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Salvarte o liberarte

Manuel Vicent

La Iglesia quiere salvarte la izquierda quiere liberarte. Las agencias de viaje sólo desean que huyas. Toma, aquí tienes un folleto de papel satinado con todos los itinerarios para la fuga. Entre la teoría de la salvación y la lucha por la liberación están los mares del Sur con esa muchacha del bikini blanco perfilada en el contraluz del crepúsculo. Cuando llegues a la raya del agua como un náufrago, ella moverá la pelvis para darte la bienvenida. El caso es encontrar una escapatoria.Los ricos derrotados en las municipales se van a una clínica nevada para someterse a una cura de adelgazamiento, a fin de que sus solomillos puedan pasar por el ojo de una aguja, que es la prueba exigida en las olimpiadas del cielo. La clase media vuelve al pueblo natal donde todavía resiste el abuelo rodeado por los residuos de la matanza del cerdo sagrado. Y en el dintel de la casa de labranza cumple siempre con el rito: llena el maletero del coche con empanadas típicas, abre el capó y mete chorizos en los entresijos del motor hasta ahogar el delco. Los proletarios no van al cielo, ni siquiera escapan a una felicidad de cercanías con tortilla de patatas. Se quedan todos aquí, en su sitio, a recontar los votos para proclamar alcalde a un Pepone comunista. Las agencias de viaje llevan ahora la espiritualidad moderna. Una playa exótica con palmeras y un robusto galán en pelotas toma agua de coco mirando libidinosamente a la hembra encandilada. Este es el nuevo camino de perfección pagado en cómodos plazos.

En Semana Santa ya no se ven aquellas damas de negro satén con mantilla y peineta, que después de visitar los monumentos se acercaban a las tascas de los soportales a tomar pinchos de abstinencia, espárragos con mahonesa, sin quitarse los guantes de cabritilla. Ha desaparecido aquel erotismo con sabor a cirio, la sensualidad de miradas ardientes en el oficio de tinieblas. Entonces, también la primavera reventaba el hermetismo de la pasión y los nazarenos de la cofradía atisbaban con sus ojos de tela las medias de cristal con costura de las devotas alineadas en el bordillo de la procesión.

Antes, en Semana Santa te prohibían silbar y jugar a las cartas, pero en los templos atiborrados de colonia gorda fluctuaban salmos morados como un oleaje de mar rizada. Fijada en el reclinatorio de terciopelo con sus iniciales claveteadas con chinchetas doradas, la moderna chica del bikini que aparece en el folleto de la agencia también estaba arrodillada allí con el misal de cubiertas de nácar bajo la dulzura de un gregoriano ratonero desprendido del coro. Luego la veías en el balcón desde el interior del capirote cuando acompañabas en procesión a un Cristo llagado, aspado en la columna o a una virgen dolorosa que lloraba perlas cultivadas por la mejilla de Salzillo rodeada por la trompetería de una panda de romanos. La chica estaba allí junto al gañán que descuartizaba una saeta con una garganta de aguardiente en la noche de linos.

Se acabó. La muchacha ahora está en la playa con el bikini blanco, agitando el hula-up de la pelvis para recibir a los peregrinos náufragos, según consta en el folleto lleno de crepúsculos con palmeras. Ya hace mucho que la Semana Santa ha sido desacralizada por las agencias de viaje. Pero ahora, después de las elecciones municipales, con muchos socialistas y comunistas en el interior de los ayuntamientos, la fiesta alienante de primavera va a tomar un nuevo atractivo turístico. Se podrá contemplar el lance de la garrota entre don Camilo y Pepone, como en la novela de Giovanni Guareschi. En los prospectos de felicidad en el litoral, también perfilada en el contraluz, se va a ver la esgrima algo burra del cura con un candelabro y del edil rojo con la vara de mando bajo el arbitraje de un macho de Honolulú y la muchacha del bikini, que asisten a la escena sorbiendo agua de coco en el chiringuito.

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

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