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Carter: "Todos los problemas importantes han sido resueltos con éxito"

De nuevo en la Casa Blanca, tras seis días dedicado a una tensa y arriesgada misión de diplomacia personal en Oriente Próximo, el presidente Jimmy Carter declaró ayer que «todos los problemas importantes» que impedían la firma de un tratado de paz entre Israel y Egipto «han sido resueltos con éxito».Apenas conocida la aprobación de las nuevas propuestas de paz por el Gobierno israelí, la Casa Blanca hizo público un comunicado, rebosante de optimismo, en el que se afirma que la paz que los pueblos de Egipto e Israel «tan claramente quieren y necesitan está muy cerca de convertirse en una realidad».

Carter fue recibido calurosamente en la madrugada del miércoles por más de un millar de personas que se habían desplazado, en autobuses fletados por el Congreso, a la base aérea de Andrews, cerca de Washington. Entre aplausos, flamear de banderas y los sones de la marcha presidencial Hail to the chief (Saludo al jefe), Jimmy Carter se confesó «cansado, pero satisfecho», y dijo que «Dios ha respondido a nuestras oraciones».

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Horas después, el primer ministro Menahem Begin telefoneaba al presidente norteamericano para informarle que su Gabinete había aprobado las propuestas ya aceptadas por el líder egipcio, Anuar el Sadat, colocando así las negociaciones en el «umbral del éxito».

En los círculos gubernamentales de Washington se da por sentado que el Parlamento israelí acabará por aprobar las propuestas, aunque no sin un tormentoso debate que puede durar varios días. Si así sucede, el tratado egipcio-israelí podría firmarse en Washington a finales de la próxima semana, para que después Begin y Sadat firmen, en Jerusalén y en El Cairo, las versiones hebrea y árabe del acuerdo.

Como en las películas del Oeste, la «salvación en el último segundo» ha permitido a Jimmy Carter regresar a Estados Unidos triunfante. Los negros presagios del lunes se convirtieron el martes en sonrisas, y ayer, en optimismo exultante. Carter obtendrá pronto los dividendos de su viaje a Oriente Próximo en forma de un vertiginoso ascenso en los sondeos de opinión pública; en cualquier caso, ha conseguido ya un respiro en los constantes ataques a su capacidad de manejar la política exterior de Estados Unidos.

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Si el presidente consigue que Sadat y Begin firmen, por fin, el tratado de paz, llega a un acuerdo con la Unión Soviética en las conversaciones de limitación de armas estratégicas (SALT II) y, lo que parece más difícil aún, obtiene algún éxito en su lucha contra la inflación, estará en una buena posición para anunciar su candidatura a las elecciones presidenciales que se celebrarán en 1980.

Por su parte, el presidente egipcio, Sadat, tendrá muchas dificultades para «vender» el tratado de paz a los países árabes radicales, en especial porque el problema palestino se aborda de forma ambigua y ni siquiera se habla de Jerusalén, algo que los israelíes consideran como «no negociable». A la condena del «frente de rechazo» podrían sumarse pronto otros Estados árabes, más moderados, lo que colocaría a Sadat en una situación de dependencia total de Estados Unidos.

Es evidente que Carter tendrá ahora que pagar la factura del acuerdo egipcio-israelí, que costará miles de millones de dólares en ayuda económica y militar a los dos países. Pero en Washington se cree que el precio es barato comparado con lo que podría suponer un desequilibrio de Oriente Próximo, tras la revolución en Irán o una nueva guerra árabe-israelí.

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