Críticas al general Aranda
No concedería trascendencia a la noticia de la muerte del general Aranda de no haber leído el artículo de Luis M. Duyos, publicado hace días en el periódico que usted dirige. En él se enaltece su historial militar y político -algunos conceptos pueden ser positivos- y sobre ello tengo que mostrar con esta carta diversas circunstancias que no admiten la menor duda de su rigurosa veracidad.1. En el mes de julio de 1936, el entonces coronel Aranda no cumplió la palabra de honor -aparte de su indisciplina- dada a sus superiores y al dirigente socialista Indalecio Prieto, amigo personal suyo, de no sublevarse.
2. Durante su mando fusilaron al rector de la Universidad de Oviedo, Leopoldo Alas (hijo del eximio escritor Clarín, contra todo sentido de la justicia, sencillamente, fue un crimen. (Bibliografía: Asturias: catorce meses de guerra civil, autor Juan Antonio Cabezas. Editorial G. del Toro, Hortaleza, 81-Madrid-4. Los comunistas en la resistencia nacional republicana -la guerra en Asturias, el País Vasco y Santander- Autor Juan Ambou. Editorial Hispamerca, Libertad, 27. Madrid-4.)
3. Los 30.000 combatientes del Ejército de la República que fuimos apresados al final de la guerra en el puerto de Alicante por la división italiana Littorio sufrimos inenarrables desdichas, y donde los más elementales derechos humanos fueron brutalmente escarnecidos. El jefe de la división Littorio, general Gambara -más tarde embajador de Italia en España-, dijo: « Les doy mi palabra de honor que no entraremos en el puerto; (Pasa a la página 10) (Viene de la página 9) podrán permanecer en los muelles todo el tiempo preciso para que lleguen los barcos necesarios para marcharse todos.» Esta orden fue revocada por el mando del Cuerpo de Ejército de Galicia. Su jefe se llamaba Antonio Aranda.
4. Cuando nos trasladaron de Alicante al Campo de los Almendros, y desde aquí, al campo de concentración de Albatera, el trato fue de increíble dureza, tanto moral como material; la dirección del campo no tuvo en cuenta, absolutamente para nada, el trato que correspondía a prisioneros de guerra, según la Convención de Ginebra. El comportamiento de la vigilancia -sobre todo la soldadesca mora- me quedaría corto si lo catalogara de cruel y sanguinario. La responsabilidad de lo ocurrido en Albatera depende del Cuerpo de Ejército de Galicia. Su jefe se llamaba Antonio Aranda. (Bibliografía: La muerte de la esperanza y El año de la victoria. Autor, Eduardo de Guzmán. Editorial G. del Toro. Hortaleza, 81. Madrid-4.)
Con estos antecedentes -y otros que se podrían mencionar- del general Aranda, la deplorable expresión del señor Duyos y, como casi siempre, tuvo razón» es de una muy amarga tristeza. El «casi siempre» referido a Alicante y Albatera es un infinito sarcasmo para los pocos que sobrevivimos aquellos trágicos tiempos. No deseamos, bajo ningún concepto, que puedan repetirse en nuestra patria tales execrables hechos con ninguno de sus habitantes.
Para finalizar quiero decir al señor Duyos que titularse antifranquista no garantiza ser antifascista; algunos lo fueron por incompatibilidad personal con Franco, por despecho o no considerarse lo suficientemente premiados por el régimen, pero no por ideología diferente. Sobre todo ahora, en los tiempos que corremos, donde hay tantos autotitulados demócratas, que vivieron tan felices sin tener en cuenta las desdichas y sufrimientos de muchos compatriotas. Y, precisamente, por luchar por la de democracia.
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