Reivindicación de Castilla del Pino

La reciente celebración, en la Universidad de Granada, del XIII Congreso Nacional de la Sociedad Española de Psiquiatría nos ha recordado a un grupo de profesores de la facultad de Medicina de Granada la sorprendente situación en que se encuentra el Departamento de Psiquiatría de la facultad de Medicina de Córdoba, que, por puras razones administrativas, se puede ver privado de su actual director, el profesor Carlos Castilla del Pino. Sorprendente porque la Universidad de Córdoba consiguió incorporar a su facultad de Medicina a un hombre que logró afirmar su magisterio al margen de la psiquiatría académica y, con ello, en mendó en parte la marginación oficial padecida por el profesor Castilla del Pino.Ahora se corre el riesgo de protagonizar una dolorosa ironía: despilfarrar la mermada dotación académica española, en un momento en que la universidad está más necesitada que nunca de íncrementar y robustecer su masa crítica. La ironía es además irritante, porque el motivo es puramente administrativo: la llegada de un profesor numerario desplaza a otro no numerario, cuando la actual ley General de Educación tiene previstas fórmulas administrativas claras que pueden solucionar con dignidad para la propia universidad casos como el presente. Se trataría de que el Ministerio de Educación y Ciencia. oída a la Universidad de Córdoba, nombrase catedrático al profesor Castilla del Pino, basado en los méritos ciéntificos ampliamente acreditados del citado profesor. No se trataría de una novedad: el propio Ministerio ya ha puesto en práctica esta vía de excepción con otros médicos. actuales catedráticos.

La más elemental solidaridad y decencia académicas nos lleva a unir nuestra voz a la de nuestros compañeros de la Universidad de Córdoba, que supieron hacer públíca recientemente tan lamentable situación. El silencio académico fue en su día el mejor aliado de medidas de marginación de la universidad tomadas por el entonces Gobierno autoritario, que revistió la expulsión de profesores con la parodia de unjulcio. Apenas unos pocos profesores tuvieron la gallardía de la protesta pública, e incluso del abandono de la universidad, por sentir rebosados los límites éticos de su posibilismo.

La situación política del país ha cambiado y pensamos que también -algo- su ética social. No queremos creer que las nuevas autoridades académicas se dejen llevar por la inercia de -o bien consagrar- situaciones de grave injusticia que no permitieron en su día la entrada en la universidad a personas que hoy siguen impartiendlsi su magisterio (Julio Caro Baroja, Julián Marías, Antonio Domínguez Ortiz, Joan Fuster, etcétera), o bien permitir que el abstracto procedimiento administrativo expulse de la universidad a quien la sensibílidad y buen sentido de la universídad cordobesa llevó a concederle la dirección de su departamento de Psiquiatría.