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Roma, dos años de gestión municipal comunista

Juan Arias

Roma es un caso único en Europa occidental. Es la única capital gobernada desde hace poco más de dos años por la izquierda y que posee un alcalde comunista: Giulio Argan. A esto hay que añadir la presencia del Vaticano, que hace de Roma, prácticamente, la capital de la cristiandad, con todas las consecuencias que esto comporta. Roma es al mismo tiempo la ciudad que, ofrece mayor índice de terrorismo de toda Italia.

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Roma había sido gobernada durante más de treinta años por democristianos, que habían permitido un verdadero saqueo de una ciudad que había crecido y se había desarrollado en un verdadero caos edilicio, con la posibilidad de todo tipo de especulaciones por parte de una burguesía retrógrada y conservadora.Roma se había convertido en una de las capitales del mundo con mayores problemas de vivienda: con más de 300.000 infraviviendas. La población, de tres millones de habitantes, soporta una especulación que en números significa más de 80.000 pisos nuevos deshabitados, que las casas constructoras se niegan a alquilar. A esto hay que añadir cientos de miles de metros cuadrados de zona verde acaparados por los cientos de comunidades religiosas, las cuales a veces, en sus casas generalicias, cuentan con varias hectáreas de jardín para seis o siete religiosos o religiosas, que además casi nunca están en Roma, porque viajan continuamente. Algo semejante sucedió en el campo civil: un sinfín de villas con jardines enormes que debían ser destinadas a servicios públicos fueron objeto de verdadera expropiación al revés, es decir, robadas a los ciudadanos.

Roma sufre además el problema grave del desempleo y el de una universidad que cuenta con 11.000 plazas para casi 200.000 inscritos.

Como ha declarado repetidamente el alcalde comunista Argan, el trabajo ha sido muy difícil, no sólo por la pesada herencia recibida, sino por la falta de colaboración de las fuerzas políticas moderadas e incluso la oposición sistemática de quienes habían perdido los antiguos privilegios.

El nuevo Gobierno ha empezado a realizar un trabajo poco vistoso, pero de fondo. Una cosa es cierta: desde hace dos años, los especuladores de profesión tienen la vida difícil en la capital. Las conquistas más vistosas han sido el haber recuperado miles de metros cuadrados de verde para la población, como la famosa Villa Torlonia, en la Nomentana, que era la ex villa de Mussolini; la creación de nuevas escuelas y jardines de infancia; una intensa promoción cultural popular, con la apertura de parques y antiguas basílicas a actividades culturales -como las fiestas organizadas en los parque durante todo el verano-, o los ci clos de cine selecto en la basílica de Mezzenzio.

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Otro trabajo poco vistoso, pero importantísimo, es la limpieza a fondo de toda la ciudad, calle por calle. Para hacerlo por turno, las calles deben quedar libres de coches durante una semana. También se están cambiando todas las cloacas de la ciudad. La nueva Administración se ha mostrado muy sensible y su programa futuro es la descentralización de la ciudad, para permitir que toda la actividad burocrática se pueda hacer en el propio barrio. Todo esto para devolverle a la ciudad un rostro más humano, más comunitario, más cultural y más productivo, ya que hasta ahora es una capital que consume mucho y produce poco.

La capital de Roma tenía un pasivo de cien millones de pesetas diarias, sólo para pagar los intereses de los bancos. Ahora se ha pasado a un gasto diario de cien millones de pesetas para inversiones en el campo económico y social.

Según el alcalde Argan, en la nueva política «que no es posible hacerla sólo desde el Campidoglio, sede del Ayuntamiento», el paso más importante es el deseo de colaboración con todas las fuerzas sociales democráticas de la ciudad.

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