, querido sociólogo, que a los veinticinco años me encontré en miitad de la calle sin nada que vender, y entonces decidí venderme a mí mismo . Eso es lo que tu llamas mi narcismo. Yo lo llamo mi hambre.

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