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Clima de guerra civil en Afganistán

Un estado de virtual guerra civil se ha implantado en Afganistán en los últimos días y la oposición religiosa cree que podrá «derribar al régimen pro comunista de Kabul en uno o dos meses más».Así acaba de declararlo en el vecino Pakistán el doctor Sabatullah Mujadeddi, presidente del llamado Frente Nacional, que agrupa al grueso de los movimientos islámicos de oposición al Gobierno pro soviético dirigido por Mohamed Nur Taraki.

El régimen de Kabul puede estar procediendo a sucesivas purgas en el aparato estatal y en el Ejército como un medio de sobrevivir, acuciado por urgentes problemas interiores, ligados, sobre todo, a la reforma agraria y a la. crónica actividad guerrillera que se deja sentir particularmente en la provincia de Junar.

La oposición estima que hay ahora oposición activa y armada en, al menos, quince de las veintinueve provincias afganas, e informa de continuas adhesiones populares, incluyendo la de soldados, a los dos grandes movimientos guerrilleros islámicos e integristas: el Hezbi Islam¡ y el Jamiat Islam¡, cuya retaguardia está en territorio pakistaní.

El Gobierno pakistano niega formalmente tener relación alguna con los rebeldes, pero es un hecho que los guerrilleros islámicos disponen de facilidades de maniobra y que el Gobierno de Islamabad -una junta militar presidida por el general Ziau el Hag- permite que les llegue ayuda material de origen principalmente saudita.

Curiosamente, parece haber sido el principio de la reforma agraria una medida objetivamente juzgada como indispensable en Afganistán -país casi medieval-, lo que ha provocado la gravedad de la situación actual.

La reforma es, no obstante, prudente: sólo afecta a una parte de las tierras cultivables y consagra el principio de la propiedad privada, aunque limita el número de hectáreas de cada propietario y reparte grandes extensiones entre los campesinos.

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Los grupos de jóvenes izquierdistas que -con un sostén militar muy evidente- han ido a los campos a explicar la reforma y a aplicarla han sido mal recibidos por una parte de la población, identificada con ancestrales hábitos y modos de vida de corte feudal de dificil renovación.

El partido del presidente Taraki, el JALK o Partido del Pueblo, es descrito en Occidente como comunista, pero formalmente es sólo un partido de izquierda revolucionaria que prometió, cuando tomó el poder el 29 de abril del año pasado, «honrarse en el servicio al Islam y a la patria» y que rehusó la condición de satélite de nadie.

Es cierto, sin embargo, que la influencia soviética es decisiva. Cada ministerio dispone de asesores soviéticos, el equipo militar es también soviético y soviéticos son los instructores del Ejército.

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