Política eclesial

Por desgracia para los católicos, siempre metidos en confusionismo, no nos extraña demasiado la pauta que sigue marcando la Iglesia. Si decepción sentíamos ya los creyentes hacia ella, no sin justificado fundamento, después de ver la postura últimamente adoptada por Juan Pablo II en la Conferencia de Puebla nos afirmamos en una mayor evidencia de que cada vez resulta más difícil identificarnos con las expresiones y procederes eclesiales.Los obispos españoles hablan también a los católicos españoles «como deber moral y de orientación», presionando nuestra conciencia, que reconocen es libre, pero, al tiempo, coartando esa libertad con sutiles invitaciones a la reflexión y a la responsabilidad de hacia dónde no tenemos que dirigir nuestro voto. Es fácil que logren asustar a algunos católicos, aunque también es de esperar que sus «escrúpulos y desvelos» por orientarnos nos penetren ya poco después de haber recorrido el largo camino de los cuarenta nefastos años franquistas. No me refiero exclusivamente al cúmulo de hechos gravísimos a todos los niveles que se cometieron deliberadamente contra toda ley divina y humana, sino que se hizo bajo el lema oficial de grandes católicos y los crucifijos bien expuestos en todos los despachos. Entonces sí que tuvimos problemas de fe y fue necesario que los señores obispos dijeran algo alusivo al Evangelio, más no fue así, (Pasa a la página 10) (Viene de la página 9) sino que, por el contrario, teníamos que ver cómo las altas jerarquías eclesiásticas paseaban con todos los honores bajo palio. al dictador y creador de la «Santa Cruzada» y de los «valores espirituales».

Consideren los obispos lo demencial que fue todo aquello para los creyentes, y déjense de alegar que los partidos de izquierda tratan de ofuscar mentes católicas, que éstos se muestran como son y mucho más humanamente que la misma Iglesia. Que reconozca la Iglesia su culpa y trate de buscarnos por medios generosos y que convenzan al creyente, pero no diciendo a los pobres que ya vendrán tiempos mejores, máxime cuando ese aplastamiento y pobreza que sufren no es aceptado precisamente por los que así tratan de consolar al triste y marginado.