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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El eurocomunismo

EL COYUNTURALISMO es una condición congénita del eurocomunismo; podría decirse que ha nacido de la coyuntura, y con esto no emitimos un juicio de valor. Siendo así, una situación coyuntural tenía que influir notablemente: en el desarrollo del XV Congreso del Partido Comunista italiano, celebrado en el tránsito del pacto de Gobierno a la oposición y en vísperas de unas elecciones generales. Las tesis cuidadosamente estudiadas desde tiempo atrás y las aportaciones intelectuales de considerable valor han sufrido la contracción necesaria para su adaptación al presente necesario.Lo que se desprende de las conclusiones y de los discursos es que el paso a la oposición no ha implicado, como se podía calcular, un encierro del PCE en sí mismo, una, recuperación de radicalismos o de viejas esencias. Por el contrario, sigue alejándose de Marx y de Lenin, aproxímándose a la moderación y a la política de «manotendida»: a los socialistas, a los democristianos, a los católicos. Los estatutos del partido se modifican: ya no se insta paternalmente a los militantes a que encuentren la solución de los problemas concretos por el estudio del marxismo (viejo artículo 5), sino que simplemente se reconoce que hay una tradición, y no otra cosa, que sirve de «matriz» y de «inspiración», que es el pensamiento de Marx y Engels y las «ideas innovadoras» de la obra de Lenin. En todo ello puede verse una reafirmación de las tesis eurocomunistas clásicas.

El PCI ha vuelto, no obstante, al internacionalismo. Pero tampoco es el viejo internacionalismo proletario. La ilovedad consiste en buscar y ofrecer la solidaridad con partidos y poderes muy distintos: «los partidos socialistas y socialdemócratas, los movimientos de liberación nacional, estén o no en el poder, y sostenidos por los ideales más diversos» (Berlinguer). Por ejemplo, China, «gran país socialista»; o, por ejemplo, Camboya, invadida por Vietnam. Todo menos grato de lo que se esperaba para la Unión Soviética, que, sin embargo, también se beneficia del abierto internacionalismo de Berlinguer, pero no de mucho más.

En esta línea, el PCI invita a la unidad de la izquierda italiana en las próximas elecciones, a la busca de «la fuerza global de los partidos de izquierda» para mermar la fuerza de la Democracia Cristiana. Pero la Democracia Cristiana existe y sigue poseyendo una fuerza extraordinaria. El PCI insiste, por lo mismo, en el «compromiso histórico», en el Gobierno común, en la coalición. Probablemente, los democristianos tratarán, una vez más, de excluir al PCI del futuro Gobierno, aunque busquen la reanudación de los acuerdos parlamentarios, la toleráncia para unos programas comunes de gobierno. No parece lógico que el PCI vaya a volver a ese sistema, después de haberlo denunciado; pero tampoco parece probable que el PCI vaya a formar parte del Gobiemo poselectoral, y la clirección del partido debe saberlo. Entonces, ¿por qué la insistencia en el tema? La respuesta más inmediata es que se trata de una creación de imagen. El XV Congreso del PCI no ha servido para la incorporación de corrientes de pensamiento de la base y de los intelectuales a la ideología del partido, sino de tribuna para una imagen preestablecida, pero acentuada por la coyuntura electoral inmediata -y por otra posterior: las elecciones para el Parlamento Europeo del 10 de junio-. Y esa imagen es la de una profundización en un eurocomunismo democrático, capaz de colaborar con todos, abierto a todas las aportaciones del exterior, dispuesto a gobernar no ya con sus antiguos principios -con la «tradición» del pensamiento de Marx-, sino a la conveniencia general del país.

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Todo ello quizá pueda conseguirle votos, aunque no sea suficiente para tranquilizar a los izquierdistas, que le han acusado de pacto con el «poder burgués». El eurocomunismo parece desgastarse así en sus propias contradicciones. No logra ilusionar a la izquierda radical y no acierta a explicar sus distancias respecto a los socialdemócratas. No convence su sinceridad en Washington y mantiene unas relaciones ambiguas, aunque se supone que igualmente obedientes, con Moscú. Si en algún partido se hace visible la crisis ideológica de la izquierda, es en los comunistas de Occidente. Emparedados entre lo posible y lo deseable, acaban siempre por no estar en el Gobierno ni en la oposición. Una lección que la izquierda española está todavía a tiempo de aprender.

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